Reseña: Nuestra Parte de Noche de Mariana Enriquez


Nuestra Parte de Noche

Tras la publicación de algunas de las mejores antologías de terror de la última década – las excelentes Los Peligros de Fumar en la Cama y Las Cosas que Perdimos en el Fuego – y algunas notables novelas, la más reciente obra de Mariana Enríquez es lo que mucho de sus seguidores esperaban con ansias. Un trabajo de larguísimo aliento que se interna, al fin, en los territorios del horror esbozados en sus cuentos cortos, pero que aquí ya toman dimensiones que atraviesan grandes distancias, temporales y geográficas. Y es necesario recalcar que Nuestra Parte de Noche es una novela de terror en toda regla que puede medirse sin problemas con cualquier otra obra del catálogo de Anagrama donde ha sido publicada y que podría hacer que más de algún purista mirara con cierta sorpresa la reciente premiación Herralde para una novela de género.

Nuestra Parte de noche se extiende por casi apretadas 700 páginas y en ella respiran con mucha mayor libertad los terrores más comprimidos de sus antologías al igual que un sinnúmero de influencias y referencias literarias y cinematográficas que la autora es capaz de integrar a la historia sin perder un ápice de verosimilitud. Esto es particularmente notable considerando las múltiples capas que atraviesa en viajes de ida y vuelta a algunos de los más sórdidos parajes de terror producidos en el continente.

La raíz de la historia es la familia Bradford, descendientes ingleses, establecidos en Argentina hace generaciones y que durante décadas han usado médiums para invocar a la Oscuridad, su Dios, para alimentarlo y lograr que les otorgue la inmortalidad. Una de las hijas de la familia se enamora de Juan, un enfermizo niño descendiente de suecos que sobreviven gracias a la agricultura. La familia lo compra y comienza a usarlo como médium para contactar con la entidad monstruosa. Hay aquí un evidente aire a gótico sureño: una familia rica llena de secretos oscuros, una sombría orden, la casa en el bosque, el contacto con lo desconocido, el patriarca cruel, la matriarca déspota. Pero hay mucho más, por supuesto. El aire a lo más oscuro de Córtazar y Borges, las estructuras arquitectónicas que Mark Z. Danielewski incorporara en su monumental La Casa de Hojas aunque puedan trazarse hasta Lovecraft y La Llamada de Cthulhu, Los Elementales de Michael McDowell, y una atmósfera enrarecida que asemeja a El Inquilino Quimérico de Torpor y su soberbia adaptación cinematográfica gracias a Roman Polanski.

La historia familiar, no obstante, es sólo el comienzo. También está la desgarradora historia de amor entre Juan y la hija de los Bradford, Rosario, un relato de descubrimiento lleno de necesidad y dolor; el posterior nacimiento de Gaspar, su hijo; los esfuerzos de Juan para protegerlo. Tres largos capítulos para cada una de sus voces forman la columna vertebral de la novela. El dolor de Juan y su frustración ante el desamor de sus padres, su abandono y el uso que la familia Bradford hace de sus habilidades. El amor y la protección que Rosario le brinda a través de años de cuidado. La relación tormentosa de Gaspar con su padre y la incomprensión respecto de su extrañeza y el halo de misterio que lo rodea y que hace más difícil penetrar en la intimidad de su progenitor. Y como fondo a éstas, la dictadura argentina con desaparecidos y cadáveres, cuyos bosques, selvas, calles y pampas conforman una mitología que la autora ha construido al dedillo después de perfilarla a través de los años. Ésta cruza desde las visiones de Blake y Milton hasta las de Clive Barker y el folclore, y prodiga algunos de los mejores momentos de la novela.

También es un relato multigeneracional sobre el crecimiento y el dolor que conlleva. Los retratos de niñez de los padres de Gaspar, Juan y Rosario, están ejecutados con una pluma maestra y calan muy hondo en el lector no solamente por la fuerza de sus imágenes sino por la calidad de su prosa. Años después, Gaspar y su grupo de amigos atraviesan un proceso similar de confusión y angustia, impactante por su realismo, y también por la forma en que la autora ingresa a lo más hondo del espíritu infantil para demostrar cuán penoso es cambiar y crecer.  

El sello de Mariana Enríquez, demostrado con creces en sus relatos cortos, es la facilidad con la que es capaz de mezclar aquellos miedos ultraterrenos, aquellos horrores que existen en un espacio indefinido y cercano a nuestra realidad, por un lado, y aquellos terrores con los que vivimos día a día, los abusos y las agresiones, por otro. La Oscuridad misma, la dictadura, la llegada del Sida a Argentina, la saga familiar y su secta proveniente de antiguas religiones en los oscuros páramos del norte de Europa, todos son miedos que se entrecruzan, se mezclan, se sintetizan y existen en aquel espacio que sirve como puente entre lo cotidiano y lo que esperamos nunca ver.

Nuestra Parte de Noche es, sin duda, una novela ominosa, la obra más ambiciosa de su autora, y quizás por ello, también incluye algunos excesos, algo anecdóticos. No obstante, son muy menores y no empañan para nada este tremendo logro con una estructura solidísima donde cada pieza encaja casi a la perfección con el resto sin necesidad alguna de artificios. La novela es una vista envolvente del poder y del horror, un compendio amplio de influencias y visiones, y una obra poderosa que atrae y rehúye al lector por igual.

Isaac Civilo B.

Nuestra Parte de Noche
Mariana Enríquez
Anagrama
680 páginas

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