Galveston
Años antes de saltar a la fama con la
primera temporada de True Detective,
el joven escritor Nic Pizzolatto ya gozaba de gran prestigio en el ambiente
literario gracias a la antología de cuentos cortos La Profundidad del Mar Amarillo (Between Here and the Yellow Sea), pero especialmente a su primera y
hasta ahora única novela, Galveston.
El 2018, el mismo Pizzolatto escribió parte del guion de la adaptación
cinematográfica bajo el pseudónimo Jim Hammet aunque mucho más sorprendente fue
el hecho que la cinta protagonizada por Ben Foster y Elle Fanning no haya
logrado ser el éxito que se esperaba. Cuando fue publicada, Galveston cosechó
una enorme cantidad de premios y las alabanzas de crítica, público y otros
escritores fueron un tsunami inesperado para un autor debutante.
Independientemente del éxito de la
cinta y las posteriores temporadas de True
Detective, el lector de esta novela debut reconocerá las semillas de las
que ha germinado el universo autoral del escritor. Galveston gira en torno al matón profesional Roy Cady. Sereno, algo
filosófico e inflexible a partes iguales, Cady ve trastocada su rutina cuando
le diagnostican un cáncer pulmonar avanzado. Su percepción cambia incluso más
cuando nota que su jefe, el extorsionador Stan Ptitko lo envía en una misión de
amedrentamiento sin armas. Una simple advertencia a un deudor. Ya en las
primeras páginas, el infierno se desata y antes de notarlo, Cady tiene como
compañera a una sobreviviente, Rocky, joven, guapa, desamparada y de trágica
infancia. Ante las seguras represalias del jefe, ambos emprenden un largo
camino hacia un destino incierto.
Quienes conocen la prosa de
Pizzolatto, saben que lo suyo es el existencialismo del noir más refinado y duro. Al igual que muchos otros grandes del
género, sus experiencias personales juegan un rol fundamental en sus
creaciones. En este caso, Nueva Orleans y Luisiana desde donde surgen aquellos
personajes tan quebrados que el sólo hecho de intentar visualizar un nuevo
rumbo para sus vidas parece un esfuerzo que consume todas sus fuerzas. Emergen
de aquellos pequeños pueblos norteamericanos donde nada cambia y el día a día
está contenido en aquellas casas que gritan desesperación. Tras sus paredes el
cambio se arrastra poco a poco, corroyendo las vidas de sus familias, en
especial de los menores. La sombra del abuso siempre acecha tras la puerta. La
pobreza se respira. La corrupción se filtra como la erosión salina en la
pintura de los muros. La desesperanza,
el resentimiento y la rabia son los materiales con los que Pizzolatto construye
sus mundos.
Sus locaciones son tanto los paisajes
de sus almas como lugares reales: secos, melancólicos, estáticos. Aquí el
escritor logra algunos de los pasajes más líricos y conmovedores de la novela,
y los equilibra exquisitamente con aquellos personajes retorcidos, sórdidos con
quienes hemos llegado a familiarizarnos en sus guiones para TV. Y en oposición,
sus doloridos protagonistas que se debaten entre un pasado sombrío y los
tropiezos en busca de un futuro más luminoso. Sin embargo, como en mucha de su
obra escrita, el tiempo parece no avanzar, como si sus personajes intentaran
moverse en una suerte de sabia espesa con la que luchan en vano. En ambos
planos temporales, 1987 y 2008, tanto ha cambiado y a la vez, tan poco. La
tristeza sigue estando ahí, los errores y la frustración.
En la primera temporada de True Detective, su carta de
presentación, flotaban los fantasmas de Ambrose Bierce, Robert W. Chambers,
Thomas Ligotti, Carcosa, El Rey de Amarillo, Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer.
Había un aire de pesimismo cósmico y filosófico en las referencias literarias
que, mezclado con el gótico sureño, creaba una sensación opresiva, donde una
fuerza entrópica parecía cernirse desde las más oscuras dimensiones fantásticas
y devorar la realidad. No en Galveston.
La prosa de Pizzolatto se rige por un intenso realismo que puede cambiar desde
lo poético a lo salvaje en un par de párrafos. El dolor proviene del mal que
los hombres cometen en la mundanidad de sus vidas sea en sus hogares, las
calles o los salones de la mafia.

Por cierto, es un relato desolador en
su inmensa mayoría. Como en la mejor novela negra, siempre hay algún pequeño
agujero por el que se puede colar la posibilidad de redención, algún pequeño
hecho de dignidad que pueda cambiar el curso de una vida aunque siempre a un
precio altísimo para sus protagonistas. Su notable final refuerza esta idea de
estoicismo antiheroico y ancla la obra a un terreno que ha sido explorado por
los clásicos del noir, pero que al
mismo tiempo se siente como una ráfaga de aire fresco. Es de esperar que sus no
pocos proyectos televisivos le permitan volver al mundo literario en un futuro
no muy lejano. Calidad e ideas hay de sobra.
Isaac Civilo B.
Galveston
Nic
Pizzolatto
Salamandra
Black
288
páginas
Comentarios
Publicar un comentario