Reseña: ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? de Philip K. Dick
¿Sueñan los Androides con Ovejas
Eléctricas?

¿Sueñan
los Androides con Ovejas Eléctricas? se ambienta en un futuro donde la
lluvia radioactiva ha envuelto el planeta producto de la Guerra Mundial
Terminal, provocando la desaparición de cientos de especies animales y un éxodo
masivo hacia Marte. Aquellos que han permanecido en la Tierra habitan ciudades
que asemejan un infierno donde la radiación sigue afectando los genes de sus
moradores, causando enfermedades y mutaciones. En esto, la novela de Philip K.
Dick es una clara precursora del ciberpunk (junto a obras de Samuel R. Delany y
John Brunner) que más de una década después cristalizaría en los trabajos de
William Gibson y Bruce Sterling, deudores de las visiones de la Nueva Ola de la ciencia ficción. Éstas,
sin embargo, estaban lejos de las luces y el glamour de las cintas producidas
de Hollywood. Los futuros de Dick siempre fueron monótonos, húmedos y tóxicos.
Nada de esto, no obstante, forma la
columna vertebral de esta novela o cualquier otra que haya escrito. Los
cuestionamientos de Philip K. Dick siempre fueron de un orden más metafísico,
disquisiciones que se internaban en las fibras de la realidad. En este caso,
plasmadas a través de los ojos de Rick Deckard, ex-policía y cazador mercenario
de androides renegados que han escapado de las colonias en marte, lejos de la
esclavitud a la que son sometidos por los humanos. Estos modelos, los Nexus 6, son prácticamente
indistinguibles de los seres humanos por lo que su detección se convierte en un
trabajo minucioso. Deckard debe rastrear a un grupo de ellos y retirarlos una vez confirmada su
identidad a través de la prueba de empatía Voight-Kampff. Éste mide la reacción
y el movimiento ocular ante preguntas que son disparadores emocionales.
El autor cruza la ciencia ficción con
la novela negra. Las atmósferas oscuras, las oficinas policiales, las
persecuciones y los diálogos directos remiten a los textos de Dashiell Hammett
y Raymond Chandler aunque cargados con ambigüedad existencialista y tecnología
desbordada además de alcances a disciplinas como la psicología y la biología. A
medida que la novela avanza Deckard es presa del tormento que produce la
comprensión de ser el asesino de algunas de las formas más evolucionadas
creadas por el hombre – los androides – en un constante proceso entrópico que
el universo mismo lanza contra la humanidad y sus nociones de orden y armonía.
La lucha contra la finitud y la muerte es una de las temáticas más profundas de
la novela, la impermanencia de la condición humana, que vuelve una y otra vez a
través de sus páginas sea en la mente de sus protagonistas, en el precario
orden que los personajes pueden alcanzar en sus departamentos y oficinas, o en
el ataque del polvo radioactivo que mina sus vidas segundo tras segundo.
Antológico es el contraste entre J. R. Isidore – un humano retrasado producto
de la radiación – y los androides a los que da refugio en su departamento,
prototipos de un ser superior próximo, pero que nunca llegará.
En este sentido, la relación de los
humanos con los androides funciona como el mecanismo perfecto para el cuestionamiento
de la identidad y sobre la línea que separa lo natural y lo artificial:
animales artificiales que reemplazan a los extintos, pero que parecen vivir y
sentir como ellos; las dudas de Deckard sobre su propia identidad humana; la
desconfianza hacia los propios recuerdos, quizás implantados a través de una
técnica que los hace parecer reales; los deseos de una vida mejor de los
androides, seres artificiales que, sin embargo, poseen ambiciones y
satisfacciones más humanas que hombres y mujeres quienes subsisten penosamente
conectándose a dispositivos artificiales.
Dick propone una opción religiosa a
estas disyuntivas. No obstante, en sus novelas, la religión siempre es una
experiencia dolorosa, angustiosa, a menudo más semejante a un espejismo que a
una solución. En la novela, los habitantes de la tierra poseen una caja de
empatía en sus departamentos, un dispositivo con el que pueden transportarse al
mundo de Wilbur Mercer, una suerte de mesías, que vivió antes de la Guerra y
que conmina a sus seguidores a compartir sus experiencias con todos quienes
estén usando el dispositivo en ese momento. De ahí la religión del Mercerismo,
un movimiento que comparte muchas características del Cristianismo – un mesías,
el ciclo vida/muerte/renacimiento, el sentimiento de culpa ante la felicidad
personal – y que es socavado por los androides a fin de consolidar su propia
identidad.
Es una solución clásica en las obras
de Philip K. Dick. Su sistema SIVAINVI, con el que bautizó una de sus últimas
novelas, ya se configuraba en esta época junto a su búsqueda teológica de la
fuente divina del conocimiento, probablemente la única salida al laberinto de
preguntas existente en cada una de sus novelas. Los cuestionamientos de la
identidad, del saber y de la realidad desembocaban en ello. Por supuesto, hay
un fuerte componente autobiográfico en cada uno de sus trabajos y la revelación
final de Rick Deckard conecta directamente con las experiencias religiosas que
el autor experimentó en vida, una aproximación a la salvación que existía en la
mente de Philip K. Dick. Aunque nunca lleguemos a comprenderla en su totalidad.
Isaac Civilo B.
¿Sueñan
los Androides con Ovejas Eléctricas?
Philip K. Dick
Minotauro
296
páginas
Comentarios
Publicar un comentario