Reseña TV: Mindhunter Temporada Dos


Mindhunter

Temporada Dos

Casi dos años tuvieron que pasar para que la segunda temporada de Mindhunter llegara a Netflix. Una espera algo excesiva considerando la excelente recepción de la primera entrega y la forma en que numerosas series van cayendo en propuestas repetitivas o derechamente poco interesantes. Al menos, en lo que concierne a los nueve episodios de esta temporada, la serie creada por Joe Penhall y producida por David Fincher no defrauda.


Las expectativas eran bastante altas no sólo debido a lo mostrado en los diez episodios iniciales el año 2017, sino que también a la campaña publicitaria de Netflix donde se hace hincapié – exageradamente – en la aparición de Charles Manson (Damon Herriman), dando a entender que la narrativa podría decantar por esa vertiente. Nada más lejos de la realidad. Manson aparece solamente en una ocasión y a pesar de que su entrevista es un punto de quiebre en el relato, la serie expande su foco a los exteriores y a otros personajes.

La primera temporada se centraba en Holden Ford (Jonathan Groff), agente del FBI que, en un tira y afloja constante con sus superiores, lograba dar los primeros pasos en una nueva rama para el estudio psicológico de lo que conocemos hoy como asesinos en serie. Durante esos episodios, se exploraban las obsesiones de Ford y cómo, junto a su compañero Bill Tench (Holt McCanally), comenzaban a dar los primeros pasos hacia un territorio inexplorado, causando fricciones dentro y fuera del FBI e involucrando a la Doctora Wendy Carr (Anna Torv) desde el mundo académico. Todo lo anterior en torno al agente Ford, al relato de su ascenso y logros, y su posterior caída al final de la temporada.


Esta segunda entrega cambia el eje narrativo. Ford ya no se encuentra en el centro dramático de la historia. Ésta se ha desplazado hacia la doctora Carr, pero especialmente hacia Bill Tench. Ford se involucra en el aspecto más logístico de la unidad, organizando su dirección y asumiendo un papel más funcional en la investigación. Dos de los mejores personajes secundarios de la primera temporada han quedado algo relegados, por lo tanto. El asesino en serie Edmund Kemper (Cameron Britton), cuyas entrevistas fueron algunos de los mejores momentos de aquellos episodios, aparece escasamente en el relato, y la ex novia de Holden, Debbie Mitford (Hannah Gross), desaparece completamente del mismo. Ésta última era uno de los personajes secundarios con más potencial y junto a Kemper arrojaban luces sobre los conflictos internos de Holden Ford, iluminando los aspectos más complejos de su personalidad.

Bill Tench asume el papel central esta temporada. Desde el comienzo el detective impone su autoridad como uno de los fundadores de la unidad, su vasta experiencia debido al trabajo en terreno a través de los años y el manejo impecable de los peces gordos de la política que rodea al FBI en las exclusivas reuniones donde tanto Holden como la Dra. Carr se muestran fuera de foco e incómodos. Tench se muestra distendido y establece lazos útiles para la unidad además de orientar a su compañero y a la académica. Sin embargo, no es su trabajo desde donde surge el conflicto que amenaza con engullirlo, sino desde un lugar mucho más cercano, su hogar. Poco antes de que el nuevo jefe de su área – un muy ambiguo y práctico director asistente Gunn – les proporcione acceso a Charles Manson, un suceso inesperado dentro de la familia de Tench trastoca su vida matrimonial, ejerciendo gran presión sobre su esposa y en su labor profesional. Poco a poco, aquello que el agente ha luchado tanto por dejar tras la puerta de su oficina al final del día se abre paso hacia su vida íntima, amenazando lo que más desea proteger. Aquí es posible apreciar algunos de los mejores pasajes dramáticos de estos nueve episodios, donde la locura y el mal se filtran poco a poco hacia su hogar hasta el punto en que parecen surgir de él. La entrevista con Charles Manson en la mitad de la temporada es el detonante y las ideas expresadas por el asesino vuelven una y otra vez a Tench, haciéndose presentes incluso en los momentos en que éste parece escapar de su influencia.

Conocemos algo más de la Dra. Carr y el vacío que su vida profesional ha dejado en su intimidad. Durante la primera parte de la temporada, su personaje se ve restringido a un tira y afloja constante dentro de la unidad y con su nuevo director, y a una relación amorosa con una barista. No hay mucho de interesante al respecto en los primeros episodios, pero cuando la doctora abandona la seguridad de su oficina en el sótano del FBI, entra de lleno al mundo de las entrevistas cara a cara con algunos asesinos en serie. La interacción con estos desarrolla un interesante paralelo con los sentimientos de la académica y revela algunos aspectos de su personalidad y el rumbo que su relación puede tomar. Miedos y dudas comienzan a abrirse paso bajo aquella apariencia dura. Su personaje comienza a adquirir más profundidad con el correr de los capítulos.

Debido a los cambios en la estructura de la temporada, la primera parte avanza algo a trompicones, algo fuera de ritmo, debido al constante reacomodamiento de los roles dentro de la unidad, en su jefatura y en las vidas de sus personajes. A pesar de esto, la narrativa recupera el tranco que mostró hace un par de años desde el momento que la pareja de detectives originales, y paralelamente la Dra Carr y su ayudante Gregg Smith (Joe Tuttle), vuelven a las entrevistas con asesinos en serie en un descenso lento a ese lado oscuro que intentan dejar, en vano, tras las puertas del sótano en el que trabajan una vez vuelven a casa. Es entonces, desde la segunda mitad de la temporada, cuando sus protagonistas cuajan con la historia y sus conflictos de manera convincente, y que supera por mucho los primeros episodios, algo más dubitativos.

Si bien el relato gira mayoritariamente en torno a la desaparición y la muerte de varios niños de color en Atlanta, el núcleo de esta temporada no es aquello sino la comprensión de que la vida profesional de sus personajes ya no está separada de su intimidad. Holden, Carr y especialmente Bill Tench ven cómo las ideas que surgen de sus entrevistas se funden lentamente con sus vidas. El caso de Tench, en particular, se torna cada vez más asfixiante, devorando lentamente la tranquila normalidad de su entorno familiar. Episodio tras episodio, la caída al abismo está muy bien dosificada, volviendo cada vez de manera más sutil, pero incisiva. Algo similar sucede con la Dra Carr. En sus escapadas amorosas no hay mucho de interesante hasta que las entrevistas que comienza a realizar le proporcionan un nuevo entendimiento de la psicología de los asesinos así como de su propia psicología y la naturaleza del sexo en un ejercicio freudiano bien ejecutado.


Mindhunter, desde el comienzo, se planteó como una serie de interiores. Las entrevistas constituyeron los mejores momentos de la primera temporada y en esta segunda, lo repiten a través de largos diálogos, un movimiento de cámara lento, encuadres precisos, una ambientación minimalista a ratos y un guion inteligente. Incluso cuando la serie explora los exteriores – como en la extensa investigación en Atlanta – la dirección vuelve hacia el interior de las oficinas, las habitaciones en hoteles, los restaurantes y las casas de los sospechosos, manteniendo un tono acorde a una sensación de ahogo creciente a medida que el relato avanza. Si esta temporada es superior a la anterior, poco importa. Quizás la primera goce de una textura más exquisita y el tránsito de entrevista en entrevista de aquello episodios – una suerte de descenso dantesco al inferno – siga siendo lo mejor que Mindhunter ha mostrado hasta el momento. Sin embargo, esta segunda temporada es un logro muy sólido. Ha sobrevivido con gracia a las expectativas e incluso ha llegado a ser una serie que no admite spoilers dada su estructura y su tratamiento. Es un éxito sobresaliente en un momento en que la gran mayoría de las series va cuesta abajo.

Isaac Civilo B.

Mindhunter
Netflix
2019

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