Reseña: Criptonomicón de Neal Stephenson


Criptonomicón

Hace ya bastantes años que el nombre de Neal Stephenson forma parte de lo más selecto de la ciencia ficción y de la literatura de anticipación. Desde 1984 el estadounidense ha publicado obras complejas, de largo aliento, llenas de conceptos científicos colosales y de un gran alcance antropológico, además de detallar las transformaciones sociales que estamos próximos a enfrentar. Snowcrash, publicada en 1992, fue la obra que catapultó a Stephenson al estatus de autor de culto, y siete años después Criptonomicón fue la novela que lo consolidó como uno de esos pocos escritores capaces de llegar a las masas sin comprometer su visión. De hecho, su trayectoria se ha desarrollado en la dirección contraria a lo que el mercado dicta, con libros cada vez más complejos, extensos y audaces que alcanzaron su cénit en aquella trilogía que abarcaba 300 años de historia conocida como El Ciclo Barroco, y que conecta ingeniosamente con la obra aquí reseñada.

En honor a la verdad, Criptonomicón marcó un punto de inflexión en la carrera de Stephenson. Fue su primera novela cercana a las mil páginas y desde entonces ninguno de sus trabajos ha sido menor a las 800. La narración se desarrolla en dos líneas que a pesar de estar separadas por décadas, se conectan a través de algunos de sus personajes y de diferentes detalles que se revelan a medida que la historia se despliega. Por un lado, ésta comienza en el año 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, no tanto en la lucha descarnada del campo de batalla sino en otro tipo de guerra, la criptográfica, y en los intentos de las fuerzas aliadas por romper los códigos de la Alemania nazi a fin de obtener ventajas estratégicas y sabotear las operaciones de las fuerzas del Eje en momentos clave. Por otro lado, la segunda línea se desarrolla a finales de los 90 cuando un grupo de tecnócratas trata de construir un santuario para datos digitales llamado La Cripta en el Sultanato de Kinakuta, un reino imaginario que, en el mundo trazado por Stephenson, se encuentra cerca de Filipinas. La mixtura de personajes, eventos y datos ficticios y reales cruza toda la novela, y es prueba de los talentos narrativos del escritor norteamericano quien es capaz de combinarlos y obliterar la línea que divide lo verídico de lo imaginario.

En 1942, el criptógrafo de la armada estadounidense Lawrence Pritchard Waterhouse, quien también resulta ser un genio matemático, es asignado a Inglaterra, específicamente al destacamento secreto 2702, a fin de descifrar los códigos generados por la máquina alemana Enigma. Durante el mismo período, Waterhouse traba amistad con el matemático, científico y filósofo inglés Alan Turing, inventor de la máquina de Turing, y con el criptógrafo y matemático alemán Rudolf von Hacklheberg, amante del genio inglés por un breve período de tiempo antes de que Turing y Waterhouse comenzaran a trabajar en la sección naval Enigma del complejo Bletchley Park, donde los códigos del Eje eran analizados.

Paralelamente a las peripecias que Waterhouse experimenta a lo largo del relato (espionaje, descubrimientos, enamoramiento de una joven oriunda del ducado ficticio de Qwghlm en el norte del Reino Unido, una de las creaciones más jocosas del libro), Stephenson nos presenta un amplio rango de personajes memorables. Bobby Shaftoe, Sargento Marine, veterano de guerra, escritor de poemas Haiku, adicto a la morfina y ejecutor de los planes que Waterhouse desarrolla en Bletchley Park. Sobreviviente por naturaleza, Shaftoe mantiene una relación romántica con una joven filipina cuya vida se verá constantemente amenazada por las fuerzas niponas invasoras y con quién intenta reencontrarse a pesar de que los planes del criptógrafo lo hacen recorrer gran parte de Europa. Junto a Shaftoe, se encuentra el sacerdote católico y físico Enoch Root, un personaje cuya edad real es uno de los misterios que el libro no responde y que parece moverse sin dificultad entre el conflicto armado de los años 40 y el proyecto informático de los 90, y como si fuera poco, también a finales del siglo XVIII en El Ciclo Barroco, la novela que Stephenson escribió posteriormente. Igualmente fascinante es el teniente del Ejército Imperial Japonés Goto Dengo, un gigante profundamente religioso, amante de la poesía y aficionado al baseball quien literalmente regresa de la muerte tras la derrota del ejército nipón para liderar una de las más grandes empresas de ingeniería de las décadas siguientes.

El sobrino de Lawrence Pritchard Waterhouse, Randy Waterhouse, es el hilo conductor del segundo relato, aquel que se desarrolla alrededor de 1997 donde interviene otra amplia gama de personajes no menos variopintos. Randy es lo que lisa y llanamente podemos definir como un nerd. Desde su infancia se ha sentido obsesionado por la tecnología de vanguardia, sus ramificaciones y aplicaciones, y que en la más clásica tradición nerd se empareja, en una relación tensa, con una deportista de inclinación humanista cuyos amigos y profesores universitarios pertenecen a grupos que giran en torno a tertulias filosóficas críticas de la tecnocracia y, básicamente, de cualquier rumbo que la sociedad moderna, condenada de antemano, pueda tomar; momentos en que Stephenson descarga sus mordaces críticas a un humanismo moderno pseudointelectual ignorante, un progresismo de la peor calaña. Tempranamente en la novela, Randy se separa de su novia y viaja al sultanato de Kinakuta con su amigo Avi, otro nerd obsesionado por la tecnología y el holocausto, a fin de construir aquel santuario para datos llamado La Cripta. El proyecto avanza sin problemas hasta que un descubrimiento submarino obliga a replantearlo en su totalidad. La Cripta puede transformarse en el último bastión de resistencia antigubernamental al servicio de los ciudadanos comunes y el fin de la dependencia económica de las grandes multinacionales tras dichos gobiernos. Esto pone en marcha otra guerra, pero al igual que la descrita en los años 40, se juega en el campo de la información y la criptografía.

A pesar de las inmensas distancias temporales y geográficas, Stephenson une todas las líneas narrativas con gran maestría, encajando todas las partes de este gigantesco rompecabezas, no tan solo a nivel de tramas sino a nivel de la amplia gama de personajes que sobreviven a la Segunda Guerra Mundial y a sus décadas posteriores o cuyos descendientes jugarán papeles fundamentales en un proyecto visionario. Pese a la complejidad de las disciplinas a las que Stephenson hace referencia a lo largo de la narración, Criptonomicón es un libro de lectura rápida, ágil, gracias a la sencillez y la ligereza de su pluma y a su mordaz sentido del humor. Hay innumerables digresiones sobre los temas más disímiles: órganos de iglesia y Bach, las barbas y sus connotaciones antropológicas, los enanos de Tolkien y su naturaleza, remolinos de polvo, ruedas de bicicletas, reparticiones de bienes post funerales y eyaculaciones, entre otros, todos enfocados desde la criptografía y la matemática, explicados a través de complejas fórmulas, en una demostración humorística de gran agudeza. De la misma manera, las innumerables relaciones familiares de los personajes y sus árboles genealógicos, tópicos no menos importantes para el autor, son diseccionados con escalpelo, revelando una notable cantidad de matices extraños, psicóticos y cómicos, rayanos en lo surrealista. Incluso la mitología griega y la Titanomaquia salen al ruedo en uno de los pasajes más originales e ingeniosos del libro como punto de partida para explicar las raíces de la tecnología, la conducta humana, su agresividad intrínseca, y cómo nuestra ansia por derribar conceptos, principios y civilizaciones enteras en alardes progresistas produce justamente el resultado contrario al deseado, es decir, el regreso de los mismos modelos que se buscaba erradicar en primer lugar.

Si bien siempre se ha descrito esta narración como un trabajo de culto para los hackers, es necesario entender que Stephenson va mucho más allá de las ciencias computacionales. Sus planteamientos se proyectan décadas hacia el futuro, pero también regresan siglos hacia las raíces mismas de lo que se puede definir como criptografía en un relato que a pesar de estar construido con el estilo y las herramientas de la ciencia ficción, constituye una imponente novela histórica, abrumadoramente entretenida y apasionante, que se proyecta hacia el pasado y hacia la posteridad por igual.

Isaac Civilo B.

Criptonomicón
Neal Stephenson
Nova
2016
864 páginas

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