Reseña: Los Doce de Justin Cronin

Los Doce

Hace algunos años, la primera parte de la trilogía El Pasaje irrumpió en el mercado y catapultó a su autor, el estadounidense Justin Cronin, a los primeros lugares de las listas de superventas. Se necesitaron más de mil páginas para plasmar la visión apocalíptica que el norteamericano tenía en mente. Un virus devastador, experimentos fallidos, conspiraciones político-militares, gran parte de la población infectada y convertida en vampiros, desolación y supervivencia fueron los ingredientes que Cronin desarrolló a lo largo del relato. Su éxito fue tal que pronto se anunció una serie de televisión basada en la trilogía cuyo segundo volumen por entonces ni siquiera veía la luz del día. Fue una apuesta un poco arriesgada, pero afortunadamente su continuación no sólo ha mantenido el mismo nivel sino que, en varios aspectos, supera a su antecesora.

El Pasaje nos presentó el comienzo de la epidemia que devastó a Estados Unidos en poco tiempo y también a un grupo de sobrevivientes quienes vivían el día a día en medio del desconcierto y la pérdida. Era un relato oscuro, árido, cuyos amplios paisajes reforzaban la sensación de soledad que experimentaban sus personajes y la desesperanza que amenazaba con engullirlos. Solamente en el último tramo de la novela la atmósfera opresiva daba un respiro al lector y a sus protagonistas, no sin antes someterlos a una larga ordalía donde la muerte y el sacrificio parecían ser las únicas cartas de las que disponían la pequeña Amy, los hermanos Jaxon y Fisher, y sus amigos.

Los Doce opta por una estructura más coral respecto de su antecesora desarrollando cuatro líneas argumentales que avanzan y retroceden a lo largo de un siglo desde el ataque del virus. El relato abre con un largo pasaje que toma lugar paralelo a los acontecimientos de la primera novela. En él, distintos sobrevivientes en ciudades cercanas al epicentro de la catástrofe sortean la muerte para conformar un grupo que intenta llegar a la seguridad de la costa este en medio de confusas actividades militares. Si bien esta larga sección se siente como una coda de lo que pudimos apreciar en El Pasaje, también permite a Cronin introducir los elementos que serán determinantes durante el resto de la narración. El autor no deja cabo suelto y a pesar de que este grupo de personajes es nuevo – una apuesta arriesgada como continuación de un proyecto tan extenso – el lector podrá notar cómo muchos de ellos llegarán a ser partes clave en la conclusión del relato. Además, el desenlace del primer tercio del volumen es uno de los pasajes mejor logrados de la trilogía.

El segundo tercio del libro se inicia con otro grupo de personajes, ya 75 años después de que la epidemia comenzara a arrasar la civilización. Una vez más, Cronin toma su tiempo para desarrollar un argumento que gira en torno a un grupo de sobrevivientes que decide salir en un día de campo, bajo la protección de la luz del sol, pero que no cuentan con un repentino eclipse que será aprovechado por los vampiros para dar cuenta de la mayoría de ellos. Quienes lograron escapar también probarán ser piezas esenciales al término de la novela. Solamente después de 300 páginas podemos retomar la historia de los protagonistas que conocimos en El Pasaje. Casi cien años han transcurrido desde los eventos narrados en el primer volumen, el grupo original se encuentra separado, algunos de sus integrantes desaparecidos y otros en distintas funciones en una sociedad que ya comienza a levantarse y a organizarse. En este sentido, Los Doce nos muestra un relato más esperanzador donde una serie de instituciones ya se han reformado – escuelas, cuerpos policiales y militares, iglesias – y se han establecido las estructuras básicas para la subsistencia de grupos cada vez mayores de sobrevivientes.

El subtexto religioso que Cronin incorporó en el primer relato queda relegado a segundo plano en pos de nuevos elementos que agrega al argumento. Junto con la reconstrucción de la sociedad, también es posible apreciar cómo germinan las semillas de la autoridad desbocada, el totalitarismo, el terrorismo, lo peor de la naturaleza humana. En un pequeño pueblo llamado La Patria, un grupo de individuos ha decidido usar la sangre de uno de los infectados a quien mantienen cautivo para obtener una vida más larga de lo normal y poder esclavizar a aquellos humanos capturados a lo largo de los años. La Patria se ha transformado en servidores de Los Doce – los hombres infectados por el virus original – quienes ahora, con cuerpos monstruosos y legiones de vampiros a sus órdenes, buscan la subyugación de los sobrevivientes.

La última parte del libro nos muestra a un autor en plena forma, capaz de unir hábilmente todos los elementos que ha planteado desde el comienzo de la novela, incluso cuando estos se distancian por miles de kilómetros y decenas de años, en una demostración sólida de destreza narrativa. Si bien por momentos se suceden acontecimientos importantes a un ritmo vertiginoso, Cronin nunca pierde de vista lo medular, sus personajes. Sin importar cuán gigantescos parezcan ser los sucesos, el autor jamás titubea a la hora de detenerse, dar un respiro al lector y mostrarle qué tipo de personas son aquellas que deben atravesar por tan dolorosas experiencias y por qué importan tanto. Además de ser un relato que deja entrever un futuro un poco más luminoso de lo que presenciamos en El Pasaje, Los Doce también es un trabajo de una estructura más sólida, de mejor ritmo y gran caracterización. Un paso adelante respecto de su predecesora.

Isaac Civilo B.

Los Doce (Trilogía El Pasaje 2)
Justin Cronin
Umbriel
2014
800 páginas

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