Reseña Cine: Doctor Sueño
Doctor Sueño

Danny Torrance (Ewan McGregor) ya es
adulto. Décadas han pasado desde los eventos traumáticos y la caída en la
locura de su padre, Jack. Dan es un juerguista de tomo y lomo. Alcohol, drogas,
mujeres y fiestas son el paisaje de su vida, y además los macabros habitantes
del hotel Overlook vuelven para
atormentarlo. Dan viaja a New Hampshire donde se establece y un pequeño grupo
de alcohólicos anónimos lo acoge: ocho años de franca recuperación, salud,
tranquilidad, paz. Comienza a trabajar como ayudante en un hogar de ancianos y
un gato presiente lo ayuda a convertirse en el Doctor Sueño, quien se sienta al
lado de éstos para confortarlos justo antes de que mueran. Dan, sin embargo, no
sabe que en la misma ciudad vive Abra Stone, una niña que posee su mismo don,
el resplandor. Y mucho menos sabe de
El Nudo Verdadero, un grupo aparentemente inofensivo, encabezado por Rose La
Chistera (Rebecca Ferguson), quienes han pasado largos años e incluso siglos
alimentándose del vapor de aquellos
que poseen el don. Los integrantes de El Nudo son cuasi inmortales, pero los
tiempos han cambiado. Los poseedores del don son menos que antes y brillan
menos. El sustento vital se acaba.
El Nudo Verdadero se las arregla para
raptar niños, sacrificarlos y absorber su energía – intensificada cuando éstos
sufren –, pero no es suficiente, al menos hasta que captan la fuerza de Abra y
deciden capturarla y de paso asegurar su sobrevivencia por muchos años. La
niña, no obstante, no es presa fácil. Su poder es muy superior a lo esperado y
la amistad que traba con Dan ayuda a su autoestima, a su estabilidad. El ritmo
que Flanagan imprime a la primera parte del relato es el correcto para poder
trazar las motivaciones de los personajes. No hay grandes aspavientos ni
sorpresas, y los momentos en los que el terror se adueña de la pantalla son muy
bien dosificados, construidos con cuidado y potencia, aterradores en su
naturaleza, pero nunca toman preponderancia sobre la historia. El tratamiento
del director, por supuesto, no es tan fino como el de Kubrick. Se acerca al
terror más convencional, pero es efectivo y cuida de no imitar la estética
personalísima que éste último desarrollara hace casi 40 años. Flanagan se
decanta más por su propio estilo, aquel que probablemente alcanzó su cénit en La Maldición de Hill House: atmósferas
sombrías, aspectos paranormales, elementos inanimados que toman vida. Mezclado
con ideas clásicas de Stephen King – viajes a través del cielo, mensajes en
espejos y paredes, calles solitarias –, éste puede no desarrollar una estética
tan potente como la cinta clásica, pero es capaz de sostenerse por sí misma sin
dificultades.
El obstáculo mayor es otro. La
tensión entre los dos extremos – Kubrick y King – en que Doctor Sueño se desarrolla. Estos son tan disímiles que desde el
comienzo es claro que la cinta no logrará equilibrar ambos. No es posible.
Muchos de sus mejores momentos giran en torno a El Nudo Verdadero y sus
particulares miembros, y a la relación que entablan Rose y Abra. Es entonces
cuando la influencia de Kubrick queda de lado. Y cuando vienen las referencias,
las citas y el homenaje a Kubrick, la historia más personal tiende a
desaparecer. Los esfuerzos de Flanagan por rescatar estos matices son destacables.
Las locaciones de la primera cinta están ahí, el elenco que recrea los
habitantes del hotel Overlook, los planos amplios en las cercanías de éste. Sin
embargo, la principal línea argumental, el conflicto de Danny Torrence, es el
que se ve más perjudicado. Las tramas secundarias son las que asumen la
importancia del relato en desmedro de Danny y los traumas que ha arrastrado
desde su niñez. Sí, vuelve la habitación 237, las gemelas, el río de sangre que
surge desde el ascensor, el hacha y la máquina de escribir, pero el personaje
de Ewan McGregor no logra recuperar el protagonismo que auguraba al comienzo de
la cinta.
Todo esto desemboca en un final que
se siente un homenaje a Kubrick tanto desde las páginas de King como desde la
cámara de Flanagan, pero que le quita aquel elemento más impredecible que se
había esbozado desde el comienzo. Si esto se debe al material fuente del
escritor o a las exigencias de la industria, es difícil decirlo. De seguro el
mismo Kubrick podría haber cristalizado un final más oscuro e inquietante, pero
los tiempos no están para ser demasiado duro, o para giros de tuercas que
encajen con un ambiente bastante más sanitizado que hace cuatro décadas. Las
audiencias aún recuerdan cómo La
Maldición de Hill House decayó en su desenlace a pesar de haber construido
drama y terror trepidante durante horas. El caso de Doctor Sueño es el mismo. Hay mucho buen hacer aquí y Flanagan se
las arregla bastante bien durante el grueso del metraje. Por supuesto, la
catedral cinematográfica conocida como El
Resplandor continuará intocable, pero dentro de límites más convencionales,
Doctor Sueño es una cinta bastante
sólida, una secuela efectiva y un homenaje respetuoso. No será recordada como
una obra maestra, pero sale airosa de un desafío donde no era posible obtener
una victoria total. Ya se ha anunciado una versión de tres horas donde, esperemos,
la historia pueda tomar incluso mayores dimensiones.
Isaac Civilo B.
Doctor
Sueño
Mike
Flanagan
152
minutos
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