Reseña: Para Leer al Anochecer de Charles Dickens


Para Leer al Anochecer

El arte de Dickens es el más excelso que existe: es el arte de emocionar y de agradar a todo el que se sumerge en su literatura”.

G. K. Chesterton

Oliver Twist, David Copperfield, Tiempos Difíciles, Historia de dos Ciudades, Una canción de Navidad, Grandes Esperanzas y otro puñado de novelas de Charles Dickens siempre tendrán su lugar asegurado en el panteón de los grandes clásicos de la literatura universal. A pesar de que Oscar Wilde en algún momento haya pensado lo contrario, la historia ha dado un veredicto más claro. Es casi imposible imaginar a otro escritor que haya descrito la Inglaterra victoriana de manera más bella, detallada y, por cierto, desde la experiencia misma de aquel niño cuyo padre fue encarcelado debido a las deudas, que sufrió el traslado de su familia a la cárcel, que comenzó una vida de duro trabajo desde muy temprana edad para ayudar a su familia. Ser humano más indicado para escribir Oliver Twist no podía haber.

Dickens, durante toda su vida, también estuvo interesado en los fenómenos misteriosos, quizás paranormales. Su lado más macabro lo llevó a escribir historias de fantasmas entre las que se cuentan algunas de las mejores historias de terror que el género haya prodigado en su vertiente gótica. Trece de éstas forman Para Leer al Anochecer, una antología que destila calidad. Dickens proyecta sus cuentos desde lo cotidiano y lo hogareño hacia las nieblas de su Inglaterra natal, llena de leyendas y folclore aunque sin dejar de lado su veta más social y crítica que le valió una amplísima aceptación dentro de la sociedad victoriana, como si su palabra fuera, de hecho, el evangelio.


Y es que su gusto por lo macabro proviene de su propia existencia. Desde una niñera que le inculcó el miedo y el respeto por lo sobrenatural, por los muertos que regresaban exigiendo compensación a los vivos, por desdoblamientos y apariciones, hasta los mismos fantasmas, reales o figurados, que vio en cárceles, hospitales, bosques, escuelas y casas. Esta veta también se filtró en muchas de sus obras más clásicas, haciéndonos entender que, en realidad, ninguna de las dos orientaciones – la realista y la sobrenatural – estaba completamente separada de la otra. Se integraban de formas sutiles, pero monolíticas. Su dirección de la revista Household Words desde 1850 a 1859 le dio la oportunidad de hacer llegar muchas de estas historias al público victoriano.

De la antología Wordsworth Classics se han tomado las 13 historias de Para Leer al Anochecer. Si bien, por su longitud, ésta última no podría ser considerada la antología definitiva de cuentos de fantasmas del autor inglés, sí es una selección equilibrada y que cuenta con algunas obras inmortales del género como El Guardavías, El Juicio por Asesinato, La Casa Encantada y El Fantasma de la Habitación de la Esposada, ésta última escrita, como por si fuera poco, junto a Wilkie Collins, maestro del suspenso en formato breve. Como contraste, también es notable la cantidad de historias que Dickens desarrolla en torno a la Navidad, un concepto al que recurriría mucho a lo largo de sus escritos y que, por momentos, asume un tono bastante amargo, probablemente basado en las diferencias sociales que tocaba de manera recurrente, y nostálgico, basado en su propia infancia y sus recuerdos agridulces que surgían desde la pobreza y la situación de su familia.

A través de sus páginas también hay bastante humor, a veces negro, a veces algo destemplado, pero que nunca pasa de ser más que un recurso estilístico para atemperar la atmósfera opresiva de muchos de los relatos. En esto, sus ambientes, Dickens siempre fue un maestro. Cada una de las historias es un perfecto ejemplo de inmersión que, tras unos pocos párrafos, es capaz de situar al lector en el corazón del relato mismo. Los mencionados El Guardavías, La Casa Encantada y El Fantasma de la Habitación de la Esposada son ejemplos soberbios.


Si bien hay espectros y fantasmas, otras entidades que nunca son definidas del todo, desdoblamientos y desapariciones, el objetivo de estas historias no es el terror en sí sino la dimensión psicológica de sus personajes y a través de ella, aquellos miedos inmemoriales, demasiado profundos y abstractos para tomar forma reconocible en el mundo moderno. Ahí está la miseria, la tristeza, los dolores que aquejan el espíritu del ser humano, los castigos, la pérdida y la nostalgia. El breve relato final, El Niño que Soñó con una Estrella, es fiel representación de esto último. Posiblemente son cuatro de las más hermosas páginas que Dickens haya escrito en un cuento donde la pérdida de los seres queridos vista a través de los ojos de un niño que mira las estrellas y la nostalgia que lo carcome hasta el día de su muerte reflejan su propia vida y constituyen un ejemplo de lo que su obra es y será: literatura que trasciende como la que más, personajes sublimes, historias gloriosas. Una obra eterna y universal.

Isaac Civilo B.

Para Leer al Anochecer
Charles Dickens
Impedimenta
240 páginas

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