Reseña: Solaris de Stanislaw Lem
Solaris
Casi desde el mismo momento de su
publicación, Solaris se transformó en
un éxito de ventas y en un trabajo mítico. No solamente ocupa un lugar único
dentro de la bibliografía de Stanislaw Lem – de por sí henchida de genialidad
–, y en la ciencia ficción, sino que a estas alturas se alza sin problemas como
uno de los grandes clásicos de la literatura universal. En 1961, cuando Solaris se publicó, el filósofo polaco
ya se había consolidado como una de las voces más innovadoras de la literatura
europea y algunos de sus trabajos lo colocaban a la cabeza de la ciencia
ficción, mucho antes de la New Wave
norteamericana, que lo alabaría e incluso lo aceptaría en sus filas aunque con
resultados bastante polémicos.
Más que remecer las estructuras
existentes del género, Solaris lisa y
llanamente las destruyó. Lo que se había escrito hasta entonces respecto de un
primer contacto con una inteligencia extraterrestre, sobre la vida en otros
mundos, sobre entidades superiores y el sobrevalorado papel de la humanidad en
aventuras cósmicas no era suficiente por mucho para lograr aproximarse a esta
novela. La propuesta de Lem cuestiona la naturaleza misma de la ciencia ficción
al plantear, al fin, la noción de que nuestro rol en el universo y nuestras capacidades
cognitivas son insuficientes para siquiera aproximarnos a los grandes fenómenos
estelares y lo que se encuentra tras ellos. Cuestiona el punto de vista
eminentemente humano con el que se habían escrito los referentes de este
estilo, la imposición de características humanas sobre formas de vida
alienígenas, cuestiona la incapacidad misma de tantos autores para enfrentarse
a una real divergencia de nuestros patrones sin recurrir a lo humano.
Como bien indica Jesús Palacios en su
introducción a esta edición – la primera directamente desde el polaco –, acá no
hay monolitos, marcianos con tentáculos, viajes espaciales, telepatía,
sofisticada maquinaria y mucho menos alguna space
opera que valga. Solaris está
muchísimo más allá de Clarke, Asimov, Stapledon o Wells. Aquí lo fantástico, lo
maravilloso, lo misterioso no se presenta de manera antropomorfa sino de una
manera total y auténticamente extraña, extraterrestre. Mucho se ha discutido
sobre el trasfondo filosófico de la obra, pero más de medio siglo después de su
publicación, los integrantes de la exploración, la Solarística y el planeta
siguen desafiando cualquier tipo de comprensión por parte de lectores,
filósofos, psicólogos y tantos otros especialistas.
El psicólogo Kris Kelvin viaja al planeta
Solaris para investigar los avances y los sucesos recientes de la estación de
observación que flota sobre este mundo. De los tres científicos restantes al
momento de despegar desde la Tierra, solamente dos sobreviven, el doctor Snaub
y el doctor Sartorius. Ellos han pasado años observando el planeta,
analizándolo y experimentando. Solaris, el planeta, es un océano. No hay tierra
firme en él, no hay islas. Sólo existe el constante, lento movimiento de las
olas y las formas que éstas asumen a través de diferentes fenómenos físicos. El
océano es un ente pensante, pero indescifrable, que comprende a los humanos,
los lee con tal precisión que, gracias a su intervención, en la estación
espacial extrañas personas comienzan a aparecer. La esposa de Kelvin, quien se
había suicidado años antes, se muestra ante el atónito psicólogo y comparte su
vida en la habitación y en los laboratorios. Incluso reaparece después que
Kelvin la expulsara de la nave en una sonda, primero, y después de que ella
misma vuelva a quitarse la vida. Snaub y Sartorius no se sorprenden,
simplemente aceptan los fenómenos que el planeta les arroja aunque nunca están
seguros si tales sucesos son intencionales o simple producto de la energía de
una verdadera entidad superior, mucho más allá de lo que podrían llegar a
entender.
Paralela a la historia de Kelvin, su
esposa y los científicos, Lem usa varios capítulos del libro para desarrollar
una ciencia propia que gira en torno al gigante oceánico: la Solarística. Esta
ciencia que durante décadas ha estudiado los fenómenos del planeta, sus dos
soles, las construcciones en su superficie aparentemente acuosa, se extiende por varios fascinantes pasajes de la novela. El nivel de detalle que Lem
impregna en ella, con un estilo científico, objetivista, y con una buena dosis
de humor negro, es de una profundidad y una ilustración pocas veces vistas
dentro o fuera de la ciencia ficción. No tiene nada que envidiar a la Tierra
Media de Tolkien, a los Mitos de Cthulhu de Lovecraft o a Dune de Frank
Herbert. Y a diferencia de éstas, nunca nadie se ha atrevido siquiera a
aproximarse y retomar la Solarística. La naturaleza misma de esta ciencia y de
Solaris, el planeta y la novela, sacude nuestras creencias científicas,
religiosas y culturales hasta su misma esencia.
Tras dos adaptaciones
cinematográficas – una obra maestra la de Andrei Tarkovski; interesante la de
Steven Soderbergh –, Solaris, ya convertido en una entidad mítica y literaria,
sobrevive sin haber perdido un ápice de su originalidad. Sigue guiando a sus
lectores al centro mismo de la maravilla (lo único que salvó al género de la
ciencia ficción de no ser destruido por esta obra de ciencia ficción). Es una
obra literaria y metaliteraria que es su propio objeto de estudio, donde su
protagonista, el planeta, se ha convertido en uno y lo mismo con la novela de
Stanislaw Lem. Plena de filosofía, de metáforas, de existencialismo, de
parábolas, de humor, de horror, de sorpresa y fascinación, Solaris se mantiene en pie como un fenómeno único en la historia de
la literatura, que, como el mundo mismo al que describe, se mantiene
respirando, vivo en un estado sentiente y pensante, inalcanzable para los
humanos y sus conjeturas. Inabarcable, inclasificable e inexplicable. Una obra
maestra, y algo más.
Isaac Civilo
B.
Solaris
Stanislaw Lem
Impedimenta
2015
292
páginas
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