True Detective
Tercera Temporada – Parte Dos
Tras los cuatro primeros episodios de
la temporada era claro que Nic Pizzolatto había decidido borrar el mal sabor de
boca que la segunda entrega había dejado en la audiencia de True Detective y en HBO. El escritor
estadounidense regresó al gigante televisivo con una nueva propuesta que, en
honor a la verdad, se asemejaba mucho a la serie que se consagró como uno de
los estrenos más exitosos de las últimas décadas. Aquellos primeros ocho
episodios donde los detectives interpretados por Matthew McConaughey y Woody
Harrelson se involucraban en la búsqueda de un asesino y que adquiriría ribetes
existenciales colindantes con el horror cósmico, al mismo tiempo que
sobrellevaban sus convulsionadas vidas, dejó la vara muy alta para cualquier
entrega posterior.
La historia de la temporada que acaba
de finalizar se situó en Arkansas en tres líneas narrativas – 1980, 1990 y 2015
–, cuando la desaparición de dos hermanos abre un caso que se extenderá durante
décadas. Los detectives Wayne Hays (Mahershala Ali) y Roland West (Stephen Dorf
en una soberbia actuación) asumen la investigación donde falsos culpables son
acusados constantemente. Ambos deben enfrentar la presión política de sus
superiores por cerrar el caso y entregar cierta tranquilidad a la población.
Como es usual en Pizzolatto, el viaje es lúgubre e inquietante, y las pesquisas
mismas funcionan en muchas ocasiones como el elemento que gatilla los
conflictos de sus protagonistas. Problemas maritales plagan las vidas de ambos
detectives con el foco puesto especialmente en Wayne Hays. Esto, sumado al
comienzo de la demencia senil y a una investigación que nunca pudo ser cerrada,
convierten a su protagonista en un hombre herido, atormentado por la vida que
no recuerda y aquella niña víctima a la que nunca pudieron hacer justicia.
Roland West se revela como un pilar para Hays ayudando a que el detective de
color volviera a ser parte del caso en los 90, sacándolo de la sección
administrativa en que estaba perdido, aplacando su ímpetu muchas veces
desbocado y anclándolo a la realidad cuando ambos ya han alcanzado la vejez.
Muchas de las virtudes de la primera
temporada están de vuelta además de elementos estructurales, casi calcados a
los de la temporada inicial. Además de los dos detectives y su viaje hacia la
oscuridad, el joven novelista entrega nuevamente una historia de ritmo cortado
con bisturí. Al igual que en su notable novela Galveston, en sus cuentos cortos, y en la primera temporada,
Pizzolatto es capaz de graduar el relato casi a la perfección, siempre
reteniendo lo medular para el momento preciso de la revelación, dejando pistas
a lo largo del relato que contribuyen al aumento en la tensión aunque el
espectador sea incapaz de detectar tal crescendo gracias a la sutileza de su narrativa. La forma en que el creador de la serie dosifica la información es
única a True Detective, en sus mejores momentos un ejemplo
para la gran mayoría de otras series de TV, incluso a las más exitosas del
mismo HBO. Por supuesto, lo anterior no impide el desarrollo de escenas de
largo aliento que terminan siendo una de las mayores virtudes de la serie, como
aquel largo diálogo entre ambos detectives al final del episodio cinco, uno de
los momentos más logrados en las ocho horas totales de la temporada.
Sin duda, esto denota un gran trabajo
en cuanto a estructura y planificación del relato. En sí mismas, las dinámicas
de las tres líneas narrativas son un claro ejemplo de la habilidad de
Pizzolatto a la hora de articular sus historias y el hacerlas funcionar
alternadamente a través de horas de metraje sin perder un ápice de interés. Esto da
cuenta que, en cada uno de sus niveles, sus narraciones son perfectos mecanismos
de relojería cuyos engranajes no aflojan en ningún instante. Aun así, la
desaparición de los dos infantes y el misterio que los detectives intentan
resolver nunca se sitúa en el centro de la historia. Al igual que en su primera
temporada, lo fundamental se sitúa en las viñetas del relato, en las vidas de
sus protagonistas, sus conflictos personales, familiares y en la forma en que
la investigación trastoca sus existencias al punto de hacerlas tambalear, hasta
que la extrañeza comienza a filtrarse en una realidad que siempre conocieron
muy bien, pero que al final de la historia asemeja más a un mundo que les ha
llegado a ser ajeno, desconocido.

El desenlace quizás sea el mejor
ejemplo de que el misterio y su resolución son elementos complementarios a sus
protagonistas. Uno tras otro, los finales se suceden, pero más allá de las
sorpresas que puedan traer consigo, se enfatiza el daño que ambos detectives
han sufrido, no por los crímenes que han cometido, sino por aquellos que no han
resuelto y que se mantienen volviendo a través de las décadas como olas que se
llevan consigo las últimas fuerzas de hombres dañados que deciden jugarse sus
últimas cartas a la remota posibilidad de resolver el caso que marcó sus vidas,
pero más que eso, a la oportunidad de poder alcanzar cierta paz interior
durante sus últimos años. En esto, el desenlace es totalmente consecuente con
la filosofía que la serie ha demostrado desde sus inicios.
Sin el horror cósmico, los pasajes
oníricos y el aire a gótico sureño de la primera entrega, la reciente temporada
es una reivindicación y una confirmación. Después de un par de años en que True Detective parecía haber
desaparecido del mapa y prácticamente nadie apostaba por su regreso, Pizzolatto
ha vuelto a ubicarla en el lugar que había ganado el año 2014. Si bien las
cifras de audiencia no fueron de las mejores, la crítica y HBO han respaldado
la solidez de estos ocho episodios abriendo las opciones para próximas
temporadas. Es de esperar que no pasen tres años antes que el joven escritor
entregue un nuevo proyecto a HBO y éste pueda llegar a la pantalla chica con su
impronta ya propia y bien ganada.
Isaac Civilo B.
True
Detective – Tercera Temporada
Nic
Pizzolatto
Estados
Unidos
2019
55
mins.
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