Reseña: Endymion de Dan Simmons


Endymion

Después del éxito rotundo de sus dos primeras obras de ciencia ficción, Dan Simmons se tomó cinco años para volver al mundo de los Cantos de Hyperion. En el momento de su publicación original en inglés, las expectativas eran muy altas debido al enorme éxito de ventas y crítica de sus dos novelas predecesoras y del altísimo estándar que ambas habían establecido en el mundo de la ciencia ficción anglosajona. En ese contexto, la continuación de una saga tal siempre es un punto delicado donde el autor debe retomar el universo ya creado replicando gran cantidad de elementos, y al mismo tiempo proyectar dicho universo para no caer un una mera repetición de una fórmula ya explorada.

Por supuesto, el punto de partida vuelve a ser John Keats, el poeta inglés cuya obra es la principal inspiración de estos Cantos. El poema que forma la base de la narración es Endymion, escrito alrededor de 1818 y basado en el mito griego homónimo donde el pastor protagonista es amado por la diosa de la luna, Selene. En la novela, Raúl Endymion, joven guía de cacería y pastor en la ciudad de la que toma su nombre, es acusado injustamente de asesinato y condenado a muerte por la Iglesia Católica. En el momento de su ejecución, Endymion es adormecido para después despertar en la casa del anciano Martin Silenus, uno de los peregrinos originales de Hyperion. Aquí es donde el poeta-sátiro encomienda al joven guía el rescate de su sobrina Aenea además de diversas misiones que debe llevar a cabo en el proceso. El pastor acepta ingenuamente pensando que Silenus está jugándole una broma y accede a sumergirse en esta tarea con visos de hazaña épica. Aenea resulta ser la hija de Brawne Lamia, compañera de Silenus en la peregrinación original hacia Las Tumbas del Tiempo, y el cíbrido de John Keats, una niña que ha nacido de la fusión humano-mecánica de sus padres y que juega el rol de mesías que regresa desde el futuro a través de las tumbas para derrocar a la religión católica regente. Tras el rescate de la menor por parte de Endymion y su androide Bettik, la iglesia comienza su persecución a través de diferentes planetas a fin de capturar a Aenea y eliminar la amenaza que representa para el orden eclesiástico, persecución que se extiende por más de 600 páginas.

Esta premisa podría parecer bastante simple comparada con la riqueza temática de las primeras novelas de la saga, pero Simmons saca gran partido a lo acotado de la trama para presentarnos un universo que ha cambiado mucho en tres siglos. La Hegemonía y su poder han desaparecido. La caída del tecnonúcleo y la prohibición de usar los teleyectores han devuelto la civilización interplanetaria a un pasado donde tecnologías más rústicas son usadas para la comunicación entre planetas. Este retroceso ha resultado en la destrucción de sociedades, la extinción de razas, y el consecuente aislamiento social y económico. Sin una tecnología imperante, la Iglesia Católica se erige nuevamente como la fuerza dominante agrupando a gran parte de la antigua red de planetas bajo su alero, sacando partido al cruciforme, aquel sistema mecánico-orgánico que posibilita infinitas reencarnaciones a cambio de la entrega en cuerpo y alma. Como es de esperar, el regreso de la iglesia al poder es acompañado por cada uno de los pilares que le ayudaron a consolidar su dominio hace siglos. Por un lado, sus fuerzas militares de Pax llenan el vacío dejado por La Hegemonía en el gobierno de la red de planetas, y por el otro, el brazo más oscuro del poder religioso: la Inquisición.


Simmons sabe que en una novela que replantea todo un universo es necesario presentar de forma detallada dichas transformaciones. En Endymion, él no escatima, y la persecución religiosa de Aenea sirve como el mecanismo perfecto para dar forma a los aspectos del nuevo orden interplanetario. Los protagonistas siguen el río Tetis, que se interna a través de teleyectores en diferentes mundos para escapar de la persecución encabezada por el padre-capitán Federico de Soya. Los teleyectores no han funcionado durante 274 años, pero sí se abren para Aenea revelando que existe otra fuerza desconocida, además del Tecnonúcleo, que puede operarlos. En su escape, Aenea, Endymion y Bettik visitan diferentes planetas con características tan disímiles que es difícil concebirlos como partes de una misma red interplanetaria. Simmons demuestra un envidiable poder imaginativo en la construcción de dichos mundos: sociedades de inclinaciones renacentistas, judías e islámicas; mundos prehistóricos donde las selvas y los ríos se extienden virtualmente por toda su superficie, planetas acuáticos plagados de criaturas cuasi mitológicas donde los seres humanos en su mayoría habitan plataformas, globos tan fríos que la hiperglaciación ha congelado incluso sus atmósferas convirtiéndolas en gigantescas cavernas de hielo exploradas por clanes cazadores de extrañas criaturas y espectros, orbes desérticas y arrasadas por el genocidio ya que sus habitantes nunca se sometieron al cruciforme. En fin, un muy amplio compendio histórico e imaginativo a través del que Simmons expande el ya impresionante universo que había moldeado.

De la misma forma, Simmons aprovecha la naturaleza menos coral de este tercer volumen para caracterizar con gran realismo a sus nuevos personajes. A diferencia de las dos primeras entregas, aquí sólo existe un puñado de protagonistas. Esto ayuda a que el desarrollo de este relato sea más acotado, que el foco de atención no se traslade constantemente entre varias líneas argumentales, y que cada uno de los personajes sea plasmado con mayor profundidad. Aenea, a pesar de ser el mesías encarnado, debe enfrentarse a los miedos y las inseguridades propias de su tierna edad y a las exigencias de una madurez cada vez más abrumadora. Raúl Endymion toma el papel del clásico héroe reticente cuyas vivencias terminan moldeando su ser incluso contra su voluntad. Sin embargo, quizás el más interesante de todos es el padre De Soya, cazador decidido y temerario, pero con un profundo altruismo que arrastra desde su niñez como contrapunto moral que le permite cuestionar los dictámenes de la institución a la que ha decidido entregar su vida. Sus crecientes conflictos internos dan paso al que llegará a ser el personaje más ambiguo de la novela.

Endymion no tiene la misma profundidad que Hyperion. No porque Simmons carezca de las herramientas para lograrlo sino porque ha querido plantear esta tercera novela como una larga introducción que se desarrollará en pleno en el siguiente volumen. Endymion se siente algo menos mitológica que sus predecesoras. Sus lecturas religiosas, poéticas y filosóficas están más tamizadas dentro su tejido, siendo un relato un poco más terrenal, con una textura más mundana. Incluso un personaje como el Alcaudón, ese enigmático emisario indestructible del futuro y guardián de Aenea, es más comprensible que antes, con un papel más manifiesto. En este sentido, quizás no sea una novela tan llamativa e inmediata como los dos volúmenes anteriores, pero es una obra sólida y de ágil lectura, que aborda elementos fundamentales de la saga e incluso resuelve varias incógnitas que Simmons intencionalmente dejó abiertas al final del segundo volumen al mismo tiempo que plantea nuevas interrogantes para un desenlace prometedor en el relato final.

Isaac Civilo B.

Endymion (Los Cantos de Hyperion III)
Dan Simmons
Ediciones B
2016
728 páginas

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