Reseña: El Padre Brown al Completo de G. K. Chesterton


El Padre Brown al Completo

La obra de Chesterton no encierra una sola página que no ofrezca una felicidad
Jorge Luis Borges

He conseguido las historias policiacas de G. K. Chesterton. No he leído ninguna mejor. Aquí resuelve realmente el entendimiento del enigma. Estos ingleses, ya sean patriotas como Kipling, o católicos como Chesterton, entienden su oficio y no deshilachan los problemas, sino que muestran las facetas útiles, prácticas, de sus métodos
Bertolt Brecht

Franz Kafka, Sigmund Freud, Jorge Luis Borges, Wladimir Nabokov, Hanna Arendt, George Bernard Show, Walter Benjamin, Bertolt Brecht, Robert Bloch e incluso Ghandi… ¿Qué escritor puede jactarse de tener tales seguidores, tales lectores, en vida? Sin duda de aquellos han existido muy pocos pero G. K. Chesterton fue uno de ellos. Este gigante inglés – tanto física como intelectualmente – es considerado por el maestro argentino Jorge Luis Borges como el primer escritor moderno, a quien comparaba con Kafka y Edgar Allan Poe, pero quien, en su opinión, decidió no ser una copia sino ser él mismo, Gilbert Keith Chesterton: un coloso de la literatura.

Este escritor inglés, profundamente creyente, fue autor de 80 libros, cientos de poemas, cientos de ensayos y numerosas obras de teatro. Es decir, fue de aquellos artistas cuyo arte y cuya vida se fundían en uno. Dentro de su copiosa producción, los cuentos del Padre Brown conforman una de sus más queridas series y, sin duda, una de las más cercanas al ciudadano común. Este sacerdote católico protagonizó más de cincuenta historias cortas en las que, como el mejor detective, resolvía los más oscuros casos. La editorial española Valdemar ha inaugurado su colección Selecta con esta primera antología donde ha compilado todos los relatos del Padre Brown en un único volumen de tapa dura, cercano a las mil páginas, y que incluye las colecciones El Candor del Padre Brown, La Sabiduría del Padre Brown, La Incredulidad del Padre Brown, El Secreto del Padre Brown y El Escándalo del Padre Brown, además de una historia inédita. Todo un regalo para los amantes de la literatura.

Desde 1910, cuando Chesterton comenzó a escribir estas narraciones, El Padre Brown se ha transformado en uno de los detectives más queridos de la historia y uno de los más peculiares gracias a su excentricidad, pero también a sus métodos. A diferencia de otros detectives que han trascendido las barreras del tiempo como el cosmopolita Hercules Poirot de Agatha Christie y el aristocrático Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, El Padre Brown se servía de medios bastante peculiares. Sherlock Holmes era eminentemente científico en su proceder, recurría siempre al método deductivo y era dueño de un conocimiento enciclopédico en muchas áreas, además de ciertos rasgos algo más oscuros. Poirot, por otro lado, ha viajado mucho, su conocimiento proviene de cuán cosmopolita es, lo que le da un aire algo pedante, egocéntrico, una superioridad moral algo exagerada, además de su predilección por el método psicológico. El sacerdote/detective católico de Chesterton comparte algunas características con ambos. Aplica algo del método deductivo aunque lo combina con el método inductivo. También es algo excéntrico como Poirot aunque esto proviene más de su silencio y retraimiento. Sin embargo, su diferencia más profunda surge de su concepción del delito. Para Holmes y Poirot, el delito es un enigma, un rompecabezas que debe ser solucionado, pero que presenta poco interés una vez resuelto. Para Chesterton, el delito es el resultado de una transgresión moral, del pecado y por lo tanto su resolución no es el final. El Padre Brown ha obtenido su experiencia como confesor, consejero espiritual y capellán de una prisión. Es decir, ahí donde la ciencia y la psicología eran las armas de Holmes y Poirot, el profundo conocimiento del alma humana es la herramienta que El Padre Brown usa no solamente para resolver sus casos sino para acercarse al criminal. El misterio del relato detectivesco, para Chesterton, no era la oscuridad sino la luz y hacia ella era necesario devolver al criminal, reestablecer un orden moral superior y brindarle la oportunidad para una redención.

En esto Chesterton revolucionó el género policial creado por Edgar Allan Poe con Dupin. Se convirtió en su principal defensor, en su guerrero y teorizó sobre sus principios y requerimientos en el soberbio volumen Cómo Escribir Relatos Policiacos. Incluso asumió la presidencia del Detection Club, congregación semisecreta de escritores de relatos detectivescos. En sus palabras, el mayor deleite del relato policial radica en el momento en que pasamos desde la ignorancia hacia el saber y esto sucede cuando el hombre comprende que el mundo es al mismo tiempo el castillo de un monstruo que merece ser asaltado y nuestro propio hogar al que podemos regresar todas las noches. En su visión, el arte de la novela policial no consiste en inventar un misterio sino en eliminar uno de este mundo. Todo esto es absolutamente consecuente con la profunda religiosidad de Chesterton. Sus relatos sobre El Padre Brown, a pesar de su corta extensión – 20 páginas como promedio –, esconden lo mejor y más profundo de la filosofía cristiana. Son metafísicos, se mueven entre los límites de lo consciente y lo inconsciente, la inocencia y el pecado. Contienen un núcleo religioso misterioso como el más oscuro océano, pero luminoso como el cielo tras la lluvia. Como indicara Jorge Luis Borges en el ensayo que dedicó al escritor inglés “cada una de las piezas de la Saga del Padre Brown presenta un misterio, propone explicaciones de tipo demoniaco o mágico, y las reemplaza, al fin, con otras que son de este mundo. Pudo ser un autor cuya obra estuviera repleta de mundos obsesivos, atroces, perversos o desoladores, pero algo, una especie de esperanza y fe en lo humano y en lo divino, algo extraño, maravilloso y conciliador, brilló siempre en su pensamiento y en su prosa, y ese algo lo distingue de otros autores como Kafka y Poe, tan atormentados por sus fantasmas”.

No debemos equivocarnos, sin embargo. Ni por un segundo hay indicios de proselitismo o de propagandismo desvergonzado en sus páginas. Nunca fueron esas las armas de Chesterton. A pesar de que en sus narraciones él mismo se hace a un lado y hace a un lado al Padre Brown para dar paso al triunfo del Catolicismo, a su moral, a su espíritu y a su lógica, las armas con las que llegó al gran público y que aseguraron su inmortalidad son su humor y una imaginación desbordante. El escritor sabía que en los debates que sostenía con H. G. Wells, George Bernard Shaw y Walter Benjamin, o en sus libros de ensayos como Ortodoxia, su impacto sobre el público general era limitado. De esa comprensión surgió la necesidad de internarse en la narración detectivesca, para llegar a esa audiencia más amplia y (de)mostrar cuán necesaria era la fe. Chesterton nunca fue un absolutista religioso ni un defensor de la virtud jacobina, por el contrario, a los defensores de la duda sugería seguir dudando día tras día hasta que comenzaran a dudar de sí mismos. Su comprensión del mundo y su amplitud de miras eran casi ausentes en todos los otros escritores de su época, y de todas las demás. Fue un puntal en el renacimiento católico de la literatura con Tolkien, Lewis y Graham Greene, entre muchos otros.

La vida de Chesterton fue un relato casi sobrehumano, una suerte de Odisea. En sus años universitarios, mientras cursaba Arte, sufrió lo que denominó “el horror demencial de la irrealidad”, se perdió en aquellas brumas y comenzó a frecuentar círculos satanistas, se dedicó al espiritismo y llegó a estar al borde de la locura y el suicidio. Todo lo anterior en un período de dos años, 1892 a 1894. Comprendió que la solución estaba en la visión ortodoxa y tradicional de la religión y la moral, y tras su viaje a Jerusalén y su conversión al Catolicismo, dedicó su vida a ella y a la literatura. Muy posiblemente, éstas eran la misión de su vida. Cualquier otra explicación se queda corta a la hora de dar una razón para una producción tan amplia y tan profunda en el campo de las letras, una producción que es capaz de trascender diversos credos, afiliaciones políticas, clases sociales y diferencias del más profundo orden. Así como son muy pocos quienes pueden contar entre sus lectores a escritores, artistas y filósofos de orden mundial, pocos son también quienes pueden traspasar las capas que nos separan como seres humanos. Como dijera Walter Benjamin hace ya casi un siglo, debemos agradecer al universo por la existencia de Gilbert Keith Chesterton.

Isaac Civilo B.

El Padre Brown al Completo
Gilbert Keith Chesterton
2017
976 páginas

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