Reseña: Lotería Solar de Philip K. Dick


Lotería Solar

Ésta es la primera novela que escribiera Philip K. Dick, en 1955. Mucho antes de la llamada Nueva Ola de escritores de ciencia ficción que llegara con la antología Visiones Peligrosas de Harlan Ellison más de una década después, el autor de Ubik ya estaba gestando aquellas ideas que poblarían cientos de páginas en sus 34 novelas siguientes y decenas de cuentos cortos, y servirían de inspiración para un sinfín de películas dentro y fuera de Hollywood hasta nuestros días.

La historia se desarrolla en un futuro distante, siglo XXIII, en la Federación de los Nueve Planetas. Ésta es una civilización que se jacta de su transparencia e igualdad debido al sistema en que el Presentador es elegido. Éste, una suerte de presidente de la federación, asume y deja su cargo gracias a una técnica al azar llamada la botella. Los caprichosos saltos de la misma pueden deponer al Presentador y elegir ciudadanos al azar que deben asumir el mando de la red de planetas. La sociedad misma funciona en base a la teoría de juegos, también llamada Minimax, una forma de inhibir el conocimiento de eventos futuros que permitan a personas o grupos de influencia prever el desarrollo social en diferentes ámbitos y hacerse con el poder. El juego toma el papel del control social en una civilización que ha dejado de creer en las leyes naturales.

Reese Verrick, Gran Presentador, sabe que la botella ha saltado y que ha sido depuesto de su posición en favor de León Cartwright, miembro de una oscura religión llamada Prestonismo. Sin embargo, antes de anunciar su partida, Verrick acepta el juramento de lealtad de Ted Benteley, ingeniero y protagonista de la novela, científico desencantado de la sociedad y que busca socavar sus cimientos, pero manteniendo la integridad del sistema en el que cree, culpando a los humanos de sus falencias. Más allá de su idealismo, Benteley busca sobrevivir ya que en esta sociedad, nadie es capaz de hacerlo si no pertenece a una gran corporación o sirve a un individuo de gran poder. El ingeniero elige la segunda opción.

Una característica del sistema de la botella es que una vez anunciado el nuevo Presentador, es perfectamente legal disponer de un asesino que pueda eliminarlo, algo así como una prueba de fuego. Este intento de asesinato no es solamente legal sino que esperado y seguido por los miembros de su sociedad, incluso televisado, casi un rito. Reese Verrick, recientemente depuesto, intentará asesinar al nuevo Presentador Cartwright a fin de recobrar su posición. Sin embargo, se guarda un as bajo la manga. El asesino, Keith Pellig, no es un ser humano sino un androide controlado por Herb Moore, mano derecha de Verrick, quien intercambia las personalidades de 24 técnicos a fin de evitar que el círculo de telépatas protectores del Presentador se anticipe a las acciones del asesino. Uno de estos técnicos es Ted Benteley quien, sin pensarlo ni desearlo, se ve involucrado en una conspiración política de dimensiones planetarias.

En paralelo, existe una exploración espacial por parte de integrantes de la religión de los prestonitas en pos del descubrimiento del Disco de Fuego, un planeta descubierto por el profeta visionario John Preston. Más allá de la pertenencia del actual Presentador León Cartwright a esta religión, la búsqueda de sus integrantes no guarda mayor relación con la trama principal de la novela y el desenlace del viaje es desconcertante tanto por su desconexión con los sucesos principales de la obra como por su final abierto que no contribuye en nada a aclarar su propósito ni mucho menos su resultado.

En este sentido, y a pesar de sus ideas, la ejecución es notoriamente la de un novelista que da sus primeros pasos. La trama, vertiginosa y vigorosa, deja abiertas una serie de interrogantes que no logra cerrar, quizás por la velocidad con la que escribía Dick, de la que se transformó en víctima. El relato aún no muestra la profundidad filosófica y psicológica que alcanzaría en sus obras de mayor envergadura, los personajes se nos muestran planos durante algunos pasajes y hay varios errores de continuidad. Aquí se adivinan los retazos de una ciencia ficción, en los años 50, que era un estilo dirigido a los jóvenes, donde todavía importaban más las ideas que las técnicas narrativas y la caracterización de los personajes.

Por supuesto, hay un tono social, político y cultural que es un fiel reflejo del momento en que fue escrito: desconfianza generalizada, el miedo a la guerra atómica, los primeros pasos de la carrera espacial. Lo mismo reflejan sus personajes, más cercanos a la novela o al cine negro como el magnate de dudosa reputación, la secretaria con rasgos de una femme fatale, el héroe que llega a ser tal sin nunca haberlo deseado, los guardaespaldas y los asesinos. Es una descripción adecuada de la primera mitad de los ’50 más que un relato futurista en toda regla. Aun así, ya es posible apreciar las ideas embrionarias que Dick desarrollaría en el resto de su obra. Ahí está el viaje iniciático espacial, la telepatía, la dicotomía androide/humano con sus diferentes personalidades, la paranoia, el futuro distópico, las conspiraciones corporativas.

Lotería Solar no forma parte de aquel grupo de grandes obras de Philip K. Dick. Dista muchísimo de Ubik, El Hombre en el Castillo, ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?, Los Tres Estigmas de Palmer Eldritch, Fluyan mis Lágrimas, Dijo el Policía y otras cuantas novelas, pero es un trabajo que se deja leer rápidamente, dinámica, plagada de giros de tuerca e intriga política, y, quizás lo más importante, donde se encuentran las semillas que germinarían en algunas de las ideas más originales de la ciencia ficción de las décadas posteriores.

Isaac Civilo B.

Lotería Solar
Philip K. Dick
Minotauro
216 páginas

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