Reseña Cine: El Primer Hombre en la Luna


Probablemente ésta sea la mejor cinta de Damien Chazelle. El joven director de Whiplash y La La Land cambia el enfoque y pasa de la veta musical de dichos trabajos al biopic en un formato de drama clásico. El relato describe, desde 1961, cómo Neil Armstrong llegó a la luna en Julio de 1969, en un momento particularmente adverso para Estados Unidos en la carrera espacial contra la Unión Soviética.

A diferencia de la inmensa cantidad de películas hollywoodenses que se juegan todo en convertir a hombres normales en héroes y superhéroes, muchos de ellos con una evidente falta de matices, Chazelle realiza el viaje opuesto. Su acercamiento al personaje es justamente desmitificar aquella figura más grande que la vida. Desde los primeros minutos de la película el director establece su tono: una narración que se desarrolla en torno a los momentos más íntimos, sea en su hogar, rodeado de sus hijos y su esposa, o como piloto de pruebas en medio de las nubes años antes de postular a la NASA y embarcarse en la misión que cambiaría el rumbo de la carrera espacial. Aunque no a sí mismo.

El momento clave ocurre a los pocos minutos de metraje. Desde que es golpeado por la muerte de su hija de dos años debido a un tumor cerebral, Armstrong – interpretado por Ryan Gosling en una de sus mejores actuaciones – comienza a transitar un camino ascendente que lo llevará a estampar su huella en el satélite. Desde el abandono de un trabajo sin retos se suceden problemas maritales en una relación exquisitamente graduada con su esposa Janet – otra gran actuación por parte de Claire Foy –, la muerte de un camarada durante el proyecto Gemini y las muertes posteriores de compañeros ya durante el proyecto Apolo. Todo esto carga el matrimonio con las dudas, la incertidumbre de un futuro cada vez más nebuloso. Por si esto fuese poco, el astronauta siempre fue un personaje huraño, ajeno a la charla trivial, lejano a los aspavientos y a las explosiones emocionales. En ese sentido Chazelle y Gosling crean un retrato realista de un (anti)héroe que procesa todo en su interior y levanta muros incluso para los más cercanos.

La cámara del joven director es capaz de internarse en los entresijos de tal personalidad y captar la esencia del viaje de Armstrong. Ésta nunca fue el cumplimiento de las metas – personales o profesionales – y la superación de los desafíos que se le presentaban sino la forma en que procesaba angustiosamente el dolor con el que cargaba durante años. El silencio al que Chazelle recurre tanto en momentos íntimos como en el satélite mismo es una de las herramientas que le permiten retratar la fragilidad de dicho periplo. Si bien, es posible percibir que el andamiaje completo de la cinta apunta hacia el viaje al exterior, lo fundamental es el angustioso movimiento, casi telúrico en su fuerza, que su protagonista debe experimentar. El ritmo que Chazelle imprime a la cinta está graduado con pulso clínico, con todas las escenas y su desarrollo apuntando hacia el momento de catarsis donde el dolor inexpresable al fin encuentra su liberación fuera del planeta, en el silencio y la soledad más absolutos.


Hay momentos también en los que El Primer Hombre en la Luna rezuma grandeza en su sentido más clásico. La poética cámara de su director despliega las grandes magnitudes de las distancias y la penumbra, lo desconocido y la superación, como en algunas de las mejores secuencias espaciales de las últimas décadas cuando el Apollo 11 despega hacia la luna y en el alunizaje mismo. Sin embargo, Chazelle regresa al centro de su cinta una y otra vez, sin dejar duda que la verdadera odisea es hacia el interior y a la lucha con un tormento que consume todo, a un viaje redentor que adquiere dimensiones cósmicas.

Isaac Civilo B.

The First Man
Damien Chazelle
Estados Unidos 
2018
141 mins.

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