Reseña: Danza Macabra de Stephen King


Danza Macabra

Como Jesús Palacios indica en el prólogo a Danza Macabra, es impensable que este ensayo de Stephen King haya sido prácticamente olvidado cuando todas las grandes editoriales han asegurado por décadas los derechos de su obra narrativa. Sin embargo, es así. Este ensayo originalmente escrito en 1980 jamás había recibido una edición como corresponde en español y los lectores de habla hispana, seguidores de su obra, solían ser ignorantes de su existencia aunque, en honor a la verdad, este volumen debería trascender fácilmente desde los seguidores de King y ser recomendado a cualquier seguidor del terror. Por fortuna, la excelente editorial Valdemar lo ha publicado en formato tapa dura, en una hermosa edición dentro de su colección Intempestivas.

En diez secciones, el autor de El Resplandor demuestra su enciclopédico conocimiento literario y cinematográfico del terror, en este caso enfocado en las obras que van desde 1950 a 1980. Lo primero que salta a la vista es su saludable sentido del humor, muy necesario considerando la atmósfera sombría de la temática de este volumen. Desde el comienzo, la vena autobiográfica, sus experiencias infantiles y el contexto social y cultural al que King hace referencia dan a entender al lector quién está al mando, pero también que tal liderazgo es el de un amigo y un educador que está dispuesto a tener una conversación afable con cualquiera que presente el más mínimo interés en un tema que los apasiona. Es la conversación de dos personas iguales sentadas a la mesa de un bar hablando de su amor por un tema específico.

Son muchas las ideas que el escritor desarrolla a lo largo de las más de 600 páginas del ensayo. Entre ellas, una de las más llamativas es la definición de los tres niveles de un cuento o una novela de terror: el terror, la más depurada; el horror, algo menos sutil; y la repulsión, cuando ya escasean los recursos técnicos y se recurre a herramientas poco agudas, como la sangre, el gore o el sensacionalismo. Por supuesto, los casos que usa para ejemplificar esta división son vastos y muy bien documentados.

Asimismo, King recalca la futilidad de los géneros, la inutilidad de sus límites, salvo para referenciar obras. Incluso considera al terror, en una movida algo polémica para los más puristas, como un subgénero de la fantasía, no como un género en sí mismo. El argumento surge de la esencia de los monstruos y la naturaleza eminentemente simbólica, alegórica, de las historias de horror, una herencia que, sin duda, le ha llegado a través de la novela fantástica o aquellas narraciones de corte fantástico provenientes de la antigua Mesopotamia y Grecia pasando por las narraciones medievales, la escuela fantástica europea de Franz Kafka y Bruno Schulz hasta nuestro días.

En su opinión, las raíces del relato moderno de terror puro pueden ser trazadas a tres obras clásicas: Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Drácula y Frankenstein, y sus tres arquetipos, el vampiro, el hombre lobo, la criatura sin nombre. En uno de los apartados más interesantes, éste realiza un acabado recorrido cronológico, social y cultural en que cada una de estas obras vio la luz del día. King detalla la escritura al rojo vivo de Robert Louis Stevenson – escribió su novela en tres días para después quemarla a petición de su esposa y volver a reescribirla en tres días –, la reunión de Mary Shelley, Percy B. Shelley, Lord Byron y John William Polidori, el desafío que llevó a Mary a escribir Frankenstein y la disputa posterior entre Percy y Polidori a raíz de Vampiro, la novela de este último que sería el nexo que posteriormente continuaría Bram Stoker para escribir Drácula. El autor de Carrie también hubiese deseado  incluir Otra Vuelta de Tuerca de Henry James y su arquetipo del fantasma, pero, a pesar de ser una obra maestra a la altura de las nombradas y en algunos aspectos superior, su impacto en la cultura popular no es tan amplio, quizás debido a la exquisitez de su prosa y a su acabada representación psicológica.

King realiza un certero y entretenido análisis de estas tres obras y de la manera en que llegaron a convertirse, películas mediante, en novelas de referencia indiscutida. La prosa de Mary Shelley, sin embargo, no recibe los mejores comentarios del Rey del Terror. Mejor apreciada es la prosa de Stoker e incluso más los conceptos del mal externo y las corrientes sexuales que recorren los flujos subterráneos de Drácula, una de las posibles explicaciones para la inmortalidad de la obra. Stevenson recibe grandes elogios por la belleza de la construcción de su novela y por el trasfondo Freudiano presente ya 30 años antes que el creador del Psicoanálisis planteara sus ideas. Su influencia es tremenda y abarca las tres décadas en que se enfoca King, desde las novelas de Robert Bloch hasta cintas como Psicosis de Alfred Hitchcock, Dementia 13 de Francis Ford Coppola y Repulsión de Roman Polanski.

El recorrido de King continúa a través de su biografía y muchas de las películas de ciencia ficción y terror de los 60, y a través de la radio, su rol en la difusión de los relatos de dichos (sub)géneros y su naturaleza perfecta para suspender la incredulidad antes que la tiranía del entretenimiento visual llegara para quedarse. Notable es el aire a nostalgia que impregna este pasaje. El lector siente como si realmente hubiese estado sentado con el joven Stephen King en un pequeño cine donde las cintas de clase B eran exhibidas o con el oído pegado a una pequeña radio mientras sus programas eran transmitidos aquellas frías noches de invierno.

Siguen un par de capítulos donde King desglosa 30 años de filmes norteamericanos - ciencia ficción, terror, horror y diversos subgéneros -. El enfoque está puesto en los subtextos sociales, culturales, políticos y sociales que acaban siendo más aterradores que los recurrentes monstruos que los protagonizan. Dentro de los más destacados cineastas y  escritores cuyas obras son referidas destacan Stanley Kubrick, David Cronenberg,  Richard Matheson, George Romero y Roger Corman. De ahí, el salto es a las películas con un contexto más tecnológico aunque bajo el lente del autor de La Milla Verde, éstas toman matices igualmente inquietantes. La tecnología, en su enfoque, es básicamente la salida, el uso y abuso del terror de la cotidianeidad, como aquellos científicos de laboratorio, hombres normalísimos, que fueron capaces de crear la bomba atómica.

Tras esto, hay un pequeño apartado para aquellas películas que pueden calificarse como basura. King, sin embargo, tiene un enfoque particular y hasta cariñoso para muchas de estas cintas de bajo presupuesto y bajo ingenio por dos motivos: la risa que suelen provocar por su falta de clase y su función como elementos de comparación para identificar las buenas películas de terror, incluso aquellas buenas películas de terror con bajos presupuestos como Dementia 13 y La Noche de los Muertos Vivientes.

El paso lógico es la televisión y la manera en que irrumpió en el mundo del terror haciéndose del terreno que anteriormente ostentaban la radio y el cine. Thriller, Outer Limits, The Twilight Zone – no su favorita –,  la fallida The Night Stalker y la desatada Dark Shadows pasan bajo el lente de King quien expone correctamente sus virtudes y sus carencias. Su conclusión no es muy alentadora, sin embargo, y va desde las series realmente inanes de TV hasta las mencionadas, series con potencial, pero que fueron limitadas y devoradas por la burocracia y la corrección política tanto dentro como fuera de la TV.

Una de las secciones más interesantes es aquella que se refiere a la  ficción de horror desde 1950 a 1980. Las novelas El Bebé de Rosemary, El Exorcista y El Otro son su comienzo, uno muy exitoso y que dio paso a una serie de novelas que consolidarían el (sub)género durante estas décadas. Aquí King introduce al cuarto arquetipo, el fantasma, especialmente con el trabajo Fantasmas de Peter Straub. Este trabajo es una suerte de epítome de la tradición de historias de fantasmas más clásica - Hawthorne, James, Wharton, Bierce - y la corriente naciente. Fantasmas es objeto de un lúcido análisis por parte del autor de Apocalipsis. En su visión, es una de las mejores obras sobre fantasmas y casas embrujadas, y que pertenece a ese selecto grupo donde también es posible encontrar Otra Vuelta de Tuerca y La Maldición de Hill House, pero con su propia personalidad. Desde ahí se desliza a un análisis sobre The House Next Door de Ann Rivers Siddons como el ejemplo en que la novela sobre casas embrujadas ha mutado a su estado actual. No perfecto, pero sí logrado y efectivo, este trabajo sirve a King para conectar dichos tópicos con el Gótico Sureño y el Nuevo Gótico Americano y sus planteamientos. Sigue un análisis de La Maldición de Hill House, no menos exhaustivo y penetrante, como punto de referencia obligado para cualquier trabajo sobre casas embrujadas. En opinión de King, se trata de una de las mejores obras producidas por el género y el punto de inflexión sobre los principios de novelas y cuentos sobre esta temática.

Después el autor analiza El Bebé de Rosemary - La Semilla del Diablo -, y de paso menciona la soberbia adaptación cinematográfica de Roman Polanski como una de las adaptaciones más fieles y mejor concebidas en Hollywood, tanto en forma como en fondo, opinión que el autor Ira Levin compartía. King desmenuza la novela para mostrarnos la maravilla de sus engranajes y cómo cada una de sus piezas funciona de manera perfecta, al igual que en todas las novelas de Levin. Paranoia pura. Y siguiendo con la paranoia, pero política y social, Los Ladrones de Cuerpos de Jack Finney, emergida en el período álgido de los 60 en Estados Unidos, los cuentos de Richard Matheson, La Feria de las Tinieblas de Ray Bradbury y de vuelta a El Hombre Menguante de Matheson y sus disquisiciones sobre el poder, son obras que cualquier persona interesada en el terror debería conocer, en su opinión. Agrega a los británicos Ramsey Campbell, James Herbert y Robert Aickman, y finaliza con el hiperproductivo y furibundo Harlan Ellison, escritor de miles de relatos, guiones y punta de la lanza del subgénero del horror para la década de los 80, en ese momento, el futuro.

El final es un corto ensayo en defensa del terror, el horror y la fantasía, su necesaria función en las vidas de las personas, pero también como catalizador y filtro social de las emociones humanas, especialmente de aquellas que llegan desde el lado más oscuro. King es particularmente inflexible en este punto. De hecho, provee varios ejemplos de asesinatos y accidentes de alguna forma oblicua inspirados o causados por libros, películas o historias de terror, además de acusaciones en su contra y en contra de otros artistas. Por supuesto el autor de El Resplandor realiza un sólido trabajo al desmontar tales nociones y reafirmar la necesidad de lidiar y exponer la oscuridad inherente al ser humano en diferentes niveles, trabajo logrado con muchos fundamentos, pero también con humor y honestidad.

Vale la pena mencionar la larga lista de películas y libros de terror, horror y fantasía entre 1950 y 1980 que Stephen King considera esenciales para entender la literatura de esos treinta años y que ha listado al final del volumen. En resumen, no solamente un libro que funciona como un casi inabarcable compendio de terror y horror, Danza Macabra es un trabajo necesario para sus seguidores, ágil, ameno, entretenido. No sería una mala idea contar con un segundo volumen que retomara el hilo desde 1980 hasta nuestros días. Con un éxito rotundo asegurado, no sería impensable que algún editor lo sugiriera a King. Público parece haber hoy más que nunca.

Isaac Civilo B.

Danza Macabra
Stephen King
Valdemar
640 páginas


Comentarios

Entradas populares