Reseña: El Niño 44 de Tom Rob Smith
El Niño 44
El joven escritor Tom Rob Smith entró
por la puerta ancha al mundo literario. Tras estudiar literatura inglesa y
trabajar como guionista televisivo, su novela debut El Niño 44 – publicada antes de alcanzar los 30 años – se
transformó en un éxito de ventas tal que fue adquirida por la productora de
Ridley Scott y adaptada al cine con un elenco encabezado por Tom Hardy y Gary
Oldman. Considerada por muchos la mejor novela sobre la Guerra Fría desde El Parque Gorki y El Cero y el Infinito, El
Niño 44 supuso tal éxito que su autor rápidamente se embarcó en la
escritura de dos secuelas y se ha consolidado como una de las voces más
originales de la escena noir británica.
Desde el primer capítulo, de una
dureza palpable, la convincente recreación de la crueldad comunista en la Unión
Soviética de Stalin establece el tono que define las siguientes 400 páginas. Millones
de habitantes de pequeñas aldeas abandonados a sus recursos, desesperación ante
la inoperancia de una oligarquía brutal disfrazada como gobierno del pueblo,
diversos abusos por parte de cada miembro de una jerarquía inamovible y el
hambre que define las vidas de los ciudadanos quienes, cuando ya no podían recurrir
a los animales domésticos como fuente de comida, comenzaban a mirar a niños como
su reemplazo.
Leo Stepánovich Demídov, agente del Departamento de Seguridad del Estado, la temida Checa, cree en la revolución, en la propaganda oficial, en Stalin y en la progresiva evolución hacia la desaparición de la pobreza y la necesidad, y, como consecuencia, del crimen. Cree que su nación es el paraíso de la igualdad y la fraternidad en la tierra. Es el sueño que las décadas se encargaron de sepultar al mismo tiempo que desenterraban algunos de los más atroces actos contra seres humanos de los que se tenga registro. El crimen que la revolución pregonaba como pronto a desaparecer es el que los organismos estatales aplicaban a sus ciudadanos. El trabajo de Leo, no obstante, es más sutil: evitar que el pueblo pierda la fe en la revolución, ya que en palabras de Stalin, los enemigos eran amigos y camaradas que habían perdido la fe. Ahí residía el peligro. Tal era el pecado que trazaba la línea entre ellos y los enemigos del mundo mejor que vendría. Leo realmente cree en ese mundo mejor y actúa en consecuencia. Sigue las órdenes de sus superiores, no las cuestiona, todo por un bien mayor. Su código de conducta es monolítico, lo que le facilita tomar decisiones correctas en momentos difíciles, y mostrar compasión cuando es debido.
La captura de un hombre sospechoso de
conductas antisoviéticas – cuando resultó ser un simple veterinario –, los
métodos de tortura y la posterior obligación de espiar a su esposa hacen que la
semilla de duda albergada en el interior de Leo germine. Él siempre había reflexionado
sobre los males menores como una suerte de justificación para la lógica de
control e investigación nefasta, los edificios del estado, el andamiaje
genocida, el inexistente sistema judicial para los acusados y las cuestiones prácticas
como la forma rápida de deshacerse de los restos humanos de centenares de
ejecuciones diarias. Pero su matrimonio implosiona producto de la misión de
espionaje. Sus padres, además, también se encuentran amenazados y corren el
peligro de volver a lo más bajo de la sociedad. Tanto Leo como su esposa Raisa
escapan a la máquina asesina de la hoz y el martillo, pero éste no puede eludir
el ser degradado y expulsado de Moscú.
El gélido infierno ruso al que
desciende con su esposa es el telón adecuado para lo que sigue: una cuidada
caracterización de su relación, los motivos reales de su unión, el
cuestionamiento constante de lo que su país ha llegado a ser, todo envuelto en
pasajes de gran profundidad psicológica. En la pequeña ciudad industrial donde
ahora reside, Leo debe enfrentarse a todo aquello que su estatus le había
impedido experimentar, pero además descubre un crimen sospechosamente similar
al que investigó hace semanas en Moscú. La investigación que lleva a cabo es
una excusa para escapar, pero pronto las pistas encajan y Leo comprende que es
un caso de alcance nacional. Es una oportunidad de redención por aquellas vidas
que ha sesgado. Lo que sigue es un relato de inusual realismo y ritmo
implacable. La lucha no es solamente contra el clima ruso sino contra la
atmósfera de desconfianza y paranoia comunista donde el más leve alzamiento de
cejas puede desembocar en una condena a muerte en el gulag.
Con una documentación abundante, Tom Rob Smith logra plasmar, a través de una prosa envolvente, los detalles de la Rusia profunda. Las descripciones son precisas, y a pesar de un ritmo trepidante, siempre encuentra aquellos momentos de suspensión para ahondar en la psicología de sus personajes. Estos oscilan entre burlar la vigilancia y la tortura del régimen, y el deseo de rendirse. El motor del relato de sobrevivencia que ocupa gran parte de la segunda mitad de la novela es la resolución de los crímenes que ya forman una compleja red a través de ciudades soviéticas. Leo y Raisa no sospechan del cancerbero que sigue su rastro aunque las amenazas que realmente los harán tambalear son las revelaciones que los esperan próximas al final de su periplo y que desembocarán en una tragedia de gravedad shakesperiana.
Es difícil encontrar tal cantidad de
elementos tan bien enlazados en una novela debut que además cuenta con un
realismo histórico sólido, personajes atractivos y que es consistente con cada
una de las premisas que presenta desde sus primeras páginas. También cuenta con
un enfoque cinematográfico que la hace tremendamente atractiva para
producciones en la pantalla grande y que, analizando la trayectoria de su
autor, es un punto de partida para una carrera que, como es común hoy en día,
oscila entre novelas y numerosas ofertas en los servicios de streaming. Al menos en el caso de Tom
Rob Smith, la calidad en ambos medios está asegurada.
Isaac Civilo B.
El
Niño 44
Tom
Rob Smith
Salamandra
Black
450
páginas
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