Reseña: ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? de Philip K. Dick


¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?

Cincuenta años han pasado desde que Philip K. Dick publicara uno de los libros definitorios de su canon y también de la ciencia ficción. Con dos excelentes adaptaciones cinematográficas de este trabajo a su haber, la obra del autor norteamericano parece estar más vigente que nunca. A pesar de habitar toda su vida al borde de la pobreza, presa de las drogas y de varios divorcios, existe algo indefinible en las novelas de Dick, algo que deslumbró no solamente a los escritores del género que compartía sino que trascendió cualquier barrera posible al punto que muchas veces se le considera más cercano a los escritores de la generación beat como Jack Kerouac, Alan Ginsberg y especialmente a William S. Burroughs. Incluso en nuestros días, autores tan respetados como Emmanuel Carrère guardan una gran deuda con el autor de Ubik, por no nombrar a virtualmente cada uno de los autores vivos de ciencia ficción y sus numerosas ramas.

¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? se ambienta en un futuro donde la lluvia radioactiva ha envuelto el planeta producto de la Guerra Mundial Terminal, provocando la desaparición de cientos de especies animales y un éxodo masivo hacia Marte. Aquellos que han permanecido en la Tierra habitan ciudades que asemejan un infierno donde la radiación sigue afectando los genes de sus moradores, causando enfermedades y mutaciones. En esto, la novela de Philip K. Dick es una clara precursora del ciberpunk (junto a obras de Samuel R. Delany y John Brunner) que más de una década después cristalizaría en los trabajos de William Gibson y Bruce Sterling, deudores de las visiones de la Nueva Ola de la ciencia ficción. Éstas, sin embargo, estaban lejos de las luces y el glamour de las cintas producidas de Hollywood. Los futuros de Dick siempre fueron monótonos, húmedos y tóxicos.

Nada de esto, no obstante, forma la columna vertebral de esta novela o cualquier otra que haya escrito. Los cuestionamientos de Philip K. Dick siempre fueron de un orden más metafísico, disquisiciones que se internaban en las fibras de la realidad. En este caso, plasmadas a través de los ojos de Rick Deckard, ex-policía y cazador mercenario de androides renegados que han escapado de las colonias en marte, lejos de la esclavitud a la que son sometidos por los humanos. Estos modelos, los Nexus 6, son prácticamente indistinguibles de los seres humanos por lo que su detección se convierte en un trabajo minucioso. Deckard debe rastrear a un grupo de ellos y retirarlos una vez confirmada su identidad a través de la prueba de empatía Voight-Kampff. Éste mide la reacción y el movimiento ocular ante preguntas que son disparadores emocionales.

El autor cruza la ciencia ficción con la novela negra. Las atmósferas oscuras, las oficinas policiales, las persecuciones y los diálogos directos remiten a los textos de Dashiell Hammett y Raymond Chandler aunque cargados con ambigüedad existencialista y tecnología desbordada además de alcances a disciplinas como la psicología y la biología. A medida que la novela avanza Deckard es presa del tormento que produce la comprensión de ser el asesino de algunas de las formas más evolucionadas creadas por el hombre – los androides – en un constante proceso entrópico que el universo mismo lanza contra la humanidad y sus nociones de orden y armonía. La lucha contra la finitud y la muerte es una de las temáticas más profundas de la novela, la impermanencia de la condición humana, que vuelve una y otra vez a través de sus páginas sea en la mente de sus protagonistas, en el precario orden que los personajes pueden alcanzar en sus departamentos y oficinas, o en el ataque del polvo radioactivo que mina sus vidas segundo tras segundo. Antológico es el contraste entre J. R. Isidore – un humano retrasado producto de la radiación – y los androides a los que da refugio en su departamento, prototipos de un ser superior próximo, pero que nunca llegará.

En este sentido, la relación de los humanos con los androides funciona como el mecanismo perfecto para el cuestionamiento de la identidad y sobre la línea que separa lo natural y lo artificial: animales artificiales que reemplazan a los extintos, pero que parecen vivir y sentir como ellos; las dudas de Deckard sobre su propia identidad humana; la desconfianza hacia los propios recuerdos, quizás implantados a través de una técnica que los hace parecer reales; los deseos de una vida mejor de los androides, seres artificiales que, sin embargo, poseen ambiciones y satisfacciones más humanas que hombres y mujeres quienes subsisten penosamente conectándose a dispositivos artificiales.


Dick propone una opción religiosa a estas disyuntivas. No obstante, en sus novelas, la religión siempre es una experiencia dolorosa, angustiosa, a menudo más semejante a un espejismo que a una solución. En la novela, los habitantes de la tierra poseen una caja de empatía en sus departamentos, un dispositivo con el que pueden transportarse al mundo de Wilbur Mercer, una suerte de mesías, que vivió antes de la Guerra y que conmina a sus seguidores a compartir sus experiencias con todos quienes estén usando el dispositivo en ese momento. De ahí la religión del Mercerismo, un movimiento que comparte muchas características del Cristianismo – un mesías, el ciclo vida/muerte/renacimiento, el sentimiento de culpa ante la felicidad personal – y que es socavado por los androides a fin de consolidar su propia identidad.

Es una solución clásica en las obras de Philip K. Dick. Su sistema SIVAINVI, con el que bautizó una de sus últimas novelas, ya se configuraba en esta época junto a su búsqueda teológica de la fuente divina del conocimiento, probablemente la única salida al laberinto de preguntas existente en cada una de sus novelas. Los cuestionamientos de la identidad, del saber y de la realidad desembocaban en ello. Por supuesto, hay un fuerte componente autobiográfico en cada uno de sus trabajos y la revelación final de Rick Deckard conecta directamente con las experiencias religiosas que el autor experimentó en vida, una aproximación a la salvación que existía en la mente de Philip K. Dick. Aunque nunca lleguemos a comprenderla en su totalidad.

Isaac Civilo B.

¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?
Philip K. Dick
Minotauro
296 páginas

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