Reseña TV: River


River

A pesar de que esta miniserie británica fue emitida originalmente el año 2015 en Europa, no llegó a Netflix hasta este año 2019, y rápidamente se convirtió en uno de los mejores estrenos del servicio de streaming aunque siempre mantuvo un perfil bastante bajo comparado con las superproducciones que invaden la pantalla chica mes a mes. Su creadora es Abi Morgan, guionista de dilatada trayectoria en el medio y que ocasionalmente ha indagado en el cine como productora.


En esta ocasión Morgan optó derechamente por una propuesta policial de seis capítulos sobre el detective John River – notable interpretación de Stellan Skarsgård – y la lucha que mantiene consigo mismo y con el crimen no resuelto de su compañera Jackie Stevenson (Nicola Walker). Desde el comienzo es necesario decir que River debe ser una de las series más tristes de los últimos años con uno de los protagonistas más solitarios que puedan encontrarse en las series detectivescas. Rápidamente sabemos que la compañera de River fue asesinada a quemarropa casi frente a él, y que el detective alucina con su fantasma que vuelve en numerosas oportunidades, no para atormentarlo sino para funcionar como contrapunto dramático y sacar a la superficie todo aquello que River no deja que el resto de sus compañeros vea.  El tormento llega a través de otro fantasma, el del médico y asesino serial Thomas Cream, quien regresa en los momentos más difíciles para intentar hundirlo aún más en el vacío existencial que atraviesa.

Por supuesto, existía una cercanía emocional entre River y su compañera, razón que no hace más que aumentar la intensidad de su dolor y las alucinaciones que debe soportar.  A diferencia de la gran mayoría de las series policiales en televisión, el caso en sí no es el corazón de sus seis episodios. La construcción de éste es minuciosa y ciertamente plasma muy bien cada uno de los tropos de la novela negra, pero los expande y de manera muy sutil los transforma en una tragedia donde los demonios de su protagonista le plantan un desafío casi insuperable. El equilibrio que la miniserie logra entre el existencialismo y la soledad de sus personajes y la cacería para descubrir al asesino es exquisita. Ningún giro de tuerca se siente innecesario y el ritmo está graduado de manera que ambos – personajes e historia – puedan respirar y desarrollarse según las necesidades del guion.

Además de dicho guion – muy bien escrito – y de un estilo visual muy llamativo que parece alejarse de la oscuridad imperante en este tipo de series, ofreciendo un manejo de los colores más vistoso y equilibrado, mucho del crédito de la producción recae en sus actores. El elenco demuestra total cohesión y las subtramas – la jefa del departamento de policía y la infidelidad de su esposo, la soledad de la psicóloga policial, la familia disfuncional de la detective asesinada – enriquecen tanto a los personajes como el ritmo de la miniserie. Sus momentos más flojos toman lugar cuando cae en algunos lugares comunes que parecen inescapables para cualquier serie de televisión hoy en día, pero, por fortuna, no pierde el tranco. Es claro que más allá del asesinato y la incesante búsqueda del ladrón, ésta es una miniserie de personajes y la forma en que lidian con la pérdida y el dolor.

En este aspecto, la actuación de Stellan Skarsgård es el pilar sobre el que cada episodio se sostiene. En cosa de segundos, su interpretación pasa desde la contemplación remota hacia la furia, desde la cercanía hacia el desprecio, desde la tristeza a lo sardónico. Durante pasajes, parece como si la miniserie incluso hubiese sido escrita para él debido a la potencia y versatilidad de su interpretación. Por supuesto, hay mucho más en la miniserie que sólo su personaje, pero sin duda, no hay muchos actores que puedan moverse con tal facilidad a través de un rango tan amplio de emociones.


Como la mejor novela negra, el final de la miniserie es sorpresivo, un golpe que aparece desde ningún lugar para incrustarse en el corazón del espectador, absorbiendo cualquier asomo de esperanza. La conclusión de la investigación es oscura en extremo, sórdida incluso, pero a esta altura John River – gracias a la interacción con su nuevo compañero, Ira King – ha logrado llegar a términos con muchos aspectos de su solitaria vida y, de cierta manera, se vislumbra el comienzo de una nueva etapa donde, tras una ordalía de grandes proporciones, pueda enfrentar el futuro recuperando aquello que pensaba perdido. Es una conclusión satisfactoria que parece no desear sumergirse de lleno en la oscuridad misma, sino salir poco a poco de ella.

Isaac Civilo B.

River
Netflix
360 minutos

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