Reseña TV: Avenue 5


Avenue 5

Es posible que Hugh Laurie jamás escape a la fama que House MD le prodigó durante una década. Una bendición más que una maldición, el reconocimiento que el misántropo y genial doctor prodigó a Laurie lo convirtió en uno de los rostros más conocidos de la TV años antes que Breaking Bad, The Walking Dead o Game of Thrones. Es casi imposible replicar tal éxito o tal personaje. Doctor House es uno de esos papeles que definió a su actor de por vida. Por lo tanto, desde entonces ha sido posible ver al actor en diferentes películas y series, usualmente en un papel secundario aunque siempre demostrando su calidad y versatilidad.

En el proyecto más reciente donde vuelve a ser protagonista, Avenue 5, Laurie pisa el terreno de la ciencia ficción aunque en un tono de comedia muy ácida. El creador de esta serie es Armando Iannucci, guionista escocés, quien durante años barriera con premios televisivos gracias a su excelente comedia política Veep. En esta ocasión, Iannucci mantiene el tono, pero cambia el decorado. Quizás debido al éxito de muchas series de fantasía y ciencia ficción, ha decidido abandonar el realismo – o al menos eso aparenta – por un crucero espacial. Este crucero, no obstante, es de placer. Por lo tanto, encontramos en él a gente bonita, acaudalada, una tripulación sofisticada, iluminación adecuada, superficies blancas y pulidas, y espacios seguros. Al menos hasta que lo peor sucede. Al igual que Veep, Avenue 5 las emprende contra todos aquellos rasgos que se han arraigado en la sociedad occidental durante las últimas décadas. Sean estos la corrección política, la manipulación, la decadencia moral, la obsesión por sentirse ofendido, las relaciones públicas, la cultura del entretenimiento, el yoga, el mindfullness, las redes sociales, Iannucci y su equipo de guionistas no dejan tema sin atacar.



La tripulación es profesional: el capitán Ryan Clark (Hugh Laurie), su séquito de ayudantes, el jefe de servicio al cliente, el multimillonario emprendedor dueño de la nave, el personal de su empresa en la Tierra. Todos dan la perfecta apariencia de profesionalismo y confiabilidad hasta que debido a un problema técnico el itinerario de seis meses a bordo del crucero se convierte en tres años. Desde ahí en adelante, las apariencias se esfuman y los episodios se convierten en una montaña rusa de revelaciones desagradables. Hay problemas con la gravedad de la nave, hay muertos cuyos ataúdes orbitan la nave debido al campo gravitatorio de ésta, hay matrimonios en crisis, las ayudantes del capitán se revelan cuán pasivo-agresivas son, la tripulación de la nave resulta ser falsa, hay una pasajera adicta al control y el multimillonario emprendedor resulta ser un megalómano infantil cuyas decisiones vuelven constantemente sobre el marketing, la publicidad y la chabacanería. En la Tierra, las cosas no van mejor. Ante la catástrofe, los planes de rescate se tuercen. Hay conflictos con la NASA, se montan falsas protestas con extras, la imagen pública del proyecto se hunde.


Todos estos son solamente un puñado de las pequeñas miserias que sus personajes experimentan. Cada episodio trae nuevas revelaciones sobre sus protagonistas, muchas de ellas rayanas en lo inaceptable, políticamente hablando, y a medida que los minutos pasan, las perspectivas no hacen sino empeorar. Iannucci y su equipo vuelven sobre el ritmo vertiginoso de Veep.  Ahí están sus diálogos rápidos, cercanos al absurdo, los movimientos de cámara equívocos, el montaje veloz, las personalidades esquizoides y manipuladoras. En fin, todo aquello que le ha valido al guionista y escritor escocés la aceptación del público. Hay mucha inteligencia y un muy corrosivo sentido del humor en el guion. Hay poco reparo en tocar temas considerados sensibles hoy en día y siempre se agradece algo de incorrección política en el clima reinante.

Sin embargo, el estilo característico de Iannucci entraña sus propios inconvenientes. El ritmo, por momentos, es tan vertiginoso que se extraña la necesaria pausa para digerir lo expuesto. Los diálogos y las bromas vuelan sin posibilidad de ser asidos por el espectador. Durante algunos instantes, hay numerosos puntos de vista y diferentes líneas narrativas haciendo que la historia raye en la confusión. Se extraña algo más de contención y tiempo para caracterizar a ciertos personajes que pueden parecer unidimensionales. Si sus seguidores están dispuestos a subirse a un tren que avanza a tal velocidad, poco empañará lo que la serie ha demostrado hasta el momento, con un humor desenfadado y una historia que se encuentra al borde de alguna locura cósmica al final de cada episodio.


Sin duda, un proyecto de este estilo es algo arriesgado por parte de HBO y sin la fama y los logros de su creador, difícilmente podría haber obtenido la luz verde. Avenue 5 es un producto bastante singular, un mezcla entre aquellas disparatadas propuestas cinematográficas de la ciencia ficción B de los 70, con algo de Douglas Adams y su Guía del Autoestopista Intergaláctico, y una pizca de WALL-E. Es decir, una combinación que podría prodigar más de algún momento notable ahora que la serie comienza a tomar su rumbo.

Isaac Civilo B.

Avenue 5
HBO
240 minutos

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