Reseña TV: Locke & Key
Locke & Key
La adaptación del cómic creado por el
hijo de Stephen King, Joe Hill, tomó muchos años y su materialización ha sido
una suerte de odisea que incluyó su paso por Fox el 2010 y Hulu el 2017, con
piloto incluido, pero que sólo este año ha llegado a buen puerto gracias a la
apuesta de Netflix. O al menos eso parece. Escritor que ha logrado ganarse un
lugar importante en la literatura de terror actual, Joe Hill fue capaz de
enlazar un sinnúmero de referencias fílmicas y literarias en el cómic, en una
historia adulta y oscura, que además contaba con las excelentes imágenes
creadas por Gabriel Rodríguez. Por ende, las expectativas, cuando ya la primera
temporada fue anunciada, eran muy altas. Desgraciadamente la adaptación se ha
mantenido muy por debajo de lo que sus seguidores esperaban.
Locke
& Key se centra en la familia Locke, cuyo padre fue asesinado por un
estudiante obsesionado por la casa Key, una de las propiedades del progenitor. Es aquí adonde la viuda con sus tres
hijos llegan a vivir tras la recomendación del hermano del padre muerto. La
casa encierra un sinnúmero de misterios, secretos y locaciones oscuras a las
que se puede acceder a través de diversas llaves que se encuentran escondidas
en su interior. Hay portales, personajes encerrados en espacios que asemejan
otras dimensiones y una antigua tragedia que explica mucho sobre el drama
familiar. La madre, abstraída en el dolor de la pérdida, no termina de
enterarse de todo esto mientras que sus tres hijos comienzan a explorar tan
pronto descubren algunas llaves y sus usos. Extrañamente, ciertos personajes del
pueblo parecen tener una idea mucho más clara de lo que se oculta en la casa y
las circunstancias que han afectado a la familia en el pasado, y que pueden
volver sobre ella en los días venideros.
Lo que se hace evidente desde el
comienzo es la diferencia en el tono de la serie respecto del cómic. En éste,
la atmósfera era una entidad opresiva, real amenaza sobre los moradores de la
casa. Las referencias al género del terror abundan, dándole mayor profundidad a
la historia además de una trama urdida en torno a constantes sorpresas. Nada de
eso es parte de la serie. Por el contrario, es notable cómo Netflix ha tornado
estos elementos en un drama juvenil – de esos que abundan por docenas en
televisión por estos días – que se enfoca en las relaciones familiares y los
traumas que la pubertad imprime en los jóvenes, aunque sin acercarse a su núcleo.
Desde un punto de vista narrativo, es
comprensible el porqué de tal decisión. La televisión es un medio diferente al
cómic y es necesario contar con personajes dinámicos, tridimensionales. No
obstante, durante los primeros episodios poco de esto se logra. El guion es
plano. El ritmo carece de dinamismo. Las actuaciones son correctas, pero nunca
excepcionales. Y a pesar de que los creadores de la serie intentan mantener varios
elementos del cómic, parece que nunca llegaran a decidirse respecto de la
dirección de la historia, alternando el drama familiar con aspectos
fantásticos, de terror y ciencia ficción que nunca encajan completamente. El
argumento de la historia y su simbolismo inherente en la página impresa han sufrido una notoria simplificación en su afán por conectar con un público más
juvenil a través de un producto con casi nula personalidad propia. Es más que
cuestionable cómo la gran mayoría de los conflictos y las complejidades de la
obra original son ignoradas aquí.
La segunda parte, sin embargo,
muestra una clara mejora. Sus protagonistas, en especial la hija y el hijo
mayor, toman mayor preponderancia y las dificultades que experimentan tanto a
nivel familiar como escolar otorgan algo más de profundidad a la historia,
siendo lo mejor de esta primera temporada. Durante los cinco últimos episodios,
las tramas individuales adquieren mayor solidez y por fin algunos de los nudos
narrativos que sus personajes experimentan – el dolor, el abandono, el duelo,
la pérdida – se trasforman poco a poco en los pilares que la historia
necesitaba desde el comienzo. Lamentablemente, la amenaza sobrenatural que se
cierne sobre ellos no deja de sentirse liviana y edulcorada.
Todo lo anterior hace pensar si ésta
será la forma en que Netflix comenzará a producir diversos futuros proyectos
televisivos: tomando unos cuantos elementos distintivos del material fuente
para forzarlos en un molde que ya se ha visto en innumerables otras series que
han sido exitosas hasta el momento, pero que ya se empiezan a sentir
repetitivas, agotadas. Aquí es, una vez más, la historia de los niños comunes
en situaciones extraordinarias en las que descubren sus poderes para enfrentar fenómenos que poco comprenden, rodeados por
adultos que se desenvuelven en un ambiente de pobre densidad dramática y menor
expresividad aun.
Poco más se puede decir de esta
primera temporada. Ya ha sido confirmada una segunda y existe una tenue luz de
esperanza en una mejora considerando que, al menos, los últimos episodios de
este debut mostraron una mejoría que salva a Locke & Key de caer en la debacle que fuera la tercera
temporada de Stranger Things, pero
que aún se encuentra a años luz de la profundidad y complejidad de propuestas
tan sólidas como Dark o The Haunting of Hill House.
Isaac Civilo
B.
Locke & Key
Netflix
500 mins.
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