Reseña: Luna: Luna Creciente de Ian McDonald
Luna: Luna Creciente

A lo anterior, ahora McDonald agrega
otro pilar para sostener tan grueso entramado: la Universidad de FARSIDE. Más
que un centro de estudio y conocimiento, ésta es una sociedad en sí misma,
ubicada en el lado oscuro de la luna y que debe su existencia a la
investigación de vanguardia, a las tecnologías que desarrollan, a la producción
de diferentes proyectos y a los aportes privados que pueden catapultar al
satélite a una independencia que durante muchos años han deseado, más allá de
la garra terrestre que amenaza con mantenerlos bajo control. La universidad es
respetada y temida por todas las casas, las instituciones y ciudadanos lunares.
FARSIDE se alza como el gran bastión que la Tierra debe salvar. Los delegados
terrestres proponen una sociedad automatizada, en contraste, sin la necesidad
de trabajar y la libertad para todos sus integrantes, diversos y sin ataduras.
Sin embargo, pronto se entiende que es el mismo viejo truco: la tiranía
agazapada tras la fachada de la igualdad y la tolerancia.
Quizás Luna Creciente, más que las dos partes anteriores, sea el más coral
de todos los volúmenes. Hay constantes cambios de puntos de vista narrativos,
elipsis temporales y cambios de escena. Quizás en esto estén algunos de los
puntos menos sólidos de la novela. Algunos personajes de gran peso en las
entregas anteriores inevitablemente pierden protagonismo y asumen roles
secundarios. Es el caso de Lucasinho Corta, hijo de Lucas, que ahora permanece
en un cuasi estado de coma tras salvar a la pequeña Luna Corta. Lucas intenta
recuperar el cuidado de su hijo, pero su hermana Ariel Corta entra a la
disputa abogando por mantenerlo en la Universidad de FARSIDE para su
recuperación. La lucha entre Lucas y Ariel es el principal hilo narrativo de la
novela aunque se ve cruzado constantemente por muchos otros.
Los descendientes McKenzie y sus
empresas aún complotan para poder obtener la mayor cantidad de beneficios
siempre y cuando el costo no recaiga sobre sí mismos. La Familia Sun continúa
maquinando en las sombras. El Clan Asamoah posee un énfasis hacia el desarrollo
de nuevas formas de vida, exóticas, a través de maniobras que dejan entrever
muy poco. Y los Vorontsov negocian constantemente, intentando mantener su
control del transporte espacial alrededor de la luna, esperando con paciencia
para ver a qué lado se inclina la balanza y forjar una nueva alianza con el
ganador. La tierra busca controlar el satélite y drenar sus recursos. La
Universidad de FARSIDE tiene objetivos opuestos, la independencia de la luna,
dejar la Tierra atrás y proyectarse hacia el universo. Ian McDonald posee todas
las herramientas necesarias para plasmar tal conflicto. Su prosa sigue siendo
tan condensada y afilada como siempre, con frases cortas y un flujo de
información constante. La caracterización de los personajes es notable, de
pinceladas sutiles que revelan personas tremendamente humanas bajo fachadas
extrañas, bajo ambiciones inmensas, bajo la megalomanía y un odio ardiente. Su
construcción de la sociedad lunar es, si fuese posible, incluso más detallada
que en las novelas anteriores, una cultura que está dibujada con claridad hasta
en sus más mínimos aspectos, verosímil por donde se pueda analizar.
Sin duda es mucho terreno por abarcar
para una novela que se extiende por poco más de 400 páginas, en especial
considerando que muchos nuevos personajes asumen mayor protagonismo. Hay
algunas líneas argumentales que no son cerradas del todo, tramas que terminan
abiertas sin presentar una resolución concreta, dejando al lector con la
sensación de que aún hay mucho que decir sobre unos cuantos personajes. Quizás
el autor ha tomado esta decisión a propósito y redondeará tales aspectos en la
novela corta que ya anunció The Menace
from Farside, aunque tampoco es posible descartar futuros volúmenes que
continúen la historia.
Lo que McDonald ha planteado en esta
serie es, ante la decadencia y el colapso terrestre, la posibilidad de un
laboratorio en el satélite, un experimento de culturas, sociedades, políticas,
religiones y filosofías ante la muerte de los sistemas terrestres, presas de
diversas ideologías. Un intento casi sobrehumano por alcanzar la continuidad,
aquello que asegura la supervivencia. Quizás no sea Luna Creciente la mejor de las tres novelas, pero sí es un final
digno que retoma todos los elementos de las partes anteriores e intenta darles
resolución agregando nuevos conceptos, cometido no del todo logrado, que puede
necesitar de más páginas, pero sí de gran calidad y que muestra un futuro que
se siente perturbadoramente plausible. Quizás el autor escocés decida seguir
ampliando tal mosaico en el futuro con nuevas novelas. Sin duda, le estaríamos
agradecidos.
Isaac Civilo B.
Luna:
Luna Creciente (Trilogía Luna 3)
Ian
McDonald
Nova
2019
464
páginas
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