Reseña: Luna: Luna Nueva de Ian McDonald
Luna: Luna Nueva
"Ian McDonald es uno de los mejores escritores de ciencia ficción del mundo. Sus novelas son feroces, brillantes, sabias. Iluminan, instruyen y entretienen de manera espectacular".
Kim Stanley Robinson

Su interés en diferentes culturas y
tradiciones lo ha llevado a plantear muchos de sus relatos en localidades con poderosas
raíces culturales y un rico folclore. Ha integrado hábilmente la religión
hindú, las tradiciones mágicas del antiguo Brasil y las creencias islámicas a
sus libros, entrelazándolas con robótica, nanotecnología e inteligencias
artificiales en un esfuerzo titánico por forjar nuevas mitologías que puedan
ser planteadas en nuestra época de la manera más natural posible. Sus novelas
siempre presentan relatos corales de complejos personajes, conectados de
maneras sorprendentes en momentos y lugares que son el epicentro de cambios
sociales, políticos y económicos. La densidad de sus narraciones es tal que a
menudo parecen ser novelas mucho más largas de lo que realmente son, producto
del gran detalle de las descripciones, la dinámica de su estilo y la compleja
estructura que sostiene la trama. En general, sus escritos son extensos tour de force, vigorosos ejemplos de
virtuosismo narrativo.
Luna:
Nueva Luna es la primera parte de una saga que se desarrolla en un futuro no tan
lejano. La industrialización de la luna por parte de las familias pioneras ha
llevado al desarrollo de una pequeña sociedad feudal dominada por cinco grandes
casas: las familias Vorontsov, Sun, Asamoah, Mackenzie y Corta. Todas éstas
controlan el monopolio de mercados específicos como la agricultura, el
transporte, la minería, la tecnología y el Helio-3. Éste último es particularmente
importante para la tierra ya que abastece sus reactores nucleares y sin él
continentes enteros se verían sumidos en la oscuridad. La historia gira en
torno al conflicto entre los grupos industriales Mackenzie y Corta que se
arrastra desde hace décadas. Por un lado, los Mackenzie, originarios de
Australia, fueron la primera familia en establecerse en la luna y desarrollar
un monopolio poderoso bajo la estructura de un patriarcado. Tienen fama de ser
grandes empresarios, de naturaleza beligerante. Por el otro lado, la
familia brasileña de los Corta es la más nueva de las dinastías lunares y su
matriarca, Adriana Corta, fundadora de la compañía Corta Helio y antigua
trabajadora para la familia Mackenzie, fue la primera mujer de su nacionalidad
en poner pie en la luna y erigir un imperio que le ha robado protagonismo y
poder a sus enemigos. Los puntos de vista de los personajes se alternan a
medida que la historia avanza desplegando la intrincada red de relaciones que
las dinastías mantienen entre sí a fin de sostener el frágil equilibrio en una
constante lucha de poder descarnada aunque soterrada.

Desde las primeras páginas de la
obra se respira un aire de conspiración. McDonald aprovecha a la perfección la
estructura coral para trazar complejas alianzas estratégicas no solamente entre
las dos familias más poderosas sino también las restantes casas menores que
esperan en los bordes de la lucha a fin de recoger los restos del combate y
acrecentar su influencia. Ambas dinastías son absorbidas lentamente por
conspiraciones de mayor envergadura. En las sombras, otros poderes han establecido sus propios proyectos y han
forjado alianzas insospechadas. Y a su vez, estas mismas dinastías se ven
envueltas en maquinaciones e intrigas incluso mayores. Congregaciones
religiosas que consideran la luna como un laboratorio a gran escala para
experimentar con diferentes tipos de sociedades y que buscan manipular cada una
de las familias desarrollando sus propios proyectos al cruzar las líneas
genéticas de sus descendientes, grupos de poder económico cuyos objetivos son
absorber casas completas junto con sus riquezas e intereses, corporaciones
anónimas que profetizan el desarrollo de una sociedad lunar independiente a
través de sistemas tecnológicos; todas girando furiosamente en un maelstrom de intereses políticos y
económicos. Página tras página, el autor responde interrogantes a medida que
plantea más preguntas. Con un ritmo inflexible, afilado como bisturí, lleva el
relato hacia un desenlace imponente e implacable que significará un completo
nuevo orden en la sociedad lunar.
Ian McDonald ha creado un fresco
imaginativo impresionante, una novela de primer nivel. No son muchos los
escritores capaces de describir la crisis económica y política de una
civilización entera de forma tan clara, usando frases cortas, rápidas, cáusticas,
como él lo hace. Todos sus personajes son notablemente complejos a pesar de ser
esbozados con trazos mínimos, como la mismísma Adriana Corta cuya vida es
narrada en su totalidad en tres o cuatro capítulos cortos de una manera tan
ágil, diáfana y evocadora que nos hace preguntarnos de qué sería capaz McDonald
si dedicara una novela tan sólo a uno o dos personajes en lugar de a una docena.
Todos son seres pletóricos de contradicciones, vicios, vanidades y ambiciones de
lo más extrañas; personajes viscerales, en muchos casos rayanos en lo grotesco.
No todo es inmoralidad y defecto, sin embargo. Existe un aire de melancolía y
pérdida que se filtra a través de las páginas, añoranza por lo que sus
protagonistas han dejado atrás: la madre tierra, sus familias, los seres
amados, el agua del mar, su aroma, el cielo o el simple hecho de poder respirar
aire libremente. Incluso los más jóvenes, aquellos que nunca han visitado la
tierra, sienten esa atracción y esa tristeza que se precipita desde su propia
carne, desde sus propios genes como la gravedad lunar sobre las aguas
terrestres. Existen momentos de delicada intimidad y de frágil belleza en Luna: Nueva Luna, momentos que
contrastan soberbiamente con personajes monstruosos e instantes de una
extrañeza lírica nostálgica.

McDonald también lo emula, pero de una
manera excelente. Si bien Luna: Nueva
Luna puede no alcanzar las cotas filosóficas de Dune, su evidente virtuosismo al intercalar diferentes hilos
narrativos de manera tan hábil, su trasfondo multicultural, la agilidad y
precisión de su prosa, su dimensión intelectual y su inventiva convierten a ésta
en una de las mejores novelas de ciencia ficción de los últimos años, una
novela que el autor podría expandir fácilmente en cinco o seis libros.
Desconocemos si tal será el caso, pero por el momento, lo que hay es excelente.
Como indicara Kim Stanley Robinson, autor de La Trilogía de Marte, “éste
es un escritor que ilumina, instruye y entretiene de manera espectacular”. Sólo resta esperar que la adaptación
televisiva sea de una calidad cercana al libro. Quizás sea el momento en que McDonald,
al fin, alcance la fama que se merece como uno de los mejores escritores de las
últimas décadas, y con un poco de suerte podremos esperar reediciones de sus
trabajos anteriores ya que cantidad y calidad hay de sobra.
Isaac Civilo B.
Luna: Luna Nueva (Luna 1)
Ian McDonald
Nova
2016
432 páginas
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