Reseña TV: El Alienista: El Ángel de la Oscuridad

 


El Alienista: El Ángel de la Oscuridad

A estas alturas es bastante clara la forma en que Netflix opera respecto de algunas de sus mejores series. Si sus primeras temporadas obtienen un éxito que sobrepasa las expectativas, ya en la segunda es notoria la influencia del servicio de streaming. De esta manera poco a poco la calidad de sus propuestas decae para dar espacio a las exigencias de la corrección política. Así series como Black Mirror, Stranger Things, La Maldición de Bly Manor y otras rápidamente se van quedando con muy poco que ofrecer. Dark, por fortuna, pudo mantenerse a través de tres temporadas, aunque lo logró por ser una serie que no provenía del mundo de habla inglesa. Y con el virtual final de Mindhunter tras dos entregas, las perspectivas se ven bastante oscuras en términos de nuevas producciones de alta calidad.

El caso más reciente es El Alienista y su secuela El Alienista: El Ángel de la Oscuridad. El primero, basado en el excelente libro homónimo de Caleb Carr, resultó ser una agradable sorpresa y una adaptación que rescataba la sombría incursión en la ciencia forense y la mentalidad criminal, por cierto desde un prisma más accesible para el amplio público, pero con resultados interesantes. Respecto de esta secuela, ya los cinco primeros minutos muestran un cambio radical en su enfoque, coqueteando a menudo con la victimización y haciendo todo lo posible para ceñirse al discurso político imperante.



La serie se desvía notablemente de la novela de Caleb Carr para poner a Sarah Howard y su agencia de detectives en el centro de la narración. Esto conlleva, por necesidad, un cambio en la dirección del nudo narrativo, su desarrollo y resolución. Y desde el comienzo, lo más interesante de la serie se ha perdido irremediablemente. En medio de las tensiones entre España y Estados Unidos, muchos bebés comienzan a desaparecer desde una clínica privada. Las señales no son muchas como tampoco la importancia que la policía le da a los casos, al menos hasta que el bebé de la esposa del embajador español desaparece. Es recuperado con cierta rapidez sólo para dar paso a un nuevo rapto, el del bebé de una de las familias más poderosas de la ciudad. A lo largo de las investigaciones la figura de Sarah Howard va tomando preponderancia, pero no en un sentido dramático. De hecho, su caracterización no es todo lo sólida que se esperaría para un personaje principal. La importancia que adquiere se debe a la forma artificial en que se convierte en un emblema de las causas justas y la lucha por los desamparados. El espectador esperaría, al menos, cierta sutileza por parte de los guionistas a la hora de abordar tales tópicos, pero durante los ocho episodios, son notorias sus intenciones de mantenerse dentro del marco de lo que es aceptable en la pantalla hoy por hoy.



Como efecto secundario, el resto del elenco sufre.  Tanto el doctor Kreiszler – El Alienista – como el periodista John Moore son meras sombras de lo que fueran en la primera temporada. Durante largos pasajes de estos ocho episodios se les nota desenfocados, casi ausentes, presas de subtramas que nunca terminan de cuajar y cuyo tratamiento deja bastante que desear, por no hablar de los hermanos Isaacson, mucho más importantes en la novela, funcionales en su papel como precursores de la investigación forense y que, prácticamente han sido ignorados en estos ocho episodios. Tanto en la investigación de los casos como en la caracterización de sus personajes todo es anecdótico, superficial, dirigido sólo a cumplir con los aspectos más funcionales de la narrativa y satisfacer las expectativas del público. Por supuesto, los géneros y el color de la piel siempre están del lado que deberían estar. Cada mirada, cada gesto y cada frase son los esperables. El Alienista: El Ángel de la Oscuridad toca cada tecla que se espera que una serie de televisión toque hoy en día, pero lo hace con un martillo. Digamos que la metáfora es tan gruesa que ya no hay espacio para la interpretación. La pantalla interpreta por quien desee sentarse frente a ella. Una adaptación sin riesgo alguno.



Lo que fue más interesante en la primera temporada – la forma en que la crueldad y el dolor generan la oscuridad que anida en la mente humana – es casi inexistente ahora. Demasiado es el metraje que se ha destinado a prodigar gestos políticos y muy poco el que se ha destinado a la indagación psicológica, a la especulación moral y filosófica. Los ricos matices de la obra de Caleb Carr se han perdido irremediablemente en esta secuela. La oscuridad profunda y gélida es justamente lo que escasea aquí.



En términos narrativos, para sostener una propuesta de siete horas, se necesita mucho más que simplemente invertir los roles de los protagonistas. Esto no conlleva cambios reales cuando faltan ideas que puedan funcionar como sólidos pilares para una investigación que debería lidiar con lo más oscuro de la psiquis humana, pero que nunca se decide a hacerlo. Es interesante imaginar lo que alguien como David Fincher podría haber hecho con este material, sobre todo ahora que la tercera temporada de Mindhunter se encuentra en coma.



En su lugar, el proyecto ha caído en manos de directores y guionistas inferiores que producen al ritmo del dictamen social, carentes de cualquier atisbo de originalidad. Ya en El Alienista se evidenciaban pequeños escollos para rescatar las inquietantes ideas de la novela, pero al menos hubo cierto esfuerzo, recompensado en la línea final, de atenerse al existencialismo reinante en sus páginas. En El Alienista: El Ángel de la Oscuridad muy poco queda. Es otra víctima más de la mentalidad Netflix, que ya ha arruinado un gran número de sus mejores producciones, tendencia que, por desgracia, parece no tener fin.

El Alienista: El Ángel de la Oscuridad

Netflix

360 minutos

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