Reseña: El Gran Desierto de James Ellroy
El Gran Desierto

Ellroy nunca se ha andado con bromas.
Tras la clásica La Dalia Negra, el
escritor subió las apuestas y decidió embarcarse en una narración, algo más
coral que su antecesora, sobre un grupo de agentes atormentados y su relación
con una investigación de tintes testamentarios. Es 1949 en Los Ángeles,
Navidad. Y el cadáver mutilado de un hombre da la voz de alerta a las
autoridades. Las mordeduras de animal por todo su cuerpo, la falta de ambos
ojos, las eyaculaciones en sus cuencas oculares, el miembro que ha sido
introducido en su cuello a través de una abertura en su tórax, el corazón
reventado por la heroína…los ecos de La
Dalia Negra vuelven a retumbar en L.A.
El joven agente del departamento del
Sheriff, Danny Upshaw, es el encargado de rastrear al asesino. Con poca ayuda y
poco presupuesto, el agente debe ingeniárselas para trazar la trayectoria de
los sucesos. Visitas a bares de jazz, conversaciones con negros, noches en vela
y venta de droga conforman el paisaje que debe recorrer. La indiferencia de sus
compañeros agentes y las indirectas amorosas de la secretaria poco significan
para el joven. Desde el comienzo, la obsesión le ha hincado los dientes.
Malcolm “Mal” Considine, ambicioso
fiscal de distrito, se asocia con el teniente Dudley Smith, un cruel gigante
irlandés y otro fiscal de distrito aún más ambicioso, Ellis Loew. Estos dos
últimos, hombres corruptos y violentos, planean una caza de brujas contra los
comunistas, empezando por guionistas, productores y actores hollywoodenses. No
piensan cesar de interrogar, torturar, chantajear y asesinar hasta construir un
caso tan grande que todas las células rojas hayan sido erradicadas. Considine,
tiene una relación bastante tensa con ambos, pero lo es aún más con su esposa checoslovaca
a quien rescató de los campos de concentración nazis. Considine descubrió que
ella se prostituyó con un general nazi para sobrevivir en los campos mientras
su hijo fue abusado durante dos años en el exilio por una pareja de ancianos.
El fiscal ama al hijo de su esposa, pero ésta planea el divorcio y quedarse con
la custodia.
Turner “Buzz” Meeks, violento ex
policía, ahora se gana la vida trabajando como hombre duro para el
multimillonario Howard Hughes y el gángster Mickey Cohen. Meeks ha ganado
dinero y también peso, se mueve en los bajos círculos quebrando dedos y
llenando de plomo a quienes sus jefes desean. Las relaciones de confianza son
frágiles y se resquebrajan más cuando Meeks inicia un amorío con la mujer de
Cohen. Y por si fuera poco, también se involucró con la esposa de Mal Considine
cuando éste se encontraba en Europa. Tiempo después, Meeks recibió cuatro balas
aunque nunca se descubrió quien estuvo detrás de ello.

La atmósfera es tan densa como la
cantidad de información que Ellroy provee al lector. Ésta a veces se siente
como una aplanadora, pero es casi un requerimiento del autor que el lector se
enfrente a ella, un ritual de preparación para un último tranco donde las
revelaciones y los giros de tuerca se suceden a un ritmo de vigor arrollador.
Lo anterior tiende a provocar en los lectores de sus obras una sensación de
angustia o asfixia, como si cayéramos lentamente junto a los protagonistas
hacia un horror cada vez más negro, hacia la certeza de que el mal está tan
enraizado en la fibra de la realidad y en la fibra humana que es inútil
siquiera intentar atenuarlo.

Hace unos años, James Ellroy declaró
que era “un maestro de la ficción” y
“el más grande escritor de novela negra
de todos los tiempos. Soy a la novela negra lo que Tolstoi es a la novela rusa
y lo que Beethoven es a la música”. A primeras, quizás muchos puedan
considerar que son palabras apuradas, palabras de un individuo que se tiene en
demasiada estima. Sin embargo, después de la lectura de El Gran Desierto (o de cualquiera de sus otras obras), nos
cuestionamos y tendemos a asentir con aceptación ante la veracidad de tal
declaración. Es casi imposible pensar siquiera en otro narrador de tal
vehemencia, de tal ímpetu y con un universo autoral tan poderoso. Casi
inexistentes son los artistas que pueden brindar una experiencia tan intensa y
apasionante.
Isaac Civilo B.
El
Gran Desierto
James
Ellroy
Random
House
528
páginas
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