Reseña TV: La Maldición de Bly Manor

 


La Maldición de Bly Manor

Con una trayectoria que comenzó en el cine de terror B y que rápidamente se movería hacia algunas superproducciones Hollywoodenses y al streaming, el director Mike Flanagan parece ser el hombre del momento, al menos en lo que al terror más comercial se refiere. Hace dos años, Flanagan triunfó rotundamente en Netflix con La Maldición de Hill House, propuesta que los ejecutivos del servicio de streaming probablemente consideraron una más de sus tantos productos en la vena de este género al punto que, básicamente, dieron libertad absoluta a su creador. El éxito fue tal que de inmediato Flanagan se haría cargo de Doctor Sueño, la secuela de El Resplandor. Es decir, se mediría nada menos que con Stanley Kubrick. Por supuesto, era un desafío que no podía superar, pero del que emergió con dignidad para regresar a Netflix con la adaptación de la obra seminal de Henry James Otra Vuelta de Tuerca bajo el título La Maldición de Bly Manor.



De entrada, se agradece que Flanagan haya decidido no sobreexplotar la fórmula de su antecesora con los mismos trucos y simplemente prodigar una Maldición de Hill House parte dos. El tono de esta nueva entrega destaca por la diferencia que establece con la adaptación de la obra de Shirley Jackson. No obstante, eso es evidente sólo en la superficie. En el fondo, el director recurre a una estructura similar, ampliada en cuanto número de personajes y estructura narrativa que recurre a constantes raccontos, saltos temporales, recuerdos y sueños donde sus protagonistas y referencias se cruzan constantemente, por momentos saturando el relato cuando privilegiar una mayor simplicidad habría sido más efectivo.  En esto parece haber cierta indecisión a la hora de separar lo medular de lo accesorio.



A fin de expandir el relato, Flanagan integró dos narraciones cortas de Henry James: The Romance of Certain Old Clothes (El Romance de la Ropa Antigua) y The Jolly Corner (La Esquina Alegre). Si bien ambas incluyen elementos de romance gótico, no dejan de ser historias de fantasmas en toda regla. En particular la primera da pie a un notable octavo episodio, el pináculo de esta temporada. Lo cierto es, sin embargo, que entre los tres relatos no hay suficiente romance gótico para un par de horas. Estructurado a la manera gótica, como una caja dentro de una caja, este elemento se transforma en el pilar de la historia donde virtualmente cada personaje presenta el mismo conflicto con trágicas consecuencias. Aquí Flanagan coquetea con materiales que, si problema, podrían haber sido sacados de un culebrón. Por fortuna, el tratamiento elegante que se les da no permite que caigan tan bajo: el ritmo calmo, las atmósferas oscuras, la fotografía y sus gradaciones.



La estética en extremo depurada de la prosa de Henry James, la parsimonia de su pluma y la cuidada creación de atmósferas encuentran una puesta en escena digna a lo largo de los nueve capítulos de La Maldición de Bly Manor, aunque la imaginería victoriana sufre al ser trasladada al año 1987. Basta con recordar algunas cintas de la Hammer Production Films, incluso algunas de sus producciones más recientes como La Dama de Negro, o Los Otros de Alejandro Amenábar, para notar lo que la serie podría haber logrado en cuanto cinematografía de haber sido desarrollada en una época algo más cercana a la época en que James la concibió. Esto es particularmente claro en algunos raccontos donde el tono del relato se pierde al abandonar el territorio de la mansión Bly en favor de celebraciones y casamientos. El material que el director ha usado para expandir la historia está por debajo de aquel que desarrollara para La Maldición de Hill House. Aquí se siente mucho más repetitivo y falto de ritmo, aunque esté oculto bajo un montaje veloz.



Es notoria la forma en que Netflix, al percatarse del éxito de alguna de sus series, de inmediato deja sentir su influencia en el proceso creativo. Ya ha sucedido anteriormente. Las más recientes temporadas de Black Mirror son un perfecto ejemplo. Las inclinaciones tan políticamente correctas a las que el servicio de streaming nos tiene acostumbrados eran casi inexistentes en La Maldición de Hill House, pero ahora es notoria la presión por incluir aquello que no es esencial para su desarrollo narrativo o cinematográfico. Existe una tensión palpable entre aquella corrección política y el deseo de rescatar la rica caracterización psicológica de la obra literaria, tensión que se extiende durante todo su metraje y se convierte en uno de los principales pecados de la serie. Esta es una tendencia que se ha hecho palpable desde hace tiempo, la forma en que Netflix arruina sus mejores propuestas al incorporar elementos más ideológicos que nada tienen que ver su narrativa o cinematografía, y que en este caso actúan en desmedro de aquellos elementos alrededor de los que el escritor inglés siempre estructuraba sus relatos.



En consecuencia, La Maldición de Bly Manor es una obra algo quebrada que oscila entre el romance gótico y el horror gótico sin nunca decidirse por alguno de ellos. Sus mejores momentos son aquellos donde logra ese equilibrio tan exquisito que por momentos también existía en su predecesora, aunque aquí son pocos. No triunfa como historia de terror gótico ni como romance gótico, sino que se mantiene en un territorio intermedio, anclada en ese espacio lleno de elementos foráneos que le impiden despegar. Mucho de su imaginería victoriana sufre al ser torturada por un aire postmoderno. Se mueve entre momentos notables – como el excelente octavo capítulo – y lo anecdótico, lo repetitivo y lo olvidable, como su final, reminiscente del malogrado final de La Maldición de Hill House. Por ende, persisten las dudas sobre la capacidad de Flanagan para cerrar sus historias sin edulcorarlas al punto de llegar a ser tan cursi o si las exigencias de Netflix lo limitan a ello, otro punto que le resta consistencia a su propuesta. Su desenlace se ubica en las antípodas de la crueldad con la que Henry James concluía los relatos que se han adaptado aquí, despojándolos de su gélida maldad para transformarlos en una suerte de melodrama gótico fallido. Es la última puntada que subraya la incapacidad de llegar a ser lo que se prometía en un comienzo.

La Maldición de Bly Manor

Netflix

520 minutos

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