Reseña TV: The Plot Against America


The Plot Against America

Los canales de televisión por cable y los servicios de streaming hace bastante se han percatado de que las series de televisión son una nueva mina de oro. Éstas han desplazado en gran medida el atractivo que representaba el cine, a veces incluso absorbiéndolo. Considérese la situación que Martin Scorsese debió enfrentar con The Irishman, descartada por los estudios debido a su costo, pero financiada por Netflix en un abrir y cerrar de ojos – destino que parece ser el mismo de su próxima película, Killers of the Flower Moon –. Si esto es positivo o no, solamente el tiempo lo dirá. Mientras tanto la producción de series de televisión ha aumentado al punto que es imposible seguirles el ritmo, resintiendo, de manera oblicua, la calidad de las mismas.

HBO, el canal, y ahora también servicio de streaming, es famoso por haber sido la cuna de muchas de las mejores y más exitosas series de TV. Su prestigio, no obstante, se ha visto algo dañado por el fenómeno de la sobreproducción. En un esfuerzo por equilibrar las ganancias con la calidad, HBO parece haber decidido dividir su parrilla en series con un énfasis comercial y de escasa calidad por un lado y propuestas más serias por otro. En el segundo grupo es fácil nombrar a TrueDetective, The Leftovers, The Night of, Boardwalk Empire, Game of Thrones, The Deuce, Chernobyl y algunas otras. Su apuesta más reciente, The Plot Against America, cómodamente ocupa un lugar entre éstas.

Basada en la ucronía escrita por Philip Roth el año 2004 sobre las experiencias personales durante su niñez en Newark, New Jersey, esta adaptación de seis episodios gira en torno a la familia Levin en 1940 cuando la Segunda Guerra Mundial ya está en curso. Los Levin son una familia judía residente en el barrio judío donde Roth pasó su infancia. Su vida es bastante tranquila. Las relaciones con sus vecinos, buenas. Tienen dos hijos que asisten a la escuela. Su padre trabaja en una compañía de seguros mientras su madre es ama de casa. En el primer episodio, sin embargo, la atmósfera ya muestra señales de tensión. Charles Lindbergh, héroe aviador y antisemita, comienza su campaña hacia la presidencia contra Franklin Delano Roosevelt, campaña que eventualmente ganará, cambiando las vidas de todos los judíos en Estados Unidos.


Philip Roth fue, durante el siglo XX, probablemente uno de los escritores que más obligaba a pensar a sus lectores. Su gran inteligencia y sutileza son dos de las características más destacadas de su extensa carrera, y en la novela su presencia es notoria.  Roth no se enfocaba en un conflicto entre buenos y malos, donde los bandos estaban perfectamente delineados. Por el contrario, el mal, incluso cuando tiene nombre y apellido, siempre aparece como una suerte de abstracción que se filtra en las familias y la cotidianidad de manera subrepticia. Tomando a su propia familia como el núcleo de la narración, ésta describía el alzamiento del antisemitismo y el dolor de un niño al crecer con igual énfasis. El misterio y el conflicto que un pequeño experimenta al entrar poco a poco al mundo adulto gozan de tanta artesanía creativa como las políticas aislacionistas propuestas por Lindbergh en un despliegue de equilibrio y objetividad que no muchos escritores lograran durante el siglo pasado.

Esto conlleva un peligro cuando se realiza una adaptación televisiva, particularmente en una época en que cualquier propuesta creativa está teñida (o manchada) por inclinaciones políticas. E Incluso cuando no es así, las audiencias están prestas a proyectar sus propias interpretaciones en ellas, atribuyéndoles intenciones que nunca estuvieron ahí en primer lugar.  Es difícil que una serie de televisión se ciña al ritmo pausado, a veces incluso lánguido, de una novela como La Conjura contra América. Solamente basta ver el ejemplo de Orfred y El Cuento de la Criada a manos de Hulu donde después de una mera temporada, el talante reflexivo y pausado de la protagonista fue transformado en la rebeldía de una amazona guerrera, sacrificando la parsimonia y profundidad de la obra de Margaret Atwood en pos de la adrenalina y el estruendo que el público exige.

Por fortuna, HBO ha optado por el camino opuesto. La percepción es que sería difícil manejar un tema tan candente en este momento a través de un proyecto que decide sumergirse en la reflexión e internarse en los intersticios de una familia de clase media. Sin embargo, creada y escrita por los guionistas de The Wire, David Simon y Ed Burns, The Plot Against America se mueve a un ritmo y a través de un terreno muy cercano a la novela de Philip Roth. No hay grandes alardes de virtuosismo narrativo superficial ni giros de tuerca sorpresivos aquí. El ritmo que los guionistas imprimen a la miniserie es firme. Las semillas plantadas en el primer episodio germinan poco a poco durante los siguientes. La sutileza del guion reside en cómo rescatar aquellos pequeños momentos en que la tensión se incrementa levemente, aquellos conflictos que comienzan a tomar una forma imprecisa, y graduarlos hacia resoluciones que nadie podría haber anticipado.


Al igual que los Roth en la novela, la familia Levin es el punto focal de sus seis episodios. Herman (Norman Spector), es el único que sospecha la secuencia de eventos que comenzará a tomar lugar como la caída de una fila de dominós. Su esposa Elizabeth (Zoe Kazan) es algo más descreída, pero con el correr de las semanas acepta amargamente que Herman tenía razón. El padre desea permanecer en Estados Unidos, plantar cara a las políticas de Lindbergh y hacer valer sus derechos, cada vez más tenues, mientras que ella contempla la opción de mudarse a Canadá, percibiendo con más claridad que su ofuscado esposo lo desesperanzado de la situación. Su hijo mayor Sandy (Caleb Malis) es embrujado rápidamente por el espectáculo que la campaña de Lindbergh monta y por su papel de héroe de la aviación. Rápidamente su tía Evelyn (Winona Ryder), hermana de Bess, lo recluta en uno de los programas para jóvenes creados por el Rabino Bengelsdorf (John Turturro), personaje de gran ambigüedad que es visto por sospecha por ambos extremos políticos. Bengelsdorf confía en la política pacifista de Lindbergh que mantiene a Estados Unidos fuera de la Gran Guerra, confía en su programa para integrar a niños judíos (y después a familias completas) a la vida estadounidense, pero al mismo tiempo sus iglesias pierden feligreses que miran sus prácticas como políticas aislacionistas que buscan socavar a la comunidad judía. Evelyn y Bengelsdorf tienen una relación romántica lo que erosiona aún más la relación con Herman y Elizabeth.


Y sin embargo, el punto de vista más angustioso proviene del hijo menor de los Levin, Philip (Azhy Robertson). Personaje basado en la propia experiencia de Philip Roth, el pequeño representa el rápido paso a la madurez en un doble sentido: como un niño que debe lidiar con diversas influencias en su vecindario y en su escuela, y como espectador de la violencia y la intolerancia soterrada de una sociedad. A paso veloz, su infancia idílica se desvanece ante la comprensión del peligro que acecha a sus amigos y familia. Y en paralelo, Alvin, sobrino huérfano de Herman, el padre de la familia, decide alistarse en el ejército canadiense, rompiendo la política neutral de Lindbergh. Lisiado, de vuelta en Estados Unidos, Alvin se convierte en una carga para los Levin en aspectos mucho más significativos que el meramente físico.

El relato es una clase maestra de ritmo y economía narrativa. El manejo de la tensión está graduado de tal manera que tanto personajes como espectadores se encuentran repentinamente en medio de un conflicto de grandes proporciones sin poder indicar cómo llegaron ahí y del cual ya no es posible escapar. A pesar de contar solamente con seis episodios, la progresión de las corrientes subterráneas de violencia y corrupción avanza inexorablemente. La erosión de los cimientos familiares y culturales es sutil, pero incisiva. Ya a mitad de la serie, la luz natural ha desaparecido totalmente de la pantalla. La única luz es artificial, dentro de las casas, en oficinas, bares, en contraste con la noche y la lluvia que anticipan el destino de aquellos que decidieron permanecer en New Jersey.

Si The Plot Against America será confirmada para una segunda temporada o si solamente se mantendrá como una miniserie, aún resta por verse. En caso que continúe, al menos guionistas de primera clase podrán seguir desarrollando la historia más allá de la novela de Philip Roth, algo que a veces ha funcionado bien, pero que en otras ocasiones demuestra ser innecesario. Cualquiera sea el caso, esta adaptación estará entre lo mejor del año. Sus niveles de popularidad entre una audiencia cada vez menos exigente poco importan. Ha sido un ejercicio cuyos receptores son el intelecto y la reflexión.

Isaac Civilo B.

The Plot Against America
HBO
360 minutos

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