Reseña TV: The Witcher


The Witcher

Cuando Netflix anunció la adaptación de la saga de Geralt de Rivia del escritor polaco Andrzej Sapkowski, inmediatamente muchos seguidores fruncieron el ceño. Además de ser uno de los juegos de video más icónicos de los últimos años, las dos adaptaciones que se realizaron en Polonia distaron mucho de las novelas. El autor las criticó con fuerza e incluso viene saliendo del juicio con la compañía productora del juego de video, CD Projekt RED. LA personalidad de Sapkowski es particular y no es fácil avenirse a sus exigencias. Por otro lado, el momento para una adaptación de su saga fantástica no podía ser más propicio. Tras el final de Juego de Tronos, Amazon, HBO y otros servicios de streaming ya están produciendo distintos proyectos para hacerse con dicho sitial. No obstante, Netflix fue quién golpeó la mesa primero con la llegada de la primera temporada de The Witcher, aunque el golpe no fue todo lo contundente que la audiencia esperaba.


La adaptación cayó sobre los hombros de Lauren S. Hissrich, guionista y productora cinematográfica que se mueve en el ambiente de algunas series de televisión de no muy alto vuelo. Ella y su grupo de guionistas alimentaron a las redes sociales por meses con actualizaciones sobre el proceso hasta la llegada de los primeros teasers y después trailers, todos imponentes y que presagiaban una adaptación que podría elevarse a lo mejor del género. Los seguidores eran más escépticos. Además de las fallidas adaptaciones, cualquier que haya leído los libros de la saga sabe que presenta una serie de dificultades para ser llevada a la pantalla. La primera, y quizás la más notoria, son los dos primeros volúmenes – El Último Deseo y La Espada del Destino – que en realidad son antologías de cuentos cortos. Éstas presentan una serie de relatos, muchos de ellos que no siguen un orden cronológico, y separados por inmensas distancias, tanto geográficas como temporales. Recién el tercer tomo de la saga – La Sangre de los Elfos – presenta una historia con una clara narrativa. Ya en las dos antologías mencionadas, Sapkowski hacía gala de una pluma soberbia, de caracterizaciones de peso, un ritmo dosificado casi a la perfección y por sobre todo esto, el desarrollo de un mundo cuyas influencias mitológicas europeas, y especialmente eslavas, formaban un tejido confeccionado con inmensa atención al detalle, con innumerables referencias históricas, literarias y mitológicas.

Hissrich y su equipo al parecer quisieron abarcar bastante. Hay material de las dos primeras antologías, del tercer volumen e incluso más de un guiño al cuarto libro – Tiempo de Odio – en un esfuerzo por rescatar la mayor cantidad posible de matices de la obra del escritor polaco. Como resultado hay una constante fricción entre hacer avanzar la historia y desarrollar la amplia gama de tonalidades de sus personajes. La adaptación no hace lo uno ni lo otro. O mejor dicho, hace un poco de lo uno y un poco de lo otro. El arranque con los cuatro primeros episodios es posiblemente uno de los ejercicios narrativos más duros que se han hecho en televisión. Los guionistas seleccionaron una serie de historias cortas de las antologías y las adaptaron de manera independiente, sin conexiones narrativas aparentes. Además, muchas de ellas se ubican en lugares distintos en la cronología de la historia. El más curioso quizás es la invasión de Nilfgaard en el primer episodio, cuando se encuentra esbozada al final del segundo volumen. Desde ahí la cacería de monstruos por parte de Geralt de Rivia, sus encuentros con magos y hechiceras, y su implicación en las intrigas palaciegas de Cintra brincan sin dirección precisa en la línea temporal de la historia. El cuarto capítulo es un perfecto ejemplo de esto. Se desarrolla a lo largo de tres hilos narrativos que no sólo están desconectados entre sí, sino que tampoco guardan relación cronológica directa con los eventos de los episodios anteriores o con los siguientes. Si bien, la correcta incorporación de elipsis y contrapuntos es una herramienta que puede beneficiar la narración visual de una obra, el mal uso y abuso de la misma termina sobrecargándola hasta el punto de dificultar su comprensión. Es entendible que la showrunner y su equipo hayan querido emular gran parte de la estructura narrativa de las antologías, pero distan mucho de la maestría de Sapkowski a la hora de conectar líneas argumentales.

Por fortuna, los cuatro episodios finales arreglan en gran medida tales falencias al desarrollar una narración mucho más lineal. De esta manera, los personajes principales – Geralt, la hechicera Yennefer, la reina Calanthe, la princesa Cirila – cuya caracterización había sido esbozada durante el comienzo se ve potenciada con el transcurso de los capítulos. En particular Geralt y su amor trágico, Yennefer, son quienes asoman como los pilares de esta primera temporada. La caracterización de Sapkowski seguramente es una de las más acabadas de la fantasía actual, hermosa, trágica y dura a partes iguales, y si bien la serie no alcanza tales cúspides, desarrolla correctamente los conflictos de El Brujo: su niñez huérfana, la confusión ante su naturaleza, su pesimismo existencial, su descreimiento y su silencio, todo dentro de un sólido código moral que mantiene su vida unida. Mucho del material usado para Yennefer no forma parte de los primeros tomos de la saga, pero quizás sea el hilo narrativo mejor trabajado. En medio del desbarajuste de los primeros episodios, su niñez en la granja y su juventud en la Torre de la Golondrina como aprendiz de hechicera fueron necesarios respiros para que el ritmo de la historia no se desbocara. Posteriormente su ambigua relación con Istredd, el resentimiento hacia su niñez y sus experiencias, su intensa relación con Geralt, su ambición y la búsqueda por una cura a su infertilidad la transforman en un contrapunto perfecto al Brujo. Los precisos diálogos de Sapkowski en las novelas fueron parte fundamental del material fuente para la adaptación. A pesar de que durante ciertos pasajes los intercambios entre ambos protagonistas son algo abruptos, son suficientes para entregarnos algunos de los mejores momentos de esta primera temporada.

Por otro lado, hay otros personajes que se sienten algo desaprovechados, entre ellos el juglar Jaskier, usado principalmente para alivianar la tensión de muchos pasajes, Triss de Merigold, amiga de Yennefer y muy cercana a Geralt, o el hechicero Stregobor, encarnación de las maquinaciones políticas, corrientes subterráneas que amenazan con desangrar el continente. Como es de esperarse, también hay muchas licencias que los guionistas se tomaron, tanto narrativa como ideológicamente – Renfri vaticinando que Ciri sería el destino de Geralt de Rivia, el hechicero Istredd en la Torre de la Golondrina, amazonas en el bosque de Brokilón, elfos multirraciales –. En varios momentos estos cambios contrastan fuertemente con la dirección de la obra de Sapkowski y también con la construcción de su mundo. Y es que si hay algo que está lejos de lograrse es la profundidad mitológica y la riqueza histórica del mundo del autor polaco. La sensación que el lector obtiene de sus novelas, el asombro al contemplar cómo, página tras página, un mundo mitológico de muchas capas y una larga historia llena de conflictos y cambios aparece ante sus ojos está casi totalmente ausente en la pantalla. La inevitable comparación con Juego de Tronos es propicia. El Muro, Invernalia, Desembarco del Rey, El Nido, Pike y tantos otros lugares tenían profundidad histórica y evocaban tradiciones olvidadas en el tiempo, conflictos familiares legendarios, una mitología coherente. Y para ir más lejos, cabe recordar el cuidado de Peter Jackson y su equipo en la filmación de El Señor de los Anillos donde incluso las letras talladas en los muros de Moria o las escrituras que cubrían armaduras y cascos eran sujetas a un minucioso análisis por parte de los especialistas en la obra de Tolkien antes de ser filmadas. Es muy posible que Hissrich y su equipo hayan pasado por alto la importancia de tales detalles en la adaptación de una obra de este tipo ya que la rica cultura eslava es casi inexistente en pantalla. Incluso una banda sonora más memorable – como la soberbia obra de Howard Shore para El Señor de los Anillos – podría haber dotado de mayor dimensión a la historia, pero la compuesta para la serie carece de temas principales y un desarrollo más extenso, convirtiéndose en otro elemento decorativo.


Sin duda, hasta el momento la adaptación está al debe. No es correcto decir que ha sido un fracaso, pero sí que no ha cumplido las expectativas que generó. La densidad del mundo creado por Sapkowski y sus novelas son de un potencial inmenso. Algo de eso se ha rescatado en esta primera temporada. Las actuaciones de Henry Cavill como Geralt de Rivia, Anya Chalotra como Yennefer, Freya Allan como Ciri y algunas otras mantienen la serie a un buen nivel, hay momentos notables especialmente en la segunda parte de la temporada y algunos episodios contienen las semillas de lo que podría germinar a futuro en gran drama. Una segunda temporada ya ha sido confirmada por lo que los puntos débiles de esta primera pueden ser corregidos y lo mejor que se ha logrado puede ser fortalecido. Por el momento, no se encuentra cerca de alcanzar el sitial que Juego de Tronos ostentó durante años y la competencia que HBO y Amazon plantarán será dura. Solamente resta esperar ya que potencial hay de sobra.

Isaac Civilo B.

The Witcher (Saga de Geralt de Rivia )
Andrzej Sapkowski
Netflix
480 minutos

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