Reseña: Luna: Luna Nueva de Ian McDonald


Luna: Luna Nueva

"Ian McDonald es uno de los mejores escritores de ciencia ficción del mundo. Sus novelas son feroces, brillantes, sabias. Iluminan, instruyen y entretienen de manera espectacular".

Kim Stanley Robinson

Ian McDonald puede no ser uno de los escritores de ciencia ficción más famosos entre la amplia gama de exponentes del género, pero sí es uno de los mejores y más interesantes escritores de los últimos 40 años. Hijo de madre irlandesa y padre escocés, Mcdonald ha forjado su carrera discretamente desde 1988, año en que publicó su primer trabajo, Desolation Road, hasta llegar a publicar obras tan agudas como El Río de los Dioses (2004), Brasyl (2007) o The Dervish House (2009), todas novelas que le valieron ser nominado a los premios más importantes de la ciencia ficción a nivel mundial y a trascender la distribución mayoritariamente europea de su obra.

Su interés en diferentes culturas y tradiciones lo ha llevado a plantear muchos de sus relatos en localidades con poderosas raíces culturales y un rico folclore. Ha integrado hábilmente la religión hindú, las tradiciones mágicas del antiguo Brasil y las creencias islámicas a sus libros, entrelazándolas con robótica, nanotecnología e inteligencias artificiales en un esfuerzo titánico por forjar nuevas mitologías que puedan ser planteadas en nuestra época de la manera más natural posible. Sus novelas siempre presentan relatos corales de complejos personajes, conectados de maneras sorprendentes en momentos y lugares que son el epicentro de cambios sociales, políticos y económicos. La densidad de sus narraciones es tal que a menudo parecen ser novelas mucho más largas de lo que realmente son, producto del gran detalle de las descripciones, la dinámica de su estilo y la compleja estructura que sostiene la trama. En general, sus escritos son extensos tour de force, vigorosos ejemplos de virtuosismo narrativo.

Luna: Nueva Luna es la primera parte de una saga que se desarrolla en un futuro no tan lejano. La industrialización de la luna por parte de las familias pioneras ha llevado al desarrollo de una pequeña sociedad feudal dominada por cinco grandes casas: las familias Vorontsov, Sun, Asamoah, Mackenzie y Corta. Todas éstas controlan el monopolio de mercados específicos como la agricultura, el transporte, la minería, la tecnología y el Helio-3. Éste último es particularmente importante para la tierra ya que abastece sus reactores nucleares y sin él continentes enteros se verían sumidos en la oscuridad. La historia gira en torno al conflicto entre los grupos industriales Mackenzie y Corta que se arrastra desde hace décadas. Por un lado, los Mackenzie, originarios de Australia, fueron la primera familia en establecerse en la luna y desarrollar un monopolio poderoso bajo la estructura de un patriarcado. Tienen fama de ser grandes empresarios, de naturaleza beligerante. Por el otro lado, la familia brasileña de los Corta es la más nueva de las dinastías lunares y su matriarca, Adriana Corta, fundadora de la compañía Corta Helio y antigua trabajadora para la familia Mackenzie, fue la primera mujer de su nacionalidad en poner pie en la luna y erigir un imperio que le ha robado protagonismo y poder a sus enemigos. Los puntos de vista de los personajes se alternan a medida que la historia avanza desplegando la intrincada red de relaciones que las dinastías mantienen entre sí a fin de sostener el frágil equilibrio en una constante lucha de poder descarnada aunque soterrada.

El nivel de detalle del mundo que McDonald ha construido en esta novela es extraordinario. A pesar de que los habitantes lunares han dominado la avanzada tecnología que les permite sobrevivir en un territorio tan árido, las exigencias corporales de la luna son las que definen sus vidas. La dureza de su atmósfera, la baja gravedad de la misma y el polvo lunar son sólo algunos de los factores que los millones de personas que viven aquí deben afrontar. La presión que ejerce la luna en cada uno de sus habitantes es tal que los obliga a decidir si continuarán viviendo en ella o regresarán a la tierra ya que, después de un par de años, la estructura ósea y muscular se debilita tanto que es peligroso volver a su planeta natal debido a la mayor gravedad. En este sentido, los esfuerzos industriales de las familias han sido gigantescos y subrayan las dificultades que han debido afrontar década tras década para obtener las ganancias que les han permitido construir sus imperios económicos.  

Desde las primeras páginas de la obra se respira un aire de conspiración. McDonald aprovecha a la perfección la estructura coral para trazar complejas alianzas estratégicas no solamente entre las dos familias más poderosas sino también las restantes casas menores que esperan en los bordes de la lucha a fin de recoger los restos del combate y acrecentar su influencia. Ambas dinastías son absorbidas lentamente por conspiraciones de mayor envergadura. En las sombras, otros poderes han establecido sus propios proyectos y han forjado alianzas insospechadas. Y a su vez, estas mismas dinastías se ven envueltas en maquinaciones e intrigas incluso mayores. Congregaciones religiosas que consideran la luna como un laboratorio a gran escala para experimentar con diferentes tipos de sociedades y que buscan manipular cada una de las familias desarrollando sus propios proyectos al cruzar las líneas genéticas de sus descendientes, grupos de poder económico cuyos objetivos son absorber casas completas junto con sus riquezas e intereses, corporaciones anónimas que profetizan el desarrollo de una sociedad lunar independiente a través de sistemas tecnológicos; todas girando furiosamente en un maelstrom de intereses políticos y económicos. Página tras página, el autor responde interrogantes a medida que plantea más preguntas. Con un ritmo inflexible, afilado como bisturí, lleva el relato hacia un desenlace imponente e implacable que significará un completo nuevo orden en la sociedad lunar.

Ian McDonald ha creado un fresco imaginativo impresionante, una novela de primer nivel. No son muchos los escritores capaces de describir la crisis económica y política de una civilización entera de forma tan clara, usando frases cortas, rápidas, cáusticas, como él lo hace. Todos sus personajes son notablemente complejos a pesar de ser esbozados con trazos mínimos, como la mismísma Adriana Corta cuya vida es narrada en su totalidad en tres o cuatro capítulos cortos de una manera tan ágil, diáfana y evocadora que nos hace preguntarnos de qué sería capaz McDonald si dedicara una novela tan sólo a uno o dos personajes en lugar de a una docena. Todos son seres pletóricos de contradicciones, vicios, vanidades y ambiciones de lo más extrañas; personajes viscerales, en muchos casos rayanos en lo grotesco. No todo es inmoralidad y defecto, sin embargo. Existe un aire de melancolía y pérdida que se filtra a través de las páginas, añoranza por lo que sus protagonistas han dejado atrás: la madre tierra, sus familias, los seres amados, el agua del mar, su aroma, el cielo o el simple hecho de poder respirar aire libremente. Incluso los más jóvenes, aquellos que nunca han visitado la tierra, sienten esa atracción y esa tristeza que se precipita desde su propia carne, desde sus propios genes como la gravedad lunar sobre las aguas terrestres. Existen momentos de delicada intimidad y de frágil belleza en Luna: Nueva Luna, momentos que contrastan soberbiamente con personajes monstruosos e instantes de una extrañeza lírica nostálgica.

Mucho se ha hablado sobre Luna: Nueva Luna como un Juego de Tronos en el espacio  y hasta cierto punto es cierto. Los sorpresivos giros de tuerca, la desaparición inesperada de personajes principales, los duelos a muerte y la estructura social feudal son características que ambas sagas comparten, pero la principal influencia de Luna, así como también uno de los principales referentes de Juego de Tronos, es una obra anterior y muy superior a la de George R. R. Martin: Dune de Frank Herbert. El lector avezado puede encontrar alusiones a dicha mítica obra de ciencia ficción diseminadas a lo largo de sus 400 páginas. El conflicto entre dinastías feudales, las líneas narrativas en forma de fuga, el ambiente inhóspito de un planeta/satélite remoto, la profundidad de sus personajes, una economía sustentada en sustancias extrañas y escasas, conspiraciones de proporciones galácticas, por nombrar solamente algunas, son características que Herbert incorporó a la ciencia ficción hace décadas y han sido explotadas posteriormente por escritores de manera incansable.

McDonald también lo emula, pero de una manera excelente. Si bien Luna: Nueva Luna puede no alcanzar las cotas filosóficas de Dune, su evidente virtuosismo al intercalar diferentes hilos narrativos de manera tan hábil, su trasfondo multicultural, la agilidad y precisión de su prosa, su dimensión intelectual y su inventiva convierten a ésta en una de las mejores novelas de ciencia ficción de los últimos años, una novela que el autor podría expandir fácilmente en cinco o seis libros. Desconocemos si tal será el caso, pero por el momento, lo que hay es excelente. Como indicara Kim Stanley Robinson, autor de La Trilogía de Marte, “éste es un escritor que ilumina, instruye y entretiene de manera espectacular”.  Sólo resta esperar que la adaptación televisiva sea de una calidad cercana al libro. Quizás sea el momento en que McDonald, al fin, alcance la fama que se merece como uno de los mejores escritores de las últimas décadas, y con un poco de suerte podremos esperar reediciones de sus trabajos anteriores ya que cantidad y calidad hay de sobra.

Isaac Civilo B.

Luna: Luna Nueva (Luna 1)
Ian McDonald
Nova
2016
432 páginas

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