Reseña: Tiempo de Odio (The Witcher 4) de Andrzej Sapkowski
Tiempo de Odio
Tiempo
de Odio, el cuarto volumen en la saga de Geralt de Rivia, continúa el relato
exactamente donde La Sangre de los Elfos
lo dejó. Esta tercera parte funcionaba como una novela donde Andrzej Sapkowski
tomaba su tiempo para poder organizar las distintas piezas del relato y
presentar a sus personajes para las novelas siguientes. En ese aspecto, dicha
obra cumplía su cometido a cabalidad al mismo tiempo que establecía las
virtudes de su prosa con capítulos extensos donde brillaban largos diálogos con
una acertada mezcla de drama, humor negro y emotividad, gran habilidad para
hilar los conflictos políticos que aquejan al continente, la creación de
escenas memorables y la invención de una mitología que bebe de diversas fuentes
de las más lejanas latitudes europeas.
De esa forma, el escenario estaba
preparado para que el siguiente volumen, Tiempo
de Odio, comenzara a dirigir la historia. Y vaya si lo hace. Ciri, bajo las
enseñanzas de la hechicera Yennefer, logra escapar momentáneamente a su
protección y visitar al Brujo Geralt de Rivia. Es una estratagema para que
Geralt y la hechicera se encuentren por primera vez después de una larga
separación. Este amor trágico ya había sido referido en varias historias cortas,
siempre en retrospectiva. Ambos asisten al concilio de hechiceros en la isla de
Thanned y Geralt comprende que aquí hay tanta o más política como la que los
hechiceros resienten en las cortes de los reyes del continente. Sin duda, en
todos los libros de la saga hay una corriente política, algo soterrada, pero
que es la principal motivación de los reinos y sus gobernantes. Tanto en el
concilio de hechiceros como en las cortes hay intrigas, subterfugios y engaños
por doquier que se mueven bajo una capa de frivolidad. En el banquete donde
Yennefer y Geralt toman parte, tanto hechiceras como emisarios de los reinos
son vanos y superficiales, pero la amenaza bajo sus intencionadamente torpes
comentarios es palpable. Se gestan nuevas alianzas, hay preguntas dentro de
preguntas y la información fluye de formas retorcidas.
La pieza central de la novela toma
lugar en medio del concilio. Durante la madrugada se produce una batalla entre
los hechiceros que apoyan a los reyes y aquellos que ven en la llegada del imperio
invasor de Nilfgaard una oportunidad para acrecentar su poder. La trampa de los
primeros se tuerce y desde ese momento se suceden muertes, combates,
conspiraciones y giros de tuerca. Sapkowski pisa el acelerador durante varias
páginas, logrando un clímax tras otro, con un ritmo apabullante. Una vez el
polvo se ha dispersado, el equilibrio ha sido trastocado. La política y las
tácticas militares de todo el continente ya no son las mismas. Geralt ha sido
gravemente herido, Yennefer ha desaparecido y nadie sabe dónde está Ciri.
La cantidad de recursos literarios a
los que Sapkowski echa mano es muy amplia. Se sirve de diferentes registros
para continuar dibujando a nuevos personajes que toman protagonismo capítulo
tras capítulo al punto que esta novela se siente mucho más coral que las
anteriores. Geralt de Rivia, por supuesto, no desaparece, pero si se le nota
algo eclipsado por la variopinta galería de sujetos que comienzan a inclinarse
por los diferentes bandos. Su pluma sigue siendo dúctil, capaz de arrancarnos
risotadas en los momentos más inesperados y de conmovernos en el siguiente
párrafo. La vena política lo es más que nunca y junto a los deseos
expansionistas de los invasores de Nilfgaard, el alcance de la narración
comienza a abarcar locaciones hasta el momento inexploradas, enriqueciendo el
mundo que su imaginación ha prodigado. De la misma forma que los volúmenes
anteriores, de una manera muy sutil, el autor también se las arregla para
seguir esbozando la mitología de su mundo, quizás cediendo algo en favor de la
inclinación más política de esta novela, pero de ninguna manera ausentándose de
sus páginas. Es un entramado que ha crecido en complejidad respecto de las
entregas anteriores.
Sin embargo, el autor polaco no teme
a rescatar los matices en tamaño mosaico narrativo. Prueba de esto es el largo
pasaje final que solamente se concentra en un personaje, Ciri. Abandonada en
uno de los desiertos más extremos y peligrosos del continente, Ciri inicia un
largo periplo sin dirección alguna en medio de la dureza del clima y el
abandono total. Sapkowski nos pone en la piel de la heredera a través de largas
páginas del sufrimiento y la indecisión de esta princesa en plena pubertad,
quien ha perdido a sus padres, a su reino, a sus ciudadanos y el amor de su
pueblo en un retrato notable de dolor, fragilidad y resistencia que brilla por
la caracterización de su prosa, a ratos minimalista, a ratos exuberante. Y
agrega un último elemento clave, la aparición de una banda de jóvenes
mercenarios, nacidos del Tiempo del Odio, con quienes Ciri puede identificarse
sin problemas.
Después de La Sangre de los Elfos y su ritmo necesariamente más pausado, Tiempo de Odio constituye el momento en
que las piezas comienzan a encajar en los numerosos conflictos políticos y
personales de sus protagonistas. La configuración del continente ha cambiado y
el odio que la época ha engendrado solamente puede anticipar eventos trágicos
que cambiarán incluso más la situación de los reinos a través de las guerras y
la muerte. No obstante, y a pesar de las grandes dimensiones del relato,
Sapkowski no cae en la trampa donde suelen quedar atrapadas muchas novelas del
género. Más allá de sucesos políticos, magia y conspiraciones, el autor es
capaz de decantar el relato hacia sus protagonistas, prodigando algunos de sus
mejores momentos en la intimidad y en la soledad. Es un ejemplo de la
honestidad de su pluma y de la comprensión de que el centro de su historia son
siempre sus personajes.
Isaac Civilo B.
Tiempo
de Odio (Saga de Geralt de Rivia 4)
Andrzej
Sapkowski
Alamut
272
páginas
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