Reseña: El Futuro de la Humanidad de Michio Kaku
El Futuro de la Humanidad

Más allá de la fama que Michio Kaku
ha obtenido de sus continuas apariciones en programas de televisión, un centenar
de artículos y una docena de libros publicados durante los últimos 40 años lo
han ubicado como uno de los rostros más reconocibles de la divulgación
científica. Sin embargo, su mayor logro es seguramente ser uno de los
especialistas en la teoría de campo de cuerdas, una rama de la teoría de
cuerdas, que es mencionada en este volumen como un elemento clave que nos
ayudaría a realizar viajes interestelares a fin de asegurar nuestra progenie.
De lectura amena y rápida gracias a
la simpleza de su lenguaje, a sus constantes referencias a obras de ciencia
ficción y a la cultura popular, El Futuro
de la Humanidad no tiene miedo a tomar el toro por las astas y, sin mayor
especulación, lanzarse de lleno al desafío más grande que la humanidad puede
enfrentar. El volumen se divide en tres partes donde el Dr. Kaku detalla cada
uno de los pasos necesarios para lograr dicha meta. La primera parte, Salir de la Tierra, comienza con un
repaso de las primeras etapas de la cohetería a comienzos del siglo XX.
Científicos como Konstantin Tsiolkovsky, Robert Goddard y Wernher Von Braun
fueron los primeros que entrevieron las posibilidades de aplicar las leyes de
Newton a nuevas tecnologías y, a pesar de que en su época fueron ridiculizados,
el tiempo les daría la razón y los recursos necesarios para llevar a cabo sus
experimentos. Atravesando por la Segunda Guerra Mundial y la Carrera Espacial,
sus invenciones serían la base para lo que Michio Kaku define hoy en día como
la Nueva Edad de Oro del Viaje Espacial.
La luna, en la visión del divulgador
científico, es el primer pequeño paso para la conquista espacial. Éste explica
en detalle cómo establecer una base lunar que sirva como estación de
aprovisionamiento para futuras exploraciones. Incluso, tras indicar cómo se
formó el satélite, se da tiempo para exponer la forma de financiar dicho
proyecto a través del turismo y el entretenimiento. De ahí, el salto es hacia
el Cinturón de Kuiper y la Nube de Oort para la conquista de los asteroides y a
la explotación de su riqueza que permitiría no solamente aprovisionar misiones
más lejanas a lo largo del sistema solar sino a la fabricación de estaciones
espaciales in situ a través de
inteligencias artificiales, robots e incluso replicantes. Suena a ciencia
ficción, pero a diferencia de lo que Philip K. Dick o William Gibson imaginaran
en su momento, el físico teórico explica de manera sucinta cómo las tecnologías
existentes pueden llevar a cabo tales proyectos en un futuro más cercano del
que visualizamos.
Marte y su terraformación son
esenciales cuando se trata de nuestra sobrevivencia. Siendo el planeta más
cercano al nuestro y con un potencial en constante descubrimiento, el autor
detalla las etapas que podrían ayudar en la transformación del planeta rojo
para una futura conquista. Ésta, por supuesto, no está exenta de dificultades y
es la principal razón por la que los científicos también tengan sus ojos
puestos en Europa y Titán, satélites de Júpiter y Saturno, como opciones
válidas gracias a la riqueza de su superficie donde abundan océanos, géiseres,
cañones y luces atmosféricas, todos elementos que favorecen un futuro
asentamiento humano. Tales satélites más otros de los gigantes gaseosos abren
inmensas perspectivas y oportunidades para nuestro futuro.
La segunda parte del libro, Viaje a las Estrellas, se centra en las
tecnologías necesarias para emprender estas empresas. El avance en robótica y
la posibilidad de contar con autómatas, máquinas autorreplicantes y robots con
conciencia propia son ciertos. Sin embargo, en su génesis misma es posible
encontrar algunos de sus problemas. La historia misma de la inteligencia
artificial ha sido accidentada y muchos de los enfoques en su creación han sido
desechados. Es notable cómo el robot más avanzado puede llevar a cabo difíciles
operaciones, pero esté a una inmensa distancia de un niño en términos de
sentido común. Los mecanismos para su mejora ya se están desarrollando, pero el
tiempo para que puedan resolver tales cuestiones aún parece muy lejano. Y una
vez que lo hagan, surgirán otros cuestionamientos ya planteados por la ciencia
ficción hace mucho tiempo: la revolución de las máquinas contra sus creadores o
simplemente el reemplazo paulatino una vez ya no seamos necesarios. Elon Musk
se inclina por esta opción, contraria a lo que pueda pensar Mark Zuckerberg en
el corto plazo. La visión del dueño de Tesla, no obstante, es la más viable en
el largo plazo y las advertencias de Michio Kaku apuntan en la misma dirección.
Una de las secciones más fascinantes
del volumen es aquella donde se detallan las diferentes formas de abandonar la
Tierra: velas láser, velas solares, motores iónicos, cohetes nucleares, cohetes
de fusión, ascensores al espacio y astronaves de antimateria son tecnologías
que ya se han estudiado e incluso desarrollado, pero su inmenso coste y el
tamaño gigantesco de sus estructuras hace que sea casi imposible llevarlas a
cabo en la Tierra. La solución, según indica el autor junto a muchos otros
científicos, es su construcción y ensamblaje en el espacio mismo usando algunos
materiales terrestres, pero en su mayoría materiales de satélites y asteroides
que reducirían costos y tiempo. Una vez más, la especulación poco a poco
comienza a transformarse en realidad. La pregunta obvia sería entonces hacia
dónde nos dirigiríamos una vez las naves sean construidas. Como Giordano Bruno
imaginara y Galileo confirmara, la plétora de estrellas y planetas en el
universo es apabullante y las condiciones para generar un planeta semejante a
la Tierra o al menos con las condiciones necesarias para su evolución no son
tan escasas como se pensaba. Sin ir más lejos, el año 2017 se descubrió un
sistema solar donde siete planetas del tamaño de la Tierra orbitan alrededor de
una estrella madre llamada TRAPPIST -1. La información sigue siendo recopilada
día a día y aunque un planeta gemelo aún no se ha descubierto, ya se han
encontrado cincuenta supertierras, un dato que abre grandes perspectivas.
Es inevitable entonces tocar los
exoplanetas y los incluso más fascinantes planetas errantes y planetas raros,
mundos cuyo descubrimiento significó una revolución en la astronomía debido a
su naturaleza y la forma en que desobedecen las reglas que se suponía regían la
creación y el movimiento de los planetas. Incluso más sorprendente es el número
de estos mundos que pueden ir desde casi un millar hasta cien mil veces más que
los planetas normales. Por el
momento, hay mucha especulación al respecto, pero mientras más se sepa sobre
planetas errantes y exoplanetas, más posibilidades tenemos de comprender el
funcionamiento del universo y con ello, nuestras oportunidades de
sobrevivencia.

Aquí los partidarios del
transhumanismo no tienen miedo de dar el primer paso hacia una posthumanidad. Y
el Dr. Kaku parece secundarlos argumentando el principio del cavernícola. Durante miles de años nuestras
personalidades y deseos básicamente no han cambiado y parece existir cierta
tendencia a imponernos límites naturales y a no alterar nuestra esencia y
nuestra apariencia por más oportunidades tecnológicas que estén a nuestro
alcance. Una vez resueltas la construcción de las naves y cómo sobreviviremos
al largo viaje, el libro, hacia su final, enfila en dirección a la posible
naturaleza de los alienígenas y las civilizaciones que podamos encontrar. En
este punto, sin embargo, se puede percibir un enfoque bastante antropocéntrico respecto
de las condiciones para el desarrollo de una vida inteligente. Más interesante
es la clasificación del tipo de civilizaciones existentes respecto de la manera
y la cantidad de energía que usan. Esto nos da una idea de qué tipo de
civilización somos, desde un punto de vista energético, y cuál es el camino
trazado para que podamos llevar a cabo tan magnos proyectos.

En este punto, Michio Kaku regresa a
Olaf Stapledon, quien ha sido uno de los autores más recurrentes del volumen, y
su visionaria novela de ciencia ficción El
Hacedor de Estrellas. Publicada originalmente en 1937, este trabajo incluso
adelantó mucho de lo que durante estos años ha sido bautizado como la Teoría de
Cuerdas, la teoría que parece unificar la Teoría de la Relatividad de Einstein
y la física cuántica, y que también podría explicar los multiversos. La deidad
creadora de Stapledon, según el autor, puede estar ahí afuera. Un dios que
simplemente se dedique a crear mundos y a descartar aquellos que le son de poco
interés, que no interfiere en asuntos mundanos ya que su labor es demasiado
titánica y se encuentra fuera del tiempo mismo. Es una visión bastante poética,
pero no por ello menos factible, especialmente considerando que William
Shakespeare, Bertrand Russell y el mismo Stapledon se adelantaron décadas o
siglos en sus concepciones humanistas que posteriormente se convirtieron en
científicas.
Isaac Civilo B.
El
Futuro de la Humanidad
Michio
Kaku
Debate
416
páginas
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