Reseña TV: Curon
Curón
Con el estreno de la tercera
temporada de Dark ad portas, Netflix
sigue buscando una serie europea que pueda replicar el éxito de la producción
alemana. Marianne estuvo cerca, pero
al parecer el éxito que logró no fue suficiente para el servicio de streaming. La cancelación no se hizo
esperar. El siguiente paso de la búsqueda aterrizó en Italia con Curón, serie que, al menos de entrada,
prometía bastante. No obstante, después de sus siete episodios, el resultado es
más bien decepcionante.
La presentación de esta propuesta
lucía atractiva: el campanario de una antigua iglesia romana en una ladera
alpina, ahora sumergido producto de un embalse construido en la zona de Tirol
del Sur que consiguió unir los lagos de Curón y Resia. En su momento, los
habitantes de la zona debieron emigrar ante el anegamiento. Solamente el
campanario se erige por sobre las aguas. Según leyendas locales, durante el
invierno aún se escucha el repiqueteo de las campanas que fueron retiradas hace
décadas. Había potencial en esto para conectar dichas leyendas locales y algo
de los cuentos folclóricos del área, pero tales elementos son justamente los
que extraña el seguidor acérrimo del terror.
Tras 17 años, la protagonista regresa
a su pueblo natal con sus dos hijos. En el pasado se encuentra una experiencia
traumática que la obligó a abandonar a su familia, a su novio y la vida que
llevaba. En aquel entonces su padre era dueño de un hotel que se presumía
maldito y en la actualidad éste se ha convertido en una gran casa abandonada.
El progenitor reacciona de manera ambigua ante el regreso de su hija y sus
nietos. Las causas se encuentran en el hotel, pero también en el lago que rodea
el campanario.
La desaparición de la madre de los
menores cambia el foco de la serie rápidamente y traspasa gran parte del peso
dramático hacia los hermanos que han comenzado su vida en el pueblo con el pie
izquierdo tanto en la escuela como con su abuelo. Es aquí donde se revela la
verdadera dirección de esta producción, el desplazamiento hacia un drama de
tono juvenil que de seguro busca conectar con muchas otras producciones de
Netflix, pero que desgraciadamente recurre a cada cliché imaginable. Peor aún, la
cantidad de metraje usado en tramas secundarias sobre dramas familiares que
nunca terminan de cuadrar, sobre bullying
y sobre las correspondientes relaciones amorosas entre los jóvenes terminan por
eclipsar los pocos atisbos de terror presentes. No solamente éstas se
encuentran algo desconectadas de la trama principal, sino que el simbolismo de
cierto tipo de terror que suele asociarse con buenos resultados narrativos y
con una tensión creciente nunca aparece. De esta manera, en los escasos
momentos en que el horror asoma, lo hace con un propósito superficial, nunca
conectando con los miedos más profundos de sus protagonistas.
Consecuentemente, el registro visual
se mueve entre el terror genérico de innumerables cintas y series, la
telenovela e incluso el videoclip, reforzando aún más la sensación de que lo
que prima realmente es un edulcorado drama juvenil, tratado de una manera poco
sutil que es apuntalada por una banda sonora, en su gran mayoría, lamentable.
En esto, sigue la misma plantilla que los servicios de streaming han usado para series como Locke & Key o NOS4A2,
trabajos literarios de potencial que merecían una mejor adaptación, pero que
sucumbieron ante la visión facilista y liviana de sus productoras.
Hay cierto esfuerzo por cubrir estas
fallas. La tradición del ambiguo Doppelgänger se hace recurrente a medida que
los episodios avanzan, pero carece de cualquier matiz mitológico y folclórico.
Tampoco profundiza en el conflicto psicológico o existencial de alguno de sus
personajes y se convierte en otra herramienta de mero impacto, pero cuyo aporte
a la densidad dramática es nulo. De la misma manera, los creadores de Curón se muestran incapaces de beber de
la larga tradición cinematográfica de terror italiana. Si bien directores como
Dario Argento, Mario Bava, Lucio Fulci y muchos otros pueden ser criticables en
una serie de aspectos, es innegable que han construido un cuerpo estético que
ha embrujado a decenas de jóvenes cineastas, cimentando una tradición que es
difícil ignorar para una producción italiana. Sin embargo, ni siquiera su
embriagadora estética ha sido rescatada por Curón,
algo que podría haberla salvado del pozo de mediocridad donde se hunde episodio
tras episodio.
El terror, lamentablemente, acaba
siendo lo menos importante en esta producción. Carece de cualquier resonancia existencial.
Su narrativa se vuelve monótona rápidamente, y los pocos temas folclóricos que
puedan emerger de su locación no pasan de ser meros anécdotas. En sus mejores
momentos es una de las muchas series genéricas de horror; en sus peores, se convierte
en una propuesta cuya estética resulta ser un conjunto de disímiles estilos
visuales y narrativos, cuál de ellos menos apropiado que el anterior. Curón no solamente está lejos de series
como Dark o La Maldición de Hill House, sino que, en términos de calidad, se
ubica en sus antípodas.
Isaac Civilo B.
Curón
Netflix
2020
320
minutos
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