Reseña TV: Stranger Things Temporada Tres


Stranger Things

Tercera Temporada

A pesar de los comentarios iniciales de los Hermanos Duffer y su intención de no repetir la fórmula de las primeras dos temporadas, resulta algo extraño, sospechoso incluso, que la temporada actual consista en un largo rodeo para volver al mismo punto donde todo comenzó. La misma amenaza, ahora de una forma más palpable, es la que vuelve al pequeño pueblo de Hawkins para ser confrontada por los adolescentes de una manera muy similar a las dos primeras entregas. Esto obliga a preguntarse si los Duffer tienen alguna otra idea bajo la manga, si el inmenso catálogo de la cultura pop ochentera puede proveerles de algo distinto, y si tal es el caso, ¿estarían dispuestos a tomarlo?

Éste es uno de los principales, pero no único pecado, de estos ocho episodios. Desde el comienzo, es notoria la falta de ideas frescas. Sí, los protagonistas no son niños, los primeros pasos de la pubertad comienzan a hacer mella en ellos, los adultos intentan recuperarse de las pérdidas que les dejó el final de la temporada anterior, hay una cierta tensión entre la búsqueda de una nueva identidad en cada uno de ellos y el aferrarse a un pasado más seguro. Sin embargo, nada de esto llega a buen puerto. La caracterización de los adolescentes se mueve dentro de terrenos conocidos. No hay mayor riesgo en hacerlos explorar la crueldad de crecer en un ambiente que se torna crecientemente amenazador ya que esa posible tensión se esfuma rápidamente al primer atisbo del peligro que va tomando forma, pero que tampoco termina por decantarse. Los conflictos se mantienen dentro de un territorio seguro.

Al igual que muchas otras series, Stranger Things opta esta vez por una narración coral, con cuatro marcadas líneas narrativas. Al contrario de lo que se podría esperar, esta alternativa no hace sino empeorar las grietas que comenzaron a ser evidentes durante la temporada anterior. El hecho que existan tantos focos protagónicos no solamente le resta ritmo a la historia, sino que la entorpece saltando entre diferentes personajes que poco tienen que ofrecer. Los cuatro primeros episodios se mueven entre lo inocuo – amorcillos juveniles y el despertar de un feminismo pueril – pasando por lo inverosímil – una adolescente que es capaz de aprender ruso en un par de días a través de una corta grabación y una suerte de indestructible agente ruso – hasta lo ridículo – largas escapadas en un centro comercial al ritmo de lo peor de la música ochentera o un grupo de cuarentonas al acecho de un veinteañero salvavidas, con posibilidad de alguna aventurilla extramarital –. En cada una de las subtramas hay muy poco que pueda rescatarse e incluso la amenaza del Desuellamentes es minimizada gracias a una enfermiza tendencia al discurso políticamente correcto al que sus personajes regresan una y otra vez, discurso del que Stranger Things se había defendido bastante bien hasta ahora.

Los personajes adultos no lo hacen mejor. No solamente los conflictos familiares de los adolescentes con sus padres han desaparecido totalmente – punto que podría haber sido más que interesante cómo han demostrado películas recientes como It o series como Dark– sino que los adultos mismos parecen haber retrocedido respecto de los complejos conflictos de temporadas anteriores. La caracterización aquí ha sufrido incluso más que con los jóvenes. Inclusive es posible sospechar que los adultos ya no tengan nada que decir. Los Wheeler prácticamente desaparecen después de un par de episodios y la tensión amorosa entre Joyce Byers y Jim Hopper está tratada de manera tan pueril que perfectamente podría haber sido sacada de una mala cinta juvenil hollywoodense. Es difícil mirar hacia el pasado y encontrar una actuación tan débil por parte de Winona Ryder.


Sin embargo, el tratamiento al personaje de Jim Hopper es incluso peor. Si bien, hay un par de conflictos desde el final de la temporada dos que podían haber servido como sus pilares en términos de caracterización, ¿realmente es necesario convertirlo en un cuasi alcohólico emocionalmente inepto? Si fuera así, al menos los Duffer deberían haber mostrado el largo camino que conducía a dicho estado. La manera en que se relaciona con Once y con Joyce Byers tiene muy poco en común con aquel policía algo falto de sofisticación, pero de inquebrantable código moral de las dos primeras entregas. Es un fenómeno, no obstante, que puede proyectarse a casi todos los personajes masculinos de este temporada y en ello hay más que una mala narrativa. Es el discurso imperante que parece haber invadido la gran mayoría de las series originales de Netflix y cuyo resultado son algunos de los momentos más intragables e infantiles de estos episodios. El espectador se pregunta si es necesario extraer cualquier atisbo de conflicto interno de Hopper o si es necesario poner en pantalla a un grupo de papanatas vociferantes quienes se burlan constantemente de Nancy Wheeler para que ésta demuestre lo fuerte que puede llegar a ser. Quitarles 20 puntos de coeficiente intelectual a algunos personajes masculinos o transformarlos en ineptos difícilmente puede ser considerado un recurso narrativo. Es incluso peor cuando aquellos personajes femeninos que parecen destinados a destacar en tales circunstancias terminan desapareciendo en su propia inverosimilitud. Nancy Wheeler pretende obtener el crédito por una noticia presentando evidencia sobre extrañas ratas en el mall del pueblo, pero su personaje acaba esfumándose hacia el sexto episodio sin nunca concretar sus intenciones al igual que Joyce Byers y su inexistente conflicto. Más que personajes, parecen peones ubicados en el tablero, sin intenciones, sin profundidad, y con el único propósito de poner sobre la mesa la agenda política ya tan cansadora de Netflix y sus trillados tropos.

Por supuesto, también hay docenas de citas a la cultura pop de los ochenta, entre ellas muchas películas e incluso un guiño más que evidente a la banda sonora de Koyaanisqatsi de Philip Glass, aunque muchas de estas citas son usadas con amplio margen de licencias y en algunos casos con errores. En particular ahí están las referencias a George Romero y sus zombies, y a John Carpenter y La Cosa, pero en Stranger Things brillan por su ausencia las amenazadoras resonancias sociales de ambos cineastas. Y por supuesto, hay un final apoteósico, lleno de lágrimas, que parece ser la justificación perfecta para otra temporada que volverá a girar alrededor de la misma amenaza, ya clara en los créditos. Esto confirma que es muy posible que la falta de ideas vuelva a ser un factor primordial el próximo año. Sin embargo, más que esto, lo que realmente ensombrece el futuro de la serie es que ya no está blindada contra las buenas intenciones del discurso imperante, factor que influyó en producir la, hasta el momento, peor temporada.

Isaac Civilo B.

Stranger Things
Netflix
2019

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