Reseña: Viaje al País de la Cuarta Dimensión de Gastón de Pawlowski
Viaje al País de la Cuarta Dimensión
No son pocos los lectores que
remontan el comienzo de la ciencia ficción como tal a escritores europeos.
Julio Verne y después H. G. Wells son quienes asoman entre muchos otros a pesar
de que el francés, si bien siempre intentó ser lo más fiel posible a los
avances científicos de la época, insistía constantemente en el carácter
aventurero de sus narraciones, y el inglés, por otra parte, siempre prodigaba
ácidas lecturas sociales tras sus extraterrestres y sus máquinas del tiempo.
Por supuesto, no son ellos los únicos autores relacionados con el nacimiento de
la ciencia ficción. También en tierras galas, Gastón de Pawlowski, algo
olvidado hoy en día, forjó algunas obras que definitivamente merecen ser
rescatadas dado su alcance social y filosófico.
Crítico literario, narrador,
reportero deportivo y fundador de la Union
Vélocyclopédique de France,
Pawlowski originalmente publicó Viaje al
País de la Cuarta Dimensión en 1911 de forma episódica en la revista Comœdia, después en forma de novela en
1912 y después en 1923, en una nueva edición donde repasaba la influencia de
las teorías de Einstein en su obra. Para entonces, el científico ya había
publicado su Teoría de la Relatividad que presentaba el tiempo justamente como
una cuarta dimensión. Además, el autor publicó diferentes artículos, cuentos y
crónicas en la revista antes mencionada, muy a menudo de corte satírico como la
ya publicada en español Nuevos Inventos y
Últimas Novedades.
Viaje
al País de la Cuarta Dimensión posee también dicho humor, pero en
el contexto de una obra muchísimo más ambiciosa. La novela podría inscribirse
en una suerte de ficción ensayística no alejada de muchas de las obras del
genio polaco de la ciencia ficción Stanislaw Lem. Aquí también hay un narrador
quien describe la visión del futuro de la humanidad esclavizada en las tres
dimensiones que conocemos tras su regreso del País de la Cuarta Dimensión. Hay
mucha especulación científica y mucha filosofía en las casi 250 páginas del
libro, pero de ninguna manera se convierte en una obra densa y morosa. Por el
contrario, la prosa de Pawlowski es tan fluida y el humor que usa es tan
liviano que la lectura es rápida y chispeante.
De una inclinación más platónica que
aristotélica, la novela puede leerse de diferentes formas: como una defensa de
las tradiciones culturales y artísticas del viejo mundo, como una parodia de la
ciencia, como un relato metafísico, como una odisea espiritual, como un
recuento de las epifanías de un futuro automatizado donde la mecanización se
convierte en el objetivo y no el medio para la liberación humana. Es todo eso,
y más aún. Por momentos, rememora, con gran humor, el absurdo Kafkiano con las
aventuras y la ciencia de los mencionados Verne y Wells, en una propuesta que
tiene el leve aroma de la burla soterrada.
A través de sus páginas el lector
asiste a una serie de desarrollos futuros que rayan en lo sobrenatural. Hay
mutaciones humanas y animales, transformaciones físicas y espirituales,
microbios de tamaño doméstico, vegetales modificados, organismos automatizados,
tecnologías que materializan los sueños y los deseos, fuerzas invisibles,
avances científicos que permiten una inmersión constante en los recuerdos y la
posibilidad de traspasar el alma de los humanos a plantas o animales. Pero nada
de esto es simple imaginería vacía. Pawlowski enlaza todos estos fenómenos a
ideas filosóficas y a un agudo análisis social y cultural, a veces con gran
aliento humanista, a veces con la sátira despiadada. Aun más, muchas de estas
ideas encontraron eco en la literatura, en la pintura y en el cine del siglo
siguiente, y es posible que lo sigan encontrando en el futuro. En esto,
Pawlowski conecta directamente con el autor polaco maldito Stefan Grabinski.
Sin haber sufrido una existencia tan sombría, el francés ha sido capaz de
sembrar semillas que germinarían en diferentes disciplinas artísticas de la
misma forma que Grabinski lo lograra en la misma década.
Hay un organismo de inmensas
dimensiones – el Leviatán, mismo de
Hobbes – del cual los seres humanos son parte ínfima, bacterias que habitan su
ser de la misma forma en que diversas bacterias habitan el cuerpo humano. Están
los Científicos Absolutos que dirigen el Gran Laboratorio Central y que, a
través de sus experimentos, prefiguran los miedos de hoy en día en una serie de
áreas claves con un aire casi profético, y la erosión de la cultura occidental
al abandonar sus raíces y aquel aire religioso que funcionaba como un pegamento
que unía dicha cultura. En esto, también se empareja con Franz Kafka y su
visión trágica de la época en la que vivió y que consideraba desgraciada por la
pérdida de dicho sentimiento. El epílogo de la novela refuerza esta idea a
través del Gran Renacimiento Idealista y el rescate de las tradiciones en
contraste con las ensoñaciones fallidas de la ciencia.
Después de más de un siglo, Viaje al País de la Cuarta Dimensión
impacta por la actualidad de algunos de sus planteamientos. En el impresionante
tapiz de su imaginería proporciona profundas reflexiones sobre la sociedad, la
relación del poder con las civilizaciones, la pérdida de la espiritualidad, la
deshumanización provocada por la automatización, la funesta pérdida de la
tradición, y la esclavitud. El estilo de Pawlowski y su humor son de tal finura
que leer dichas ideas no transmite la pesada gravedad con la que muchos otros
textos sobrecargan a sus lectores. Su dimensión visionaria, sin duda, la separa
de aquellas obras de ciencia ficción enfocadas en la aventura y la evasión. Su
recuperación no es sólo bienvenida, sino necesaria para que las nuevas
generaciones entiendan el alcance de este género.
Isaac Civilo B.
Viaje
al País de la Cuarta Dimensión
Gastón
de Pawlowski
Hueders
2019
244
páginas
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